Milos Alcalay: ‘Maduro busca convertir en victoria fracasos diplomáticos’

Milos Alcalay: ‘Maduro busca convertir en victoria fracasos diplomáticos’


El informe emitido por el secretario general de Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, sobre la crisis de Venezuela y el hecho de que invocara la Carta Democrática Interamericana generó a lo interno de ese organismo multilateral una espiral de acciones que tendrá su clímax el 23 de este mes.

Ese día, el Consejo Permanente escuchará la sustentación del reporte y evaluará la petición que, según el vocero de Almagro, busca como primer paso el establecimiento de una misión conjunta OEA-Unasur.

Sin embargo, no menos importantes son las tres discusiones previas que ha tenido el organismo: primero, en la reunión del Consejo Permanente del 1 de este mes, cuando por primera vez la OEA reconoció la crisis política y humanitaria en el país suramericano e hizo un llamado al diálogo, ofreciendo sus buenos oficios a las partes en conflicto.

Segundo, en la reunión de la 46 Asamblea General ordinaria del miércoles 15, que se vio marcada por la crisis y los cuestionamientos de la canciller Delcy Rodríguez al papel del secretario general, así como por la decisión de remitir al Consejo la petición de Venezuela de que se discuta “el tema” de la institucionalidad de las normas de la OEA.

Y tercero, en la reunión del Consejo Permanente del próximo martes 21, a la que asistirán los expresidentes de Panamá Martín Torrijos; República Dominicana Leonel Fernández; y España José Luis Rodríguez Zapatero, de quienes se espera una actualización sobre los avances de su mediación del alegado diálogo que lideran en coordinación con la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).

Almagro evaluó la primera reunión como un paso importante y saludó a los países por haber abordado por primera vez desde 2014 la crisis de Venezuela en el Consejo, y de la que está prevista con los expresidentes dijo que “puede generar insumos para la que él convocó”.

En este escenario, 15 cancilleres y jefes de delegación que participaron en la asamblea ordinaria del pasado miércoles reiteraron la postura de “impulsar un diálogo político oportuno, nacional, incluyente y eficaz”; alentaron a que se respete la Constitución, la separación de poderes, el Estado de Derecho y las instituciones democráticas; y pidieron a las autoridades venezolanas garantizar el debido proceso y el respeto a los derechos humanos.

Para analizar ese panorama y lo que está por venir, conversamos con Milos Alcalay, ex representante permanente de Venezuela ante las Naciones Unidas, exviceministro de Relaciones Exteriores y ex secretario ejecutivo del Parlamento Andino, entre varios otros cargos diplomáticos ejercidos entre 1969 y el 23 de febrero de 2004 –seis de ellos durante el gobierno de Hugo Chávez–, cuando, afirma, presentó su renuncia como embajador, “porque constaté que se iniciaba una oscura e irreversible etapa de atropellos contra los derechos humanos, la democracia y la diplomacia, que se han agravado con el tiempo”.

¿Cómo evalúa la postura actual de la OEA, contenida en su resolución de reconocimiento de la crisis que vive Venezuela y su llamado a todas las formas de diálogo, especialmente el que impulsan los expresidentes de Panamá, República Dominicana y España?

La posición asumida por la OEA en la resolución del 1 de junio evidencia tres aspectos. El primero es que la “solidaridad automática” de respaldo incondicional a los Gobiernos del ALBA en general, y de Venezuela en particular, ya no está vigente, ya que la crisis política, económica e institucional es conocida y reconocida por todos los países miembros del máximo organismo hemisférico. Es por ello que el Gobierno de Maduro trata de convertir sus derrotas en la OEA como “triunfos”, tratando de surfear declaraciones, con propaganda, para hacer de sus fracasos diplomáticos unas falsas victorias.

En segundo lugar, la resolución de la OEA repite las mismas preocupaciones de otros organismos internacionales como la ONU, la Unión Europea, el G-7, Mercosur, y las declaraciones de las internacionales políticas de diversos signos. Es decir, un régimen que se encuentra cada vez más aislado.

Y tercero, como todo organismo internacional, la finalidad de la OEA es apoyar el diálogo. La reunión de [José Luis Rodríguez] Zapatero con representantes del Gobierno y sectores de la oposición en Santo Domingo permitió que se viera la mediación de Zapatero, Leonel Fernández y [Martín] Torrijos como un mecanismo de común acuerdo gobierno-oposición, cuando en realidad se trataba de una reunión secreta con tres mediadores internacionales designados por el gobierno de Maduro. Si bien son personalidades destacadas, lo procedente sería para el futuro que la oposición propusiera una lista de expresidentes de Unasur, para que el Gobierno seleccione a tres, y de esa manera constituir una verdadero grupo de amigos de venezuela (3 y 3), más equilibrado. No puede existir un mediador creíble, propuesto por una sola de las partes en conflicto.

¿Qué opinión le merece que el pasado miércoles, en la sesión ordinaria de la Asamblea General, Venezuela lograra –a pesar de la oposición y alegatos de varios países de que no procedía su petición– que se aprobara remitir al Consejo Permanente “el tema” de la “institucionalidad de las normas de la OEA”, a propósito de sus críticas a las posturas emitidas por el secretario general sobre Venezuela?

La multiplicación de solicitudes de convocatoria del Consejo Permanente por parte de Venezuela (ya va una tercera convocatoria en pocas semanas), muestra el nerviosismo del Gobierno por el creciente aislamiento, unido al deseo de que no se conozcan los alcances del informe del secretario general de la OEA sobre el incumplimiento de la Carta Democrática Interamericana, que el gobierno de Maduro incumple del primero al último artículo. Y por eso trata de difamar al secretario general o de presentar una falsa realidad de lo que ocurre en Venezuela.

Con base en su experiencia diplomática, ¿considera usted que el secretario general de la OEA se ha excedido en su papel frente al organismo al invocar la Carta Democrática y emitir un informe sobre Venezuela y, anteriormente, al remitir cartas al presidente Nicolás Maduro y a la presidenta del Consejo Nacional Electoral en términos críticos a sus actuaciones?

El secretario general ha procedido de conformidad con las atribuciones que le otorga la Carta Democrática en el artículo 20, y lo ha hecho con mucha dignidad y valentía a pesar de los insultos, amenazas y chantajes recibidos. Hubiera sido más fácil para él no enfrentarse a una “diplomacia de carritos chocones”, pero prefirió asumir riesgos defendiendo los principios y valores democráticos de la OEA. En relación a sus comunicaciones críticas a Maduro, se trata de respuestas políticas ante las increíbles acusaciones de que Almagro era un agente de la CIA, y eso ni podía ni debía aceptarlo. Hasta el expresidente Mujica desautorizó a Maduro, “señalando que era loco como una cabra”.

¿Cuál piensa usted que será la postura del hemisferio en la reunión del 23 de junio? ¿Marcará un antes y un después lo que suceda ese día el papel futuro de la OEA?

Uno de los errores de la diplomacia bolivariana ha sido el creer que con los atropellos logrará hacer cambiar las posiciones de los Gobiernos. Y por más que convocan una docena de reuniones del Consejo Permanente, los Gobiernos seguirán manteniendo la postura en que exige prevención de conflictos, diálogo veraz, solución pacífica de la controversia, cumplimiento de las normas vigentes. Lo novedoso del 23 de junio es que el informe del secretario general Almagro, que es una fotografía de la triste realidad venezolana, constará como un documento oficial de la OEA.

¿Hay algún antecedente siquiera cercano en la OEA de lo que sucederá el próximo 23 de junio?

Ni la de Venezuela es la primera crisis en el continente ni tampoco será la única. Cada vez que un Gobierno se aleja de las prácticas de la organización, se encuentra ante la irremediable necesidad de enfrentar las denuncias reiteradas sobre violaciones de derechos humanos, democracia, libertad, justicia social, paz.

¿Qué análisis hace usted de los llamados a diálogo, cuando la oposición mantiene su posición de revocar el mandato del presidente Nicolás Maduro a través de un referendo y el presidente a diario manifiesta su desconocimiento a la autoridad constituida en la Asamblea Nacional y a la legitimidad del bloque opositor, al que le atribuye acciones golpistas ligadas a supuestos nexos con el extranjero?

Son dos cosas distintas. El referendo revocatorio es un derecho constitucional, y su incumplimiento por parte del Gobierno demuestra el verdadero perfil totalitario del régimen. El diálogo verdadero es un mecanismo de solución de los múltiples conflictos, pero que no pueden ser utilizados para justificar el incumplimiento de las normas constitucionales.

Por otra parte, las diarias acusaciones de que existe una “intervención golpista extranjera para invadir al país apoyada por la oposición a través de un Golpe de Estado” es parte de la política [de] ficción de un gobierno desequilibrado en propósito y razón.

La oposición y diversos organismos internacionales han denunciado la crisis institucional que afronta Venezuela, por la falta de independencia entre los poderes Ejecutivo, Judicial y Electoral, y el revocatorio, de favorecer las expectativas de la oposición, será un primer paso hacia el cambio. ¿Cuál cree usted que sería una hoja de ruta apropiada frente al deterioro del sistema de justicia, la falta de confianza del sistema político y la erosión que las prácticas populistas han causado a la sociedad venezolana?

Existe un refrán que dice “para bailar el tango hacen falta dos”. No puedes danzarlo solo. De manera que lo importante en un diálogo es aceptar las posibilidades de cambio, y eso en ambas partes. Hay varias fórmulas: un gobierno compartido de salvación nacional; un diálogo que permita salir de la confrontación liberando a los presos políticos y corrigiendo los horrores del presente; unas elecciones anticipadas. Y de parte de la oposición, abrirse a formular políticas de Estado. Y, por supuesto, cumplir con las reglas establecidas en la Constitución y en los tratados internacionales.

¿Cómo evalúa el papel de Venezuela hoy en la comunidad internacional y su peso en el hemisferio, a propósito de su política exterior?

Venezuela, que era considerada como una “isla democrática” en el continente, que promovió la democratización y la justicia social internacional, ha ido radicalizando su posición durante 17 años, y hoy aparece con un modelo fracasado como el de las “democracias populares” de la ex Europa del este, forjadoras del fracaso del socialismo del siglo XX. Por otra parte, se ha alejado de la tradición latinoamericana, prefiriendo socios como Rusia, Irán, Siria, Zimbabwe, Hamas y amigos fracasados como Hussein, Kadafi.

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