La matanza de Berlín puede ser un duro golpe para la canciller Angela Merkel, cuestionada por su generosa acogida de los refugiados en 2015, justo cuando comenzaba a recuperar parte de la popularidad perdida.
El primer sospechoso del atentado contra un mercado navideño de Berlín (12 muertos), liberado después, era un solicitante de asilo paquistaní, que fue detenido el lunes poco después de los hechos, según había informado el ministro del Interior, Thomas de Maiziere.
Se trata de un paquistaní de 23 años, llegado a Alemania en febrero de 2016 a través de la ruta de los Balcanes, quien este martes de tarde fue liberado por falta de pruebas incriminatorias por decisión de la Fiscalía Federal.
Sin esperar noticias sobre el autor de la matanza, la extrema derecha alemana ya achacó directamente la responsabilidad del drama a Merkel.
“Son los muertos de Merkel”, denunció uno de los responsables del movimiento Alternativa para Alemania (AfD), Marcus Pretzell, en su cuenta Twitter.
“Alemania ya no es segura” frente “al terrorismo del islamismo radical”, dijo la principal figura de AfD, Frauke Petry, que criticó la decisión de Merkel de abrir las puertas del país a los migrantes y solicitantes de asilo en agosto de 2015.
La amenaza islamista “fue importada en forma sistemática e irresponsable en el último año y medio”, denunció Petry.
La matanza de Berlín reavivó también las críticas de la Unión Social Cristiana, la rama bávara del partido conservador de Angela Merkel, que desde hace un año denuncia la llegada de refugiados y exige, sin resultados hasta ahora, limitar anualmente la entrada de refugiados.
“Debemos interrogarnos sobre los riesgos que crea la llegada de un gran número de refugiados en el país”, advirtió el ministro del Interior de Baviera, Joachim Herrmann.
La opinión pública no puede aceptar “una situación en la que tenemos riesgos crecientes provenientes de personas inspiradas por el islamismo radical”, agregó Herrmann.
El drama del mercado navideño de Berlín –que recuerda la matanza con un camión el 14 de julio en Niza, sur de Francia, que dejó 86 muertos– ocurrió justo en el momento en que la canciller comenzaba a recuperar el terreno perdido entre la opinión pública, inquieta por la llegada de refugiados, desde hace 16 meses.