Michel Temer asumió la presidencia de Brasil, en una ceremonia en el mismo Senado que este miércoles 31 de agosto condenó a Dilma Rousseff.
En un acto breve, Temer juramentó el cargo hasta 2018, ante los mismos senadores que por 61 votos (de 81) condenaron y destituyeron a la exguerrillera.
Dilma Rousseff, visiblemente afligida, no tardó en reaccionar, sin nunca perder la compostura: "condenaron a una inocente y consumaron un golpe de estado parlamentario".
El Senado rechazó, sin embargo, en una segunda votación la propuesta de que Dilma Rousseff, de 68 años, quedara inhabilitada para ejercer cargos públicos.
El voto cierra una sangría política que desde hace nueve meses mantiene en vilo a la mayor economía de América Latina, en vías a su peor pérdida de riqueza en 80 años y que tiene a los principales partidos embarrados en causas de corrupción. Y es un final trágico para la primera mujer que llegó a la presidencia de Brasil, suspendida en mayo tras ser acusada de violar las normas fiscales del país.
Las maratónicas deliberaciones en el Senado reflejaron más una rabia por la gestión de Rousseff que por los crímenes por los que fue condenada.
"61 senadores sustituyeron la voluntad expresa de 54.5 millones de votos. Es un fraude contra el que vamos a luchar en todas las instancias posibles", afirmó Rousseff.
Temer (PMDB, de centro-derecha) juramentó horas antes de viajar a China para la cumbre del G20 de este fin de semana, en la que intentará devolver el brillo a Brasil. Pero le durarán poco las ganas de celebrar.
Con el desempleo en niveles récord (más de 11 millones de personas), la inflación galopante y un gigantesco déficit fiscal, la economía brasileña se contraerá un 3.16% este año, según los datos revelados este miércoles por el Banco Central, que revisó al alza sus previsiones.
Desde que asumió la presidencia de forma interina, Temer, un astuto negociador político en las sombras, armó un gobierno pensando que Dilma sería destituida.
Su gabinete no tiene mujeres y está conformado por hombres blancos y conservadores. Pero tiene el aval del mercado y de momento, del Congreso, que ya aprobó la revisión de la meta fiscal $52 mil 500 millones en 2016.
Ahora deberá usar sus argucias para hacer aprobar el ajuste fiscal que fue rechazado cuando Dilma Rousseff lo presentó.
El nombre de Richard Temer tampoco escapó a las revelaciones en torno al megaescándalo de corrupción en Petrobras, en varias delaciones hechas por acusados que buscan reducir sus condenas.
El exvice de Rousseff niega cualquier vinculación con la trama y la justicia nunca ha presentado cargos contra él. Y también necesitará de gran habilidad para hacer alianzas en el fragmentado parlamento, mientras carga con la sombra de "usurpador".
Lejos quedaron los días del milagro socio-económico que inició el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), padrino político de Rousseff, que sacó a 29 millones de personas de la pobreza y al país del mapa de hambre de la ONU.
La crisis económico-política se entrelazó con un escandaloso fraude que drenó más de 2 mil millones de dólares de la estatal Petrobras.
Aunque salpica a todas las fuerzas políticas, el escándalo conocido como Lava Jato terminó por cercar al gobierno y acabó con 13 años del PT en el poder.
También empañó la imagen del político mejor valorado por los brasileños, el expresidente Lula, en la mira por obstrucción de la justicia y corrupción.Brasil aparece en el puesto 76 del Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, sobre un total de 168 países.
De hecho, más de la mitad de los 81 senadores que juzgó a Rousseff están investigados o fueron acusados por causas de corrupción.
Esta economista que fue guerrillera marxista en su juventud y sufrió torturas en la última dictadura (1964-1985) se mostró guerrera hasta el final. Incluso cuando reaccionó a su condena. "Estoy segura de que la interrupción de este proceso mediante un golpe de Estado no es definitiva. ¡Volveremos!, afirmó en su despedida.