Filósofo, matemático y político. El exalcalde de Bogotá, Antana Mockus, es uno de los que está a favor del acuerdo Gobierno-FARC.
¿Cuál es su mirada del acuerdo?
Usted sabe que cuando una familia concibe un hijo y espera nueve meses, cuando llega el día... está uno entre absolutamente feliz y absolutamente nervioso. Entonces, uno se pregunta, ¿cómo va a resultar esta paz?, ¿cuán femenina?, ¿cuán masculina va a ser? Y también pensando en cómo los que pierdan el 2 de octubre se acomodarán o los acomodaremos al resultado. Hay felicidad, pero hay todavía incertidumbre. Queremos que el asunto el domingo termine bien.
Ahora, el acuerdo, como tiene que poner “de acuerdo” a mucha gente, tiene muchas etapas, en las que uno dice: oiga, pero ya firmaron, pero volvieron a firmar. Eso es refrendar. La votación de la gente es la que tiene la última autoridad sobre el proceso.
Me parece muy valioso que el Gobierno, teniendo otras opciones, decidiera consultar a la ciudadanía. No porque el Gobierno no tenga una posición clara, el Estado trabajó estos cuatro años con unidad de criterio, con mucha eficacia. Ahora la decisión la tienen en sus manos los ciudadanos.
¿Qué le dice a los detractores del pacto?
Perdone la expresión, no sé si en Panamá también vale, mejor sería no hacer el oso [el ridículo]. Teniendo la oportunidad de hacer la paz, ponernos a desconfiar con todo el rollo del Castrochavismo, pues no, pues Colombia no es Venezuela, y la clase gobernante en Colombia ha sido más juiciosa y más calificada. El mayor defecto de la dirigencia colombiana es no haber logrado evitar la violencia, y eso es lo que en este momento tiene prioridad. Colombia lleva manejando su política macroeconómica ejemplarmente por muchos años. Hemos tenido estabilidad frente a la inflación, hemos tenido crecimiento económico cuando casi toda América Latina no lo tenía. Pero lo grave, lo grave es que en estos seis años de éxito económico nos seguimos matando. Tenemos que dejar de matarnos.
¿Qué piensa de la posibilidad de las FARC en el Congreso?
La democracia podría eventualmente permitir eso, pero si uno no es capaz de imaginarse ese escenario y cómo se resolvería, es porque uno no es suficientemente demócrata. Es obvio que cuando uno participa en unas votaciones y lo favorecen a uno, pues uno dice: qué bueno, qué bonita es la democracia. Ahora, lo realmente bonito es cuando alguien a pesar de que pierde unas elecciones es capaz de reconocer que ese fue el resultado, no salir a llorar como pasó con López Obrador [excandidato presidencial de México] por cuatro años, dolido por unos resultados electorales. Si uno cree en las elecciones cuando gana, uno debe creer en las elecciones cuando pierde.