Seis meses de protestas contra el presidente Daniel Ortega mantienen sumida a Nicaragua en una profunda crisis, que deja más de 320 muertos y centenares de detenidos, una economía en caída libre y un gobierno que según analistas se aferra al poder haciendo uso del miedo.
“Aquí nos quedamos todos” ha sido la respuesta reiterada de Ortega a los pedidos de renuncia de sus opositores, que con marchas, bloqueos y todo tipo de protesta se han manifestado contra el gobierno desde el 18 de abril.
Ni las presiones económicas, ni las denuncias internacionales de violación de derechos humanos en el marco de la represión a las protestas, parecen poner en jaque a este exguerrillero de 72 años, que ayudó a derrocar a la dictadura de Anastasio Somoza en la década de 1970 y que considera a las manifestaciones un intento de golpe de Estado.
Después de unos primeros meses en los que reinó el caos en el país por los bloqueos de vías y los choques diarios entre manifestantes, las llamadas “turbas sandinistas” y las fuerzas del orden, el mandatario –al que acusan de autoritarismo, corrupción y nepotismo– proclamó en julio el retorno a la normalidad.
Pero las protestas, aunque han tenido picos de menor actividad, no han cesado y en las últimas semanas han aumentado las detenciones y los juicios y condenas a opositores apresados en las manifestaciones.
“Es a través de las elecciones, de los votos que se cambian gobiernos en Nicaragua (...) así lo heredó la revolución con la Constitución de la Revolución (1987). No es por golpes”, ha respondido Ortega de forma reiterada a esfuerzos de opositores para su renuncia. Pero descartó adelantarlas antes del 2021.
“Parece que el gobierno está en la fase más autista, como que el mundo no existe, y lo que ha hecho es escalar la represión, aplicar un estado policial de terrorismo de Estado”, dijo a la AFP el exdiplomático Mauricio Díaz, de la oposición socialcristiana.
Pese a la desaparición de los bloqueos y al mensaje oficial de que todo está normal, “estamos viviendo en un estado de terror permanente”, aseguró de su lado el sociólogo Óscar Vargas.