El papa Francisco denunció este miércoles, 17 de enero, el uso de la violencia para obtener ganancias políticas, mientras viajaba al corazón del conflicto secular de Chile con los pueblos indígenas, donde varios ataques incendiarios contra iglesias han sido atribuidos a facciones mapuches radicales que presionan por su causa.
Horas después de que otras dos iglesias y tres helicópteros fueran incendiados, Francisco celebró la misa en una antigua base militar que no solamente se ubica en tierras mapuche disputadas, sino que también fue un antiguo centro de detención utilizado durante la brutal dictadura militar en el país sudamericano.
Dirigiéndose ante unas 150 mil personas y en un momento de oración silenciosa, el papa argentino dijo que los fértiles campos verdes y las montañas nevadas del sur de la Araucanía fueron bendecidos por Dios y malditos por el hombre. Un lugar -refirió- donde se registraron "graves violaciones de derechos humanos" durante la dictadura de 1973-1990.
“Ofrecemos esta misa para todos aquellos que sufrieron y murieron, y para aquellos que soportan diariamente la carga de muchas de esas injusticias", señaló el Santo Padre. El papa se refirió a la violencia más reciente que estalló en Araucanía, el corazón de los mapuches y una de las regiones más pobres de Chile.
Hoy oramos por todos los que sufrieron y murieron, y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias.
Nadie se ha atribuido la responsabilidad por las bombas incendiarias que han dañado o en algunos casos pulverizado iglesias en los últimos días, o los tres helicópteros que fueron quemados durante la noche previa al viaje del pontífice a Temuco. El fiscal Enrique Vásquez dijo el miércoles a la prensa local que los investigadores encontraron carteles y panfletos que exigían la liberación de los prisioneros mapuches en la escena de la iglesia incendiada, mientras que se hallaron panfletos pro mapuches en el lugar de los helicópteros quemados.
Francisco exhortó a la “no violencia activa” durante la misa en Temuco, 700 kilómetros al sur de Santiago, en la que convergieron indígenas mapuches y chilenos separados por siglos de diferencias desde que el Estado chileno arrinconó a los mapuches al sur y permitió el despojo de sus tierras ancestrales. Ante esa fuerte división, Francisco destacó que “la unidad no es un simulacro ni de integración forzada, ni de marginación armonizadora”. “La unidad es una diversidad reconciliada porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias”, enfatizó.
Dijo que existen dos formas de violencia que más que impulsar los procesos de unidad y reconciliación terminan por amenazarlos, en alusión a la elaboración de “bellos” acuerdos que luego no se concretan y que terminan como una forma de violencia “porque frustra la esperanza”. Abogó asimismo por la búsqueda del “diálogo para la unidad”.
En los alrededores de la ciudad capital de la región de la Araucanía son habituales los atentados de indígenas o encapuchados a forestales, propiedades de descendientes de colonos europeos, maquinarias agrícolas y a camiones. La región está absolutamente militarizada, con decenas de empresas o campos con custodia permanente y son periódicas las represiones contra indígenas, cuyas casas son allanadas por policías que rompen muebles y no se frenan de disparar gases lacrimógenos al interior de jardines de infantes mapuches.
El tema indígena, a diferencia del de los abusos sexuales de religiosos contra niños y adultos, sí estaba en su agenda del viaje papal, así como el de la inmigración, que abordará el santo padre el jueves en el norte chileno.