El papa Francisco volvió a sacudir las conciencias de los jóvenes. Era la última vez que iba a reunirse con ellos antes de emprender el viaje de vuelta a Roma, después de haber participado durante cinco días en la XXXI Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), Cracovia (Polonia), y quiso dejarles claro cuál es la hoja de ruta.
"Podéis hacer surgir una humanidad diferente, sin esperar a que os digan «qué buenos sois», sino buscando el bien por sí mismo, felices de conservar el corazón limpio y de luchar pacíficamente por la honestidad y la justicia", les instó inyectándoles la energía necesaria.
Y agregó: "No os detengáis en la superficie de las cosas y desconfiad de las liturgias mundanas de la apariencia, del maquillaje del alma para aparentar mejores. Por el contrario, instalad bien la conexión más estable, la de un corazón que ve y transmite el bien sin cansarse".
Más que el anciano de una institución milenaria, que es consciente de que su mensaje doctrinal ya no cala en la sociedad como antes, Jorge Mario Bergoglio parecía un líder de masas radical que arengaba a sus huestes para ser soldados de la paz y llevar la fraternidad a los pueblos.
"Puede que os juzguen como unos soñadores, porque creéis en una nueva humanidad, que no acepta el odio entre los pueblos, ni ve las fronteras de los países como una barrera y custodia las propias tradiciones sin egoísmo y resentimiento. No os desaniméis: con vuestra sonrisa y vuestros brazos abiertos predicáis la esperanza y sois una bendición para la única familia humana, tan bien representada por vosotros aquí", instó.
Era la misa de clausura de la JMJ y, como tal, la homilía tuvo una gran carga de evangelización apostólica. "Entendéis entonces que no aceptarse, vivir infelices y pensar en negativo significa no reconocer nuestra identidad más auténtica: es como darse la vuelta cuando Dios quiere fijar sus ojos en mí; Dios es fiel en su amor, y hasta obstinado. Nos ayudará pensar que nos ama más de lo que nosotros nos amamos, que cree en nosotros más que nosotros mismos, que está siempre de nuestra parte, como el más acérrimo de los hinchas", señaló en un mensaje muy pastoral.
Francisco es un gran observador de la realidad y trató de acercar su discurso a las prácticas sociológicas de los jóvenes de hoy. Por eso, usó muchas palabras del campo léxico de internet tratar de reforzar la fe de los jóvenes.
"Dios espera que, entre tantos contactos y chats de cada día, el primer puesto lo ocupe el hilo de oro de la oración", determinó.
El papa señaló como uno de los engaños del mundo de hoy la superficialidad y la banalidad. En este sentido, pidió a los jóvenes que no se detengan ante "las apariencias" y que busquen relaciones auténticas que miran "al corazón".
"No os dejéis anestesiar el alma, sino aspirad a la meta del amor hermoso, que exige también renuncia, y un «no» fuerte al doping del éxito a cualquier precio y a la droga de pensar solo en sí mismo y en la propia comodidad”, dijo.
De nuevo alentó a los jóvenes a que tomen las riendas de su futuro y les alertó contra el "virus" de la tristeza "que infecta y paraliza todo" impidiendo que la vida pueda recomenzar. "Complacerse en la tristeza no es digno de nuestra estatura espiritual", señaló.
En el Campus de la Misericordia –el espacio habilitado a las afueras de Cracovia que se reconvertirá en un centro de día para ancianos y un establecimiento de Cáritas– Bergoglio volvió a conquistar el corazón de los jóvenes que volverán a sus casas transformados.