El papa Francisco cerraba el jueves su visita a Chile reuniéndose con miembros de la creciente población inmigrante en el país sudamericano, que acuden a la economía más fuerte y estable de la región pero se ven en medio de un descontento político y social en aumento.
Tras un emotivo encuentro el miércoles con indígenas mapuches en el sur del país, Francisco viajaba el jueves a la ciudad norteña de Iquique, donde hay casi dos docenas de barriadas de inmigrantes.
Allí tenía previsto oficiar una misa antes de dirigirse a Perú para el último tramo de su gira por los dos países.
Francisco pide desde hace años que los países reciban con los brazos abiertos a inmigrantes y refugiados que huyen de la guerra, la sequía o la escasez, un mensaje que a menudo cae en oídos sordos en Europa, donde la crisis migrante ha sido un factor clave en la política en los últimos años.
A su llegada a Chile, Francisco dijo que el futuro del país depende de su capacidad de escuchar, incluyendo “escuchar a los migrantes, que llaman a las puertas de este país en busca de mejora y, a su vez, con la fuerza y la esperanza de querer construir un futuro mejor para todos”.
Aunque las cifras son relativamente pequeñas, Chile registró el mayor aumento anual en población migrante de cualquier país de América Latina entre 2010 y 2015, según estadísticas de Naciones Unidas y la Iglesia.
La mayoría de los recién llegados son haitianos, que a menudo encuentran barreras de idioma que limitan sus perspectivas de empleo.
Aunque Chile no ha tenido una campaña antiinmigrantes como las de Estados Unidos y Europa, el gobierno conservador entrante del presidente electo Sebastián Piñera ha indicado que intentará limitar la inmigración.
Piñera, que ya fue presidente entre 2010 y 2014, dijo durante su campaña que Chile seguirá siendo hospitalario con los inmigrantes que cumplen la ley y quieren ser miembros productivos de la sociedad.
“Queremos cerrarle las puertas al narcotráfico, al contrabando que muchas veces va asociado y, sobre todo, lo que queremos es que la gente que viene a Chile respete nuestra ley”, dijo Piñera en octubre a la radio local ADN.
Los grupos de defensa de los migrantes dijeron temer grandes cambios cuando Piñera asuma el cargo en marzo de manos de la actual presidenta, Michelle Bachelet.
Francisco participó el miércoles en uno de sus actos más esperados: celebrar una misa para los mapuches en medio de unos episodios de violencia sin precedentes coincidiendo con su visita.
Casi una docena de iglesias y tres helicópteros fueron incendiados en los últimos días. En su homilía en el corazón de la inestable región de la Araucanía, Francisco acusó a radicales mapuches de la violencia y reclamó al gobierno que actúe.
La violencia debe terminar, señaló, y el gobierno debe hacer más que simplemente negociar acuerdos “elegantes” pero en definitiva inútiles con los indígenas.
“No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división. La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y la separación.La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa”, afirmó.
Tras la misa, Francisca Linconao, una líder mapuche que se vio implicada en la muerte de una pareja de granjeros quemados vivos en 2013, intentó acercarse a Francisco cuando pasaba en su papamóvil, pero la policía la mantuvo apartada.
Ella dijo que quería entregarle una carta pidiéndole que intervenga en el largo conflicto y proclamando su inocencia.
“El papa podría hablar, mediar sobre la Araucanía, sobre los mapuches que injustamente los están encarcelando”, dijo Linconao a The Associated Press.