En caso de un desplome de la economía estadounidense, Donald Trump ha mencionado un plan de recuperación basado en su propia experiencia con bancarrota corporativa: pagarle a los acreedores de Estados Unidos menos del valor nominal de los bonos del Tesoro que poseen.
Expertos dicen que se trata de una idea peligrosa que haría dispararse las tasas de interés, descarrilaría el crecimiento económico y minaría la confianza en el activo financiero más confiable en el mundo.
El virtual candidato presidencial del Partido Republicano insinuó en una entrevista telefónica el jueves con la cadena CNBC que estimularía el crecimiento con deuda. Si hubiese problemas, añadió, buscaría que los inversionistas aceptasen pagos reducidos de sus bonos.
Trump aclaró más tarde que el comentario quería decir que él ofrecería comprar los bonos a descuento con esperanzas de refinanciarlos a tasas más bajas. "Yo usaría bonos, a sabiendas de que, si la economía se desploma, puedes conseguir una rebaja", dijo Trump.
Un paso tal, nunca antes intentado por el gobierno estadounidense, casi seguramente asustaría a inversionistas cuya confianza en los bonos de Tesoro mantienen operando los mercados financieros globales.
La necesidad de refinanciar muy probablemente haría que las tasas de interés se dispararan, ya que los inversionistas demandarían mayores ingresos por el riesgo de un impago.
Más dólares del contribuyente tendrían que ser dedicados a pagar la deuda. Muchos inversionistas pasarían su dinero a otras inversiones. Y la economía sufriría un golpe traumático. "Parece que Trump está tratando de administrar el país como una de sus fallidas empresas, y eso no augura nada bueno", dijo Megan Grene, economista en jefe de Manulife.
La medida además pondría fin a una política introducida durante el gobierno de George Washington de pagar por completo las deudas del país. La certeza de pago por parte del gobierno estadounidense ha complacido a inversionistas y apoyado la economía porque el país puede vender bonos a tasas más bajas de esa manera.
"Incumplir nuestras obligaciones de la deuda haría que los acreedores cuestionasen con todo derecho el compromiso que hacemos", dijo Tony Fratto, funcionario del Tesoro durante el gobierno de George W. Bush. "No es una idea seria, es una idea desquiciada".
Trump ha pregonado su astucia a la hora de reestructurar cuatro de sus compañías con las leyes de bancarrota.Pero un país funciona de forma diferente a una empresa. Las naciones imprimen su propio dinero y pagan su deuda por medio de impuestos, a diferencia de las corporaciones, que pueden vender propiedades y acciones o cerrar el negocio. Las tasas de interés se dispararían si un gobierno se niega a pagar lo que debe, pues los inversionistas considerarían en el precio el riesgo de un impago y se mostrarían renuentes a prestar.
"Empeoraría una mala situación e incrementaría el costo para Estados Unidos de su deuda futura, porque habríamos perdido crédito", dijo Chad Stone, economista del Center on Budget and Policy Priorities.