Raúl Castro entregó la presidencia de Cuba a Miguel Díaz-Canel, un cambio generacional pero no de modelo: el general de 86 años se aseguró que su sucesor de 58 años esté comprometido con preservar el legado socialista, aun cuando algunas reformas económicas serán necesarias.
La salida de Raúl Castro tiene un gran simbolismo, pues voltea la página a seis décadas de poder de los hermanos Castro, pero no anuncia por sí sola grandes cambios en la isla, al menos en un corto plazo. Incluso dejó en claro que la asunción de Díaz-Canel "no es casualidad, sino que se previó" y que fue preparado para el desafío.
En esas condiciones "es difícil imaginar de repente que algún cambio o las reformas tomarán un ritmo acelerado", anticipa Peter Hakim, del centro de investigaciones Diálogo Interamericano, con sede en Washington. En la ceremonia de traspaso el jueves, sucesor y sucedido insistieron en la continuidad del socialismo, garantizada por el hecho de que Raúl Castro se mantendrá hasta 2021 a la cabeza del gobernante Partido Comunista (PCC), núcleo del poder cubano.
En su primer discurso, Díaz-Canel subrayó que Raúl "encabezará las decisiones de gran importancia para el presente y el futuro del país" y advirtió que "no hay espacio para una transición que desconozca o destruya el legado de tantos años de lucha". El Consejo de Estado, máximo órgano de poder que él preside, fue parcialmente renovado. Pero varios representantes de la vieja guardia, como Ramiro Valdés, Guillermo García y Leopoldo Cintra Frías, parecen anclados.
Aunque un cambio de sistema está descartado, se requieren reformas políticas y la actualización de una economía inspirada en el modelo soviético. Algunas modificaciones ya están en marcha. Castro aprovechó su discurso de despedida para anunciar el jueves que se estudia una reforma constitucional para adaptar las leyes "a las transformaciones políticas, económicas y sociales" del país. Este proyecto, que puede restablecer el puesto de un primer ministro, será sometido a referendo, pero Raúl no dio fechas y precisó que "no pretendemos modificar el carácter irrevocable del socialismo (...) ni el papel dirigente del Partido Comunista".
Ingeniero electrónico, Díaz-Canel deberá continuar con las reformas que introducen una dosis de mercado en una economía mayoritariamente estatal, en la que salario promedio no supera los 30 dólares. Esta "actualización", emprendida por Raúl Castro, debe profundizarse para reactivar a una economía altamente dependiente de las importaciones y de la ayuda de su aliada Venezuela, hoy debilitada.
El crecimiento del PIB fue de 1.6% en 2017. Respecto a la eliminación de la dualidad monetaria, un sistema único en el mundo que provoca distorsiones en la economía desde 1994, con dos monedas locales circulando y tasas de cambio preferenciales para las empresas estatales. Raúl Castro admitió que sigue causando "serios dolores de cabeza" a los líderes cubanos.
Para los que anticipan un giro de Cuba hacia el modelo vietnamita o el chino, Díaz-Canel previno que "en esta legislatura no habrá espacio para los que aspiran a una restauración capitalista, esta legislatura defenderá la revolución y continuará el perfeccionamiento". "Eso no va a ser en dos días", predice el politólogo cubano Esteban Morales, que no ve que Díaz-Canel "de inmediato pueda lanzarse a hacer una serie de cosas".
"El proyecto tiene dificultades, tiene deficiencias, hay que mejorarlo, perfeccionarlo (...) Pero no se va a lograr con un hombre solo. Se tiene que lograr con mucha unidad, mucha coherencia", agrega. A la espera del anuncio de la composición del Consejo de Ministros (ejecutivo), pospuesto para mediados de año, se plantea la interrogante sobre la dinámica en torno a la cual se articulará el dúo a la cabeza del Estado cubano.
Por primera vez en décadas, el presidente del Consejo de Estado y de Ministros no ejercerá simultáneamente el cargo de primer secretario del partido único PCC, que Raúl ocupará hasta 2021.