Donald Trump viajará el martes a Texas en su primera salida desde el violento asalto al Capitolio, señalando claramente su voluntad de permanecer en la Casa Blanca hasta el final de su mandato, pese a la presión de los demócratas del Congreso que exigen su salida inmediata.
En plena tormenta a pocos días del fin de su gobierno, Trump se reunió el lunes por la tarde con su vicepresidente, Mike Pence, quien −según parece− ha decidido hacer frente común con él ante los demócratas, rechazando los pedidos para apartarle del poder invocando la 25ª Enmienda de la Constitución.
La salida del presidente estadounidense hacia Alamo, en el sur de Texas, está prevista para las 10H00 locales (15H00 GMT), aunque la Casa Blanca fue especialmente discreta sobre el programa de la jornada en este gran Estado fronterizo con México.
¿El objetivo del viaje, según el ejecutivo? “Marcar la finalización de más de 400 millas (640 km) de muro fronterizo, promesa realizada, −promesa cumplida− y poner en valor los esfuerzos de su gobierno para reformar un sistema de inmigración disfuncional”.
Los resultados, sin embargo, están muy lejos del “gran, magnífico” muro prometido por Trump en la campaña de 2016.
Del total, solo una veintena de kilómetros han sido construidos en zonas en las que no existía ninguna barrera física antes. El resto corresponde a mejoras o refuerzos de barreras existentes.
Y México nunca ha pagado por el muro, como había prometido el magnate inmobiliario.
Mientras, en Washington se prepara un proceso que quedará para la historia, pero que podría hipotecar también el eventual futuro político de Trump.
El multimillonario republicano podría convertirse en el primer presidente estadounidense que es sometido a dos juicios políticos en el Congreso, o impeachment.
La Cámara de Representantes examinará el acto de acusación el miércoles y debería votar el mismo día.