El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, anunció que puso fin a la investigación Lava Jato, que ha enviado a la cárcel a cientos de agentes del poder político y empresarial de Brasil, porque la corrupción ya no es un problema en su Gobierno.
El presidente de extrema derecha, elegido en 2018 por su plataforma de ley y orden, dijo sentirse “orgulloso” de ver el fin de la operación que, desde su creación en 2014, llevó tras las rejas el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, su rival político, así como los directores ejecutivos de empresas de construcción que fueron condenados por participar en un gran esquema de sobornos que desvió miles de millones de dólares de las arcas públicas.
“Terminé Lava Jato porque no hay más corrupción en el Gobierno”, dijo Bolsonaro durante un evento de aviación en Brasilia. “Sé que esto no es una virtud, es una obligación”.
Si bien la operación aún está en curso –el miércoles temprano, la policía lanzó la 76a fase de la investigación–, la administración de Bolsonaro ha estado desmantelando la estructura detrás de Lava Jato durante meses, y muchos de sus miembros renunciaron a trasladarse a otros puestos. Sergio Moro, quien fue juez principal y rostro público de la operación antes de incorporarse al Gobierno para convertirse en ministro de Justicia, renunció a su cargo en abril, acusando a Bolsonaro de intentar inmiscuirse en la policía federal.
La policía federal, similar al FBI, ha estado llevando a cabo una serie de investigaciones con potencial para implicar a los hijos de Bolsonaro, incluida una investigación sobre la difusión de noticias falsas y otra sobre presuntas irregularidades con sus empleados en la asamblea estatal de Río de Janeiro. La familia, que no ha estado involucrada en la investigación Lava Jato, niega haber actuado mal.


