La jueza Amy Coney Barrett, nominada por el presidente Donald Trump para la Corte Suprema de Estados Unidos, aseguró este martes 13 de octubre que su fe católica no pesará en sus decisiones, pero se negó a opinar sobre la sentencia del alto tribunal que legalizó el aborto.
Frente a los senadores encargados de confirmar su nominación, la magistrada afirmó que esta decisión de 1973, denominada Roe V. Wade, no está grabada en mármol.
“Roe no es un superprecedente”, aseguró Barrett, de 48 años, distinguiéndola de otras medidas pasadas que ya no son objeto de ninguna contestación. “Eso no quiere decir que deba ser anulada”, añadió sin embargo la jueza, opuesta al aborto a título personal.
Trump la designó el 26 de septiembre para reemplazar al ícono progresista Ruth Bader Ginsburg, fallecida ocho días antes y apuesta por la mayoría republicana en el Senado para validar su nombramiento antes de la elección del 3 de noviembre.
Tras una primera jornada dedicada a las declaraciones generales, la cámara alta del Congreso sometió a Barret a una batería de preguntas que, a pesar de mantener la cortesía, evidenció de nuevo las profundas divisiones suscitadas por su candidatura.
Conforme la Constitución, Barrett debe obtener el aval del Senado para entrar al templo del derecho estadounidense, donde ya cinco de los nueve miembros son jueces conservadores.