La contienda entre el Sí y el No

La contienda entre el Sí y el No


El tema no es otro que el acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Acapara los noticieros, arrasa en las reuniones sociales, se riega por las calles.

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Colombia frente al reto de implementar el acuerdo de pazClara Rojas le apuesta al perdón y a la pazLos motivos del no

En Colombia se conjuga todo lo que solo puede activar la expectativa de una guerra de 52 años. Entre los colombianos cunde la esperanza y la apatía, el amor y el temor ante lo desconocido. El dolor y el perdón. El lunes, cuando se firmó el acuerdo de paz en Cartagena entre el presidente Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño Echeverri (Timochenko), comandante en jefe de las Farc, una reunión espontánea colmó la Plaza de Bolívar delante del Palacio de Nariño, sede de la Presidencia. Los encuentros se multiplicaron en las ciudades principales, pero fuera de Cartagena no se vivió una fiesta nacional como cuando la selección de fútbol clasifica a una Copa del Mundo.

Wilson conduce un Uber desde hace seis meses y tiene su voto decidido. Se leyó las 297 páginas del acuerdo y va por el No. Asegura estar convencido de que el Tribunal de Justicia incorporado en los acuerdos para decidir las penas de los delitos de los guerrilleros de las Farc será blando en las decisiones y no les impondrá castigos válidos. “Una cosa es lo que dice el papel y otra lo que van a hacer. (...) Ahora lo pintan todo bonito, pero después, cuando tengan poder y ya sean políticos como siempre han querido, quién sabe qué vaya a pasar”.

A Wilson le preocupa además que las Farc tengan en la selva caletas [escondites] con dinero del narcotráfico, pago de secuestros, minería ilegal o extorsión a instituciones públicas. Recursos líquidos a mano para usarse en el financiamiento de sus campañas proselitistas cuando se conviertan en un partido político.

Pero Wilson está convencido de que pese a su voto en contra, ganará el Sí, de la misma manera como lo reconoce el expresidente Álvaro Uribe, el mayor detractor del acuerdo. Wilson sustenta su afirmación en que de cada 10 de sus clientes, ocho van por el Sí. A todos, cuenta, les pregunta cómo votarán.

En la radio de la Kia Sportage conducida por Wilson, quien escucha noticias todo el día “para ver si algo lo hace cambiar de parecer”, transmiten propagandas cortas en favor y en contra. Las que aprueban los acuerdos enfatizan en el perdón que ofreció Timochenko en Cartagena, en la que destaca que la paz es posible, y la del no, que las Farc no merecen tantas concesiones.

En las calles de la desordenada y caótica capital colombiana abundan las pancartas y los afiches. En el norte de Bogotá la propaganda a favor y en contra parece muy equilibrada. “Por una paz verdadera vota no”, dicen unos. Los contrarios proponen: “por la paz de tus hijos vota sí”.

Ya solo faltan unos cuantos días para el plebiscito y los promotores de ambos lados agitan las campañas. Se escuchan pequeñas caravanas por aquí y por allá. Se ven decenas de volantes en el piso. Programa de televisión que sintonice la gente, programa que aborda el proceso de paz. Eso sin contar las visitas puerta a puerta.

“He visto cómo mataban en los pueblos. Cómo se llevaban a las niñas a las malas… Descuartizaban a la gente y se las tiraban a los animales. A ellos los van a indemnizar y con nuestra plata, y van a vivir mejor que nosotros que sí trabajamos con el sudor de nuestra frente. No voy a perder mi tiempo yendo a votar”, alega la enfermera Leyda en una conversación con Sandra, la señora con quien trabaja en labores domésticas. Su voto abultará aquello anticipado en las encuestas como un altísimo abstencionismo en un país acostumbrado a ello.

“Si usted no vota, su voto vale por el Sí. Al menos vote no”, riposta Sandra, decidida a votar negativamente. “Dios dice que hay que perdonar, pero también que hay que pagar por lo que uno hace y ese acuerdo no va a hacer que nadie pague nada. Porque quienes van a mandar en Colombia son ellos”.

Leyda habla desde el dolor. El hermano de su papá es una de las más de 260 mil víctimas que dejaron los combates en 52 años de guerra en Colombia. “A mi tío lo descuartizaron por no pagar la vacuna -el impuesto extorsivo exigido por las Farc-. Cárcel o nada con ellos”.

El país se siente tan polarizado ahora como politizado siempre. En el salón de belleza una manicurista debate con una estilista. Ninguna leyó el acuerdo y en ambas se siente apatía y desconocimiento. La experta en manos defiende el Sí con el argumento del gobierno de que un acuerdo imperfecto es mejor que la guerra. La erudita en peinados espeta que el gobierno y las Farc tienen una componenda. No demoran en salir -como por arte de magia y como sucede en casi todas las conversaciones sobre el proceso de paz- los nombres de Juan Manuel Santos y de Álvaro Uribe. Una es uribista y la otra santista. Y así es como pareciera que se definieron sus votos. Sobran los votos.

En el norte de la capital se sienten aires de tranquilidad. Por lo menos en comparación con las ciudades apartadas donde hasta los simpatizantes de ambos lados se fueron a las vías de hecho para lanzarse piedras, sin antes esbozar un argumento. Es la ironía de la violencia sobre las palabras.

Lo cierto es que hay falsedades de lado y lado. Los del No inventan y repiten detalles que No están en el acuerdo. Los del Sí se apegan a la teoría que si gana el No, la guerrilla se tomará Colombia.

Abogado y administrador público, profesor de política en la escuela de negocios Colegio de Estudios Superiores en Administración e hijo del exalcalde Jaime Castro, Andrés lidera un movimiento por el No. Él estaba convencido del no pero ahora lo está dudando. Cree que se mantendrán estas inquietudes hasta el momento de enfrentar el tarjetón.

El “no sé” es la situación actual de millones de colombianos. A diferencia de otras elecciones, en este plebiscito no hay maquinarias que muevan el voto. Los partidos no tienen los recursos, como es tradición y según Andrés Castro es una práctica que consiste en “conseguir votos a cambio de un almuerzo, refrigerios o algo más”.

Según la Registraduría Nacional de Colombia, un total de 34 millones 899 mil 945 colombianos están habilitados para votar en el país y en el exterior. Podrán hacerlo en en los 11 mil 34 puestos de votación. Pero se calcula que de esos colombianos, poco más de 11 millones ejercerán el sufragio. Se necesitan 4 millones 536 mil 993 por el Sí para que sea aprobado el acuerdo.

Dos motivos principales llevan al abogado a dudar del acuerdo. Uno de ellos es el mismo que tiene a Wilson, el conductor de Uber: la justicia transicional del tribunal especial de paz. Según Andrés, como quedó definido en el acuerdo, puede haber impunidad. Aún se desconoce la conformación de este cuerpo colegial y cómo van a revisarse los imputados y los delitos. “Es posible que el tribunal encuentre que los delitos no ameriten una pena, y eso es muy delicado porque nuestro nivel de impunidad es muy alto, y estamos creando un sistema paralelo en vez de reforzar el ya existente”. En la mesa de negociación, las Farc pusieron como condición no pagar ni un día de cárcel.

El otro motivo de Andrés es político. En los procesos anteriores de desmovilización y de reintegración nunca se otorgó un derecho en participación política, con curules en el Congreso. Una vez convertidos en partido político, los exguerrilleros van a participar en procesos electorales. Con votos o sin ellos, entran al Congreso: cinco van al Senado y otros cinco a la Cámara. “Se crearán jurisdicciones especiales donde ellos tengan mayores influencias. Y ahí uno supone obtendrían otras curules. Entran con ventaja”.

“Y lo otro pero eso es más jurídico”, sostiene, “es que el acuerdo final se integra al bloque de constitucionalidad. Es decir, es intocable. Como si fueran otro Estado. Eso es muy delicado. Aquí puede pasar cualquier cosa”.

Esos dos temores asaltan al abogado respecto del acuerdo. “Hay que perdonar, reconciliar y buscarle salida, pero aquello que lograron las Farc es más de aquello pudieran haber alcanzado con las armas. Nunca se hubieran tomado el poder”, se debate Andrés.

La economista y politóloga Patricia García es consciente de las preocupaciones de Andrés. “Dudo que los que queremos este cambio pensemos que con el acuerdo se solucionarán los brotes de violencia antisistema”, explica. Para ella “esta es la gran oportunidad de cambiar eso y de pasar de la intolerancia violenta al debate pacífico”.

Similiar piensa Nicolás Morales, columnista de la revista Arcadia, quien tiene claro que votará por el Sí, aunque eso no borra su percepción de que “las Farc fue la peor guerrilla que nos hubiera podido tocar”. Nunca olvidará, por ejemplo, las minas descuartizadoras, cuyos efectos vio cuando prestaba servicio militar. Aún así, acepta que “del otro lado hubo cosas terribles, tanto del Estado como del monstruoso paramilitarismo”. Pero, aclara, “defiendo los acuerdos. Y espero que saquemos conclusiones como nación y perdonemos todo lo que hay que perdonar de ambos lados. Uno puede también ladrar y votar por el Sí”.

Patricia dice no recordar haber vivido nunca sin la angustia, a veces más cercana, a veces más lejana, de entrar en el lugar equivocado y perderlo todo por un ataque. “Colombia ha vivido con la costumbre de perder a su gente, ya sea por el secuestro, el exilio o el desplazamiento. Este acuerdo les abre las puertas a convertir a todos esos jóvenes que fueron llevados a la guerrilla por la fuerza o por la falta de conocimiento o por la falta de un Estado protector. Podrán vivir libres y escoger sus profesiones. Podrán tener familia y aportar a la vida nacional. ¿Cómo no pensar que esto por fin rompe con el ciclo de campesinos que nunca vivieron algo diferente al miedo?”, piensa Patricia.

Está segura de que el acuerdo será falible: es el resultado de todos los aciertos y yerros de gobiernos pasados. Pero se tranquiliza de que el documento firmado tiene la experiencia de reconocidos expertos nacionales e internacionales.

Eso, aunado a la experiencia que dejaron nueve negociaciones de paz anteriores, al andamiaje jurídico que respalda el documento y a los organismos internacionales que verificarán la implementación, tranquiliza también a la abogada Elsa María Álvarez, quien trabajó en la agencia Acción Social de la Presidencia de la República (enfocada a la población pobre, vulnerable, desplazados y víctimas de la violencia) en el segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2005-2008) y ahora hace campaña por el Sí. “Creo que es una oportunidad única e irrepetible en muchos años para darnos la oportunidad de transformarnos, de ser más incluyentes, de perdonarnos. Hemos vivido durante décadas con dolor y muchísimo miedo y llegó el momento de tener un acto de fe y confianza”, reflexiona consciente de que “tenemos un desafío muy grande como sociedad”.

Ciertamente, piensa Patricia, no se logró lo que querían varios: acabar militarmente con la guerrilla. “No será un acuerdo visceral donde se doblega al enemigo. Ninguna negociación lo es. No será la manera de vengar todo el daño que la guerrilla hizo. La venganza no soluciona el pasado. Pero será la manera de acabar con el daño en el futuro”.

 

 

Datos curiosos

* El 48% de los ciudadanos habilitados para sufragar son mujeres y el 52% son hombres.

* El puesto de mayor concentración de votantes es en Bogotá, en el centro de negocios Corferias.

* Artistas como Miguel Bosé, Joaquín Sabina, Juanes, Shakira y Fonseca han dicho públicamente que apoyan el sí.

* 15 mil de los 36 millones de tarjetones que habrá disponibles el domingo fueron escritos en braille, para que las personas ciegas puedan votar.

* Quienes voten tendrán derecho a medio día laboral libre y descuentos en centros educativos oficiales.

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