Allá en la década del 90, en sus finales, empecé a ponerle atención a las menciones de la firma panameña Mossack Fonseca. Pero mi interés por este bufete en particular –además de otros que estaban en el mismo negocio de vender sociedades– se originó por dos razones. La primera de ellas era que no tenía idea de dónde quedaba Niue.
Al poco tiempo busqué y así supe que era una diminuta isla nación, asociada a Nueva Zelanda, en el Pacífico –no lejos de la isla de Fiyi –, cuyos habitantes son pescadores y agricultores en su mayoría. Pues, de esta jurisdicción, Mossack Fonseca vendía sociedades anónimas.
Los años corrieron y Mossack Fonseca seguía aflorando de manera creciente en supuestos escándalos, especialmente internacionales.
En agosto de 2015, en Lima, Perú, cuando La Prensa investigaba el escándalo Odebrecht, fui contactado por Marina Walker, del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés). Sin entrar en detalles, Marina me presentó el proyecto telefónicamente. Las comunicaciones no eran las mejores, pero entendí que debía firmar un acuerdo de confidencialidad y que habría que viajar a Múnich, Alemania, para hablar en detalle del proyecto con los periodistas involucrados.
Sobre esto hay que hacer un par de anotaciones. Un proyecto a escala como este y de acuerdo con los requisitos del ICIJ, tiene dos bases importantes: confidencialidad y cooperación absoluta. Un proyecto de tan alta confidencialidad es y seguirá siendo base angular de cualquier investigación, pues este sigilo permite a los periodistas hacer sus averiguaciones sin mayor apremio que el día y la hora de publicar.
Para algunos medios, como le ocurrió a The New York Times antes, compartir todos los hallazgos en la investigación no va con su política. Pero en este proyecto, la condición quedó establecida desde la firma del acuerdo de confidencialidad, que La Prensa no firmó sin previamente consultar a nuestros asesores legales y la autorización de la directora del diario, Lourdes de Obaldía.
Para participar en la investigación, el ICIJ busca socios o colaboradores. Se vale de recomendaciones que giran en torno a la reputación de medios y periodistas. Incluso, en este proyecto, hay académicos que antes fueron periodistas, como Giannina Segnini, antigua jefa de Investigación de La Nación, de Costa Rica, quien ahora dicta clases en la Universidad de Columbia; o empresas alternativas de periodismo que tienen como base de publicación internet, como es el caso de IDL Reporteros; así como los medios tradicionales, televisión, impreso y la radio.
Es decir, esta investigación se realizó con los antiguos colaboradores de investigaciones anteriores y con varios otros que fueron invitados por ICIJ, como el caso de La Prensa, que entró al proyecto con varios meses de retraso respecto a otros, que llevaban varias historias investigadas.
LLEGAMOS A MÚNICH
Firmado el acuerdo, el ICIJ autorizó que este medio tuviera acceso a los documentos mediante procedimientos de seguridad, a fin de evitar sabotajes. Una mirada rápida al material me permitió calcular la enorme cantidad de documentos que había que revisar, poner en contexto e investigar. Entonces, el reto era revisar la extensa documentación.
En septiembre, fuimos a Múnich, a la sede del diario alemán Süddeutsche Zeitung, donde nos reunimos durante dos días. Pude reconocer a varios periodistas de investigación con los que hemos trabajado en el pasado de forma conjunta. A otros, a la mayoría, no los conocía personalmente, pero a algunos su reputación los antecedía. En esa reunión con el ICIJ hubo varias cosas que habría que destacar.
La primera es que había mucha curiosidad en el tema de las sociedades anónimas en Panamá y el Caribe, donde Mossack Fonseca tiene el grueso de sus sociedades inscritas. Sobre este tema, la subdirectora de La Prensa, Rita Vásquez, abogada, aclaró dudas, haciendo hincapié a las razones por las que Panamá no es un paraíso fiscal, y además resaltó que recientemente se habían aprobado leyes encaminadas a sanear la jurisdicción, sobre todo en temas de acciones al portador y debida diligencia.
En la reunión, los periodistas también decidieron la fecha de publicación, no sin antes definir un período de dos semanas para que todos los medios contactaran primero a los clientes de Mossack Fonseca que serían mencionados en sus respectivas historias y luego contactar a la firma para recoger su versión.
De ahí que en la fecha señalada, a mediados de marzo pasado, comenzaron a llegar a Panamá periodistas de medios de comunicación de prensa y televisión –entre ellos, la BBC de Londres– para hablar con los representantes de la firma.
La reunión de Múnich finalizó cuando los periodistas de varios países expusieron un resumen de los casos en los que trabajaban, compartiendo así sus hallazgos.
SE INICIA LA INVESTIGACIÓN
De regreso a Panamá, conformamos un equipo de periodistas, inicialmente integrado por Luis Burón, Scott Bronstein, Rita Vásquez, así como la directora Lourdes de Obaldía. Posteriormente se incorporaron Ereida Prieto-Barreiro y Yolanda Sandoval.
Meses después, a finales de febrero, tras una lista de hallazgos en Panamá y otras jurisdicciones, empezó el proceso para contactar a los protagonistas de las historias, quienes a su vez contactaron a Mossack Fonseca, hecho que corroboramos cuando representantes de la firma nos hicieron saber que sus clientes estaban recibiendo cuestionarios de nuestros periodistas o siendo entrevistados por La Prensa.
Las reuniones con nuestros asesores legales locales e internacionales continuaron a medida que se aproximaba la fecha de publicación, el domingo 4 de abril, a primera hora de la tarde.
La firma –luego de publicaciones de La Prensa sobre la vinculación de su franquicia en Brasil con la Operación Lava Jato– nos invitó a conocer sus oficinas y a darnos todas las explicaciones, enfatizando que estas serían dadas con toda la sinceridad.
La visita se concretó la semana pasada, con Ramón Fonseca Mora, socio de la firma, así como con Sara Montenegro, directora de Asuntos Legales de Mossack Fonseca, y otros ejecutivos del bufete.
Dos horas después, la reunión concluyó. El “día D” llegó y La Prensa se unió a las publicaciones de más de un centenar de medios de comunicación del mundo, en lo que se ha convertido en una tendencia mediática en el planeta.
Pero, volviendo al principio de este artículo, hubo una segunda razón por la que me interesó Niue y que fue la que me animó a unirme a esta investigación.
Al regresar a Panamá, después del viaje a Lima –donde me contactó el ICIJ–, recordé la isla de Niue y a Mossack Fonseca, pero no podía recordar dónde estaba la isla.
Fui a internet y escribí su nombre. Un artículo publicado en 2000, titulado “¿Dónde está Niue?”, relataba que Mossack Fonseca tenía derechos de exclusividad para vender sociedades de esta pequeña isla de 260 kilómetros cuadrados.
Pero lo verdaderamente interesante vino después: El Departamento de Estado de Estados Unidos, en su boletín International Narcotics Control Report, señalaba que Niue había sido ‘‘vinculada con procedimientos criminales de lavado desde Rusia y Sudamérica, especialmente a través del uso de las Compañías de Negocios Internacionales (IBC, por sus siglas en inglés)’’. El Departamento de Estado recalca que lo que atrae de las IBC de Niue es que tienen ‘‘los mecanismos ideales para los esquemas de lavado de dinero’’.
Hace 16 años de ello. Esta era la oportunidad de saber si Niue era lo que el Departamento de Estado decía. ¿Por qué no investigarlo ahora?