En 1979, Juan Pablo II ofició una misa y en 2006, Benedicto XVI pronunció un discurso. Pero Francisco, el tercer papa que pisa Auschwitz, eligió el silencio para visitar el mayor centro de exterminio de la historia del nazismo, donde se calcula que fueron asesinadas aproximadamente 1 millón 100 mil personas, la mayoría judías.
Con pesadumbre, el papa Francisco atravesó a pie el portal forjado en hierro con la inscripción Arbeit macht frei [El trabajo nos hace libres] que figura en la entrada de Auschwitz. Un lema falaz porque los cientos de miles de personas que llegaron hasta aquí, hacinados como animales en vagones entre 1940 y 1945, nunca encontraron la libertad.
Después visitó el bloque 11, donde los nazis encerraban a los prisioneros en celdas subterráneas para dejarlos morir de hambre y sed. Allí se detuvo durante unos minutos ante el muro de la muerte, en el patio que escenificó las escrupulosas selecciones de los que iban a ser ejecutados.
El papa acudió a la celda donde fue asesinado con una inyección letal Maximiliano Kolbe, un franciscano polaco que voluntariamente se ofreció a morir en lugar de un padre de familia judío. Justo hoy hace 75 años este sacerdote fue condenado a muerte. Los prisioneros llamaban a este lugar "el búnker del hambre" porque los que estaban en este angosto lugar morían de inanición. Kolbe grabó las paredes con cruces.
Durante su recorrido por este campo de concentración de 200 hectáreas, rodeado por 13 kilómetros de vallas, que entró en funcionamiento en 1940, el papa paseó ante las lápidas de mármol con inscripciones en los 23 idiomas de los prisioneros. Allí colocó una vela encendida y se reunió con 25 Justos de las naciones, como se denomina a aquellos que se esforzaron por detener el Holocausto y salvar a los judíos, mientras un rabino entonaba cantando el salmo bíblico 130, el De Profundis.
Después recorrió en el papamóvil los tres kilómetros que separan la verja de la puerta de Auschwitz de los cuatro crematorios construidos en Birkenau donde se quemaban los cuerpos después de ser gaseados en las fábricas de la muerte. En estas cámaras de gas puestas en marcha en enero de 1942, tras la conferencia de Wannsee -donde se planificó el exterminio de los judíos europeos- se podía ejecutar de 20 mil personas a 25 mil personas cada 24 horas.
LA VIOLINISTA CENTENARIA QUE SOBREVIVIÓ A AUSCHWITZ
El papa Francisco también saludó a 11 supervivientes del horror de estos campos. Entre ellos, estaba Helena Dunicz Niwiska. Esta anciana centenaria fue una violinista de talento que trabajó como esclava “musical” bajo las órdenes de los oficiales de las SS. Nació en 1915, en Viena, y con 28 años fue deportada hasta Auschwitz junto a su madre en octubre de 1943. Su madre solo sobrevivió dos meses.
El 27 de enero de 1945, los rusos liberaron del campo de los horrores a cerca de 3 mil prisioneros famélicos, muchos de ellos moribundos.
Han pasado 71 años y están a punto de desaparecer los últimos supervivientes y también los últimos verdugos de esta fábrica de la muerte construida por los nazis. Como señala el historiador Ian Kershaw, en su biografía sobre Hitler titulada Descenso a los infiernos. Europa 1914-1949, “muchos de los que tenían una mayor responsabilidad consiguieron escapar sin castigo y, en algunos casos, lograron prosperar y triunfar durante la posguerra".
De hecho, de los 6 mil 500 hombres de las SS que trabajaron en Auschwitz, tan solo 750 fueron condenados por varios delitos. El último, el 7 de julio de este año, Reinhold Hanning de 94 años fue condenado por un tribunal de Alemania a cinco años de prisión por “complicidad de 170 mil asesinatos”, aunque su estado de salud quizá no permita que cumpla la condena.
A su salida del campo de concentración, el papa Francisco escribió en el libro de honor: “Señor, ten piedad de tu pueblo. Señor, perdón por tanta crueldad”.