Las elecciones generales de 1948 fueron las últimas en las que el candidato presidencial del Partido Demócrata recibió la mayoría de los votos de los hombres blancos estadounidenses. Ese año ganó la reelección el entonces presidente Harry Truman. Desde entonces, el Partido Demócrata ha tenido que ensamblar una vasta coalición de grupos raciales, segmentos étnicos del electorado y buscar el respaldo mayoritario de las mujeres de todos los segmentos.
En las elecciones de 1980, se manifestó otra tendencia que marca hasta la actualidad los procesos electorales de los Estados Unidos: la mayoría de los votantes son mujeres.
El porcentaje de votos femeninos en la elección del año 2020 fue de 53% versus un 47% del voto masculino. Fue ese voto femenino el que convirtió al demócrata Joe Biden en presidente. Biden superó a su rival Donald Trump por 7 millones de votos. El respaldo de los demócratas fue mayoritario entre todos los segmentos raciales y étnicos de mujeres, hombres negros, hombres latinos y hombres blancos con título universitario.
El desafío del 2024
Los cuatro años transcurridos desde la última elección presidencial ha representado un gran desgaste para el Partido Demócrata. A la presidencia de Biden le tocó lidiar con la parte final de la pandemia, la vergonzosa salida de Afganistán, la crisis mundial de las cadenas de suministros, la guerra de Ucrania, la espiral inflacionaria, la megacrisis migratoria de mexicanos, venezolanos, cubanos y centroamericanos, entrando irregularmente a los Estados Unidos, y el declive en el habla y las capacidades cognitivas del propio presidente Biden. Por si fuera poco, los demócratas llevaron adelante de forma muy inepta los casos penales contra Donald Trump, que se desarrollaban casi al mismo tiempo de la causa contra Hunter Biden, hijo del presidente.
Trump encontró tres puntos débiles de los demócratas: la percepción de fragilidad de Biden, la inmigración descontrolada y la economía. El 16 de julio de este año, Joe Biden declinó sus aspiraciones presidenciales en favor de su vicepresidenta Kamala Harris. Eso eliminó la primera línea de ataque de Trump, pero le abrió la puerta a un descarnado y grotesco machismo condimentado por el peor racismo.
Aunque el tema migratorio ha sido controlado en cierto grado, el daño está hecho. Millones de latinoamericanos solicitaron asilo en los Estados Unidos o simplemente viven en una condición totalmente irregular. Esto hizo colapsar a los refugios y centros de atención, rebasó la capacidad financiera de muchos municipios y generó fricciones en la convivencia en comunidades que no estaban preparadas para enfrentar esta oleada migratoria.
El punto más álgido de esta situación fue cuando el candidato vicepresidencial de Donald Trump, el senador J.D. Vance, dijo que los migrantes haitianos se estaban comiendo los perros y gatos de los residentes de Ohio. Días más tarde, Trump repitió esta mentira en el único debate que tuvo con la vicepresidenta Harris.
El pasado domingo 27 de octubre, en el Madison Square Garden, un comediante cuyo texto había sido revisado y aprobado por la campaña de Trump calificó a la isla de Puerto Rico como una “isla de basura”.
Las diatribas racistas y sexistas expresadas esa noche por Trump y sus simpatizantes fueron en extremo vulgares.
A Harris se la denominó públicamente como el órgano sexual femenino. A lo largo de la campaña, Trump ha expresado que Harris obtuvo sus importantes cargos públicos por medio del intercambio de favores sexuales. Dado que Harris ganó cuatro cargos de elección, esta afirmación carece de fundamento.
Una candidata misterio
Harris, una abogada californiana hija de dos académicos migrantes (papá de Jamaica y mamá de India) ha hecho la mayor parte de su carrera política en su estado natal. Está claro que no es lo mismo correr para un cargo en la ultraliberal California que a nivel nacional. Harris ha tenido que moderar o cambiar algunas de sus propuestas políticas, por lo que es duramente criticada. Además, Harris tiene que cargar con la culpa por los desatinos de la administración de Biden y en especial el problema migratorio del cual ella tenía algunas responsabilidades específicas.
Por supuesto, la campaña de Harris cometió errores tácticos como mantener alejada a la candidata de las entrevistas con medios de comunicación y tardar demasiado en divulgar su plan económico. Nunca se sabrá a ciencia cierta si la selección de candidato vicepresidencial que hizo Harris fue la mejor. Ella escogió al gobernador de Minnesota, cuando pudo escoger al gobernador de Pennsylvania y asegurarse los votos del estado “bisagra” más importante.
Una creciente ventaja que ha tenido Harris es el respaldo de republicanos moderados, e incluso del ala libertaria que rechaza a Trump. El exvicepresidente de los Estados Unidos Dick Cheney y numerosos generales retirados, al igual que decenas de excolaboradores de Donald Trump, le han dado su apoyo. Otro aspecto que la ha favorecido es la participación de más voceros y respaldo de alto perfil como Barak y Michelle Obama, los Clinton, Oprah, Beyoncé y Taylor Swift, entre otros.
La brecha
Según las tendencias de los mercados de apuestas y las expectativas de la Bolsa de Valores de Nueva York, debe ganar Trump. En los noticieros y programas de comentarios políticos, Trump se come el 70% de los debates, mientras que Harris queda relegada a un distante segundo lugar. En una cantidad importante de ocasiones a Harris se le señala como “ambigua”, o “desconocida” para el público. En los llamados estados “bisagra” la medición de las encuestas favorece a Trump con algunas excepciones, siempre dentro del margen de error.
Existe, sin embargo, un marco lógico que favorece a Harris. En lo que parece ser muy representativo, en una encuesta de esta semana de la CBS se expone que Harris le lleva una ventaja a Trump de 55% a 43% en el voto femenino, mientras que Trump lleva una ventaja de 54% a 45% en el voto masculino. Si 53% de los votos son de las mujeres, Harris recibiría el 29.15% de los votos totales y 21.15% de los votos provenientes de los hombres. Sumando los dos porcentajes, se tiene un 50.3% de los votos a favor de Harris y por ende 49.7% por Trump.
La mala noticia es que Estados Unidos no tiene una elección nacional, sino 51 elecciones estatales. Los resultados nacionales son irrelevantes dado que existe el llamado Colegio Electoral por el cual se asignan 538 votos, por lo que la candidata o candidato que obtenga 270 o más votos de ese Colegio Electoral se convertirá en la nueva mandataria o mandatario del país. Un factor que beneficia a Harris es que en diez estados, incluyendo dos de los estados “bisagras” habrá referendos sobre los derechos a la salud reproductiva de las mujeres.
Hasta el momento, en todos los referendos realizados en años anteriores sobre el tema del aborto y la salud reproductiva han ganado las propuestas respaldadas por los demócratas, incluso en los estados más conservadores.
Entonces, queda claro que si Harris se convierte en la primera presidenta de los Estados Unidos se lo deberá principalmente a las mujeres de dicho país que quisieron romper el techo del rascacielos de cristal de la política estadounidense. Así, el 5 de noviembre de 2024, los resultados electorales harán historia y tendrán consecuencia a nivel mundial.