Estados Unidos está viviendo un intenso periodo de transición entre la elección del pasado 5 de noviembre y la toma de posesión de Donald Trump el próximo 20 de enero de 2025. La ráfaga de nombramientos, cada uno más estrambótico y controversial, se ha visto opacada por el nacimiento de una estrecha relación de conveniencia entre el presidente electo y su principal donante, el hombre más rico del mundo, Elon Musk.
Musk y Trump no siempre han estado en la misma página. Musk respalda los planteamientos sobre cambio climático causados por los seres humanos y Trump no. Musk respaldó los criptoactivos desde un principio y Trump los rechazó hasta que cambió de opinión y se sumó a ese barco.
Luego de que el pasado 13 de julio, Donald Trump sufrió un atentado cuando participaba de un mitin de campaña, Musk hizo pública su decisión de apoyarlo en la búsqueda de la presidencia de los Estados Unidos y puso 75 millones de dólares en la campaña de Trump en los días siguientes. En total, el aporte fue de 120 millones de dólares para elegir al presidente de la nación más poderosa del mundo.
¿Por qué Trump?
Elon Musk, magnate de 53 años, fundador de Tesla Inc., SpaceX, Solar City, y dueño de la red social X conocida previamente como Twitter, ha llevado su filosofía política y su pensamiento social en direcciones contrarias a las de Trump, pero con mucha afinidad por una economía dominada por un pensamiento libertario en la que el rol del Estado es el mínimo.
De alguna forma, Musk le abrió el camino a Trump para volver a la presidencia, cuando en el año 2022 compró Twitter por 44 mil millones de dólares. Esa red social había restringido a Trump por el ataque al Congreso de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021.
Además, esa red social había puesto mano dura contra las teorías de la conspiración y los bulos vinculados a la pandemia de la covid-19. Todo eso cambió cuando Musk se volvió el nuevo dueño, quizás por estrategia, o tal vez por convicción, le abrió las puertas a Trump y a sus seguidores, entregándole el megáfono más grande que existía hasta esa fecha.
Desde un punto de vista empresarial, Musk necesita a Trump. Por una parte, Trump ha prometido ponerle altos aranceles a las importaciones de China, lo que protege el negocio de Tesla, la mayor fabricante de autos eléctricos de los Estados Unidos, de los embates de la competencia asiática. Por otro lado, Trump comparte la aspiración de Musk de que Estados Unidos haga un viaje tripulado al planeta Marte.
No es casual que Musk ya tenga el cohete más grande del mundo en fase de prueba y que podría llevar una tripulación humana al planeta rojo. La inversión de Musk en la campaña de Trump fue tan buen negocio, que a la semana siguiente de la elección de Trump, el valor de las acciones de Tesla había aumentado en 21 mil millones de dólares, es decir, 175 veces lo invertido por Musk.
¿Por qué Musk?
Según los relatos biográficos de Donald Trump, si algo le gusta al político y magnate es el poder y el dinero. Elon Musk tiene los dos. Con Musk, la campaña de Trump pudo reafirmar sus mensajes cargados de testosterona, así como pudo incluir al innovador y atrevido de Musk en el imaginario de una economía exitosa por la alta tecnología y el respaldo a la iniciativa privada.
Con el dinero de Musk se contrató un equipo de campaña dedicado tiempo completo a los principales estados bisagra, lo que obviamente fue muy efectivo.
El megamillonario pasó semanas haciendo campaña en Pennsylvania e incluso hizo una rifa que entregaba un millón de dólares todos los días para un afortunado o afortunada que se hubiera registrado para votar y firmara una petición a favor de las armas de fuego.
Elon Musk no va a tomar un cargo en el gabinete de Trump, porque eso lo obligaría a separarse de sus gloriosas empresas y a la vez lo expondría a muchísimas restricciones contractuales con el gobierno de los Estados Unidos por conflicto de intereses. Por el contrario, Musk va a funcionar como una especie de gurú o influencer maximus de las decisiones de Trump. A pesar de su evidente éxito empresarial, Elon Musk necesita del apoyo de una cartera más grande que la suya, la de los contribuyentes estadounidenses.
El huésped de Mar-a-Lago
Tal ha sido la intensidad del vínculo entre Trump y Musk, que para efectos prácticos Musk se ha mudado a la mansión de Mar-A-Lago, en Florida, y participa en reuniones para escoger a los integrantes del nuevo gobierno de Trump. Es tan evidente la estrechez de la relación, que Musk tiene más influencia que el vicepresidente electo J.D. Vance.
El presidente de Francia invitó a Trump y a Musk a una reunión y los dos magnates atienden juntos conversaciones con mandatarios y algunas reuniones con los servicios de inteligencia.
El pasado martes 19 de noviembre, Musk llevó a Trump a su base de lanzamiento de cohetes en Boca Chica, Texas. Desde allí, Trump fue testigo de la sexta prueba del cohete más grande del mundo. Mientras sus asesores y el equipo de transición presidencial tienen que lidiar con las tormentas y escándalos provocados por los nominados por Trump a importantes cargos federales,
Musk ha conseguido el milagro de concentrar la atención de Trump en una visión estratégica de lo que puede hacer Estados Unidos, y por supuesto lo que puede generar enormes ganancias para Musk.
A pesar de que Musk es un migrante, y que su hermano menor Kimbal fue migrante ilegal en los Estados Unidos durante la década de 1990, Musk respalda la política antimigrante de Trump.
Se estima que la fortuna personal de Musk es de al menos 252 mil millones de dólares.
Oxfam, una ONG inglesa enfocada en combatir el hambre en el mundo, pronostica que para el 2027, la fortuna de Elon Musk podría alcanzar un trillón de dólares. Si esto sucede, en gran parte habrá sido el resultado del estrecho vínculo de Musk con Donald Trump.