En 2015, un denunciante anónimo que se autodenominó “John Doe” ─equivalente a “fulanito de tal”, en español─ se puso en contacto con el diario alemán Süddeutsche Zeitung (SZ) y filtró más de 2,6 terabytes de información confidencial a dos de sus periodistas. Los archivos incluían millones de emails corporativos que provenían de la firma de abogados panameña Mossack Fonseca, uno los mayores proveedores mundiales de servicios offshore.
Como consecuencia de las revelaciones de la investigación periodística conocida como Panama Papers, dirigida por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), el primer ministro islandés Sigmundur David Gunnlaugsson y su homólogo paquistaní Nawaz Sharif se vieron obligados a dimitir, al igual que hicieron otros muchos gobernantes.
La filtración provocó protestas multitudinarias en Londres, Reikiavik y otras ciudades, y desencadenó la apertura de miles de investigaciones judiciales e inspecciones tributarias en todo el mundo. Además, desde entonces, se han promulgado leyes más estrictas para combatir el negocio de las sociedades pantalla. Los estados han recuperado más de $1,300 millones de que se habían perdido por impuestos no recaudados.
Hasta la fecha, John Doe sólo se había dirigido al público una vez. Cuatro semanas después de que los Panama Papers comenzaran a ver la luz, lo hizo, a través de la divulgación de un manifiesto, en el que hizo un llamamiento a las autoridades de los diferentes países para que actuaran para combatir la desigualdad global. Desde ese momento, se han publicado libros, podcasts y documentales sobre la filtración. Incluso, Hollywood hizo una película sobre el tema que protagonizó Meryl Streep. Pero el denunciante que filtró la documentación ha guardado silencio hasta ahora.
Recientemente, John Doe se puso de nuevo en contacto con los dos periodistas que en 2016 trabajaban para el diario SZ y que ahora lo hacen en el semanario Der Spiegel. Con el fin de garantizar su anonimato, la entrevista con esta fuente fue realizada online, mediante un programa encriptado. La entrevista, que tuvo lugar con la presencia de un testigo, ha sido acortada para mejor comprensión, ligeramente editada y, como es habitual en el periodismo alemán, el texto fue enviado al entrevistado para que diera el visto bueno antes de la publicación.
¿Cómo está? ¿Se siente seguro?
Sí, me siento seguro, hasta donde yo sé. Vivimos en un mundo peligroso y eso me inquieta a veces. Pero lo más importante es que me encuentro bien y me considero una persona afortunada.
Usted ha guardado silencio en los últimos seis años. ¿No se ha sentido tentado a desvelar que fue usted quien facilitó que se hicieran públicos los negocios secretos a través de sociedades offshore de jefes de Estado y de gobierno, cárteles de narcotráfico y diferentes tipos de criminales?
A menudo he lidiado con la tentación de que mi trabajo sea reconocido y que se asocie a mi nombre, como pienso que mucha gente hace. En aquella época, mi única inquietud era seguir vivo hasta que la historia pudiera ser contada por alguien. Me tomó varios días tomar la decisión de compilar los datos que estaban a mi alcance del despacho Mossack Fonseca. Me sentía como si estuviera mirando a través del cañón de una pistola cargada, pero al mismo tiempo sentía que tenía que hacerlo.
Usted se puso en contacto con el diario alemán Süddeutsche Zeitung, que puso en marcha una investigación en la que colaboraron más de 400 periodistas y que fue coordinada por el ICIJ. Cuando llegó a nosotros, ¿qué le rondaba por la mente?
Cuando me puse en contacto con ustedes, no tenía ni idea de lo que iba a pasar o si ustedes iban siquiera a responder. Mantuve correspondencia con muchos periodistas que no mostraron interés, incluidos reporteros de The New York Times (1) y The Wall Street Journal (2). Por su lado, Wikileaks (3) ni siquiera se molestó en contestar cuando les escribí más tarde.
El equipo global de periodistas comenzó a publicar los Panama Papers el 3 de abril de 2016. ¿Cómo fue ese día para usted?
Lo recuerdo como cualquier otro domingo. Comí con unos amigos y me dejó pasmado que Edward Snowden se mostrara sobreexcitado comentando el proyecto en Twitter.
El denunciante que hizo públicos papeles confidenciales de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, y que ahora vive en Rusia, tuvo de alguna manera conocimiento de la investigación y empezó a tuitear incluso antes de que publicáramos “la mayor filtración de documentos en la historia del periodismo”.
Recuerdo cómo miles de posts iban circulando de un sitio para otro en las redes sociales. Nunca había visto nada similar. Se trataba literalmente de una explosión informativa. La gente con la que estaba aquel día se puso a hablar del asunto tan pronto como lo conocieron. Hice todo lo que estaba en mi mano por disimular y hacer como si fuera la primera vez que oía hablar del tema.
Muchos expertos comparan los Panama Papers con el Watergate. La fuente más importante del Watergate fue el director adjunto del FBI Mark Felt, quien se hizo llamar “Deep Throat” (”Garganta Profunda”). Al final, reveló su verdadera identidad, 33 años después de que se publicara el Watergate.
De vez en cuando he pensado en Mark Felt y los riesgos que él afrontó. El tipo de riesgos que yo asumo son diferentes a los suyos. Es posible que tenga que esperar hasta que me encuentre en el lecho de muerte.
¿Por qué?
Los Panama Papers involucran a tantas organizaciones criminales transnacionales, alguna de ellas vinculadas a gobiernos, que es difícil imaginar cuán seguro sería para mí revelar mi identidad. Al comienzo, Felt tuvo que preocuparse por Richard Nixon y sus cómplices. Nixon dimitió dos años después de que estallara el escándalo. Su dimisión le quitó todo poder. Sin embargo, en mi caso, incluso si transcurren 50 años, las organizaciones que me inquietan seguirán existiendo.
¿Le ha contado a alguien su papel en los Panama Papers?
Tras la publicación, se lo conté sólo a algunas personas que más quiero.
Usted ha permanecido en silencio los últimos seis años. ¿Por qué quiere hablar ahora?
En estos seis años, ha habido ocasiones en las que he estado tentado a hablar alto y claro. En cada uno de esos momentos, era como si el mundo estuviera escorando más y más hasta estar cerca de hundirse. De modo que la necesidad de intervenir me ha parecido cada vez más urgente para evitar la catástrofe. Al mismo tiempo, sin embargo, he tenido que poner en la balanza diversos factores.
¿A qué se está refiriendo exactamente?
En primer lugar, por supuesto, garantizar mi propia seguridad física y la de mi familia. Además, está el hecho de que el mundo es un lugar enorme con una cacofonía de voces, todas ellas intentando que su punto de vista se entienda. Quería que mis palabras cobraran un sentido y que no se perdieran tras el siguiente tuit de Donald Trump. En 2016, escribí [en un manifiesto] sobre mi miedo a algo que ya estaba observando: “una grave situación de inestabilidad podría estar justo a la vuelta de la esquina”. Mucho me temo que esa inestabilidad finalmente ha llegado.
¿A qué tipo de inestabilidad se refiere?
Al ascenso global del fascismo y el autoritarismo, desde China a Rusia, pasando por Brasil y Filipinas, pero muy especialmente en Estados Unidos. Este país ha cometido errores terribles a lo largo de su historia, pero también ha servido como una fuerza de equilibrio para contrarrestar la influencia de los peores regímenes absolutistas cuando más se necesitaba. Ese equilibrio ha dejado de existir.
Parece que los paraísos fiscales son de una importancia crucial para los hombres fuertes de los regímenes autocráticos.
Putin es una amenaza mayor para Estados Unidos de lo que lo fue Hitler, y las sociedades pantalla son sus mejores amigas. Las sociedades offshore que financian al ejército ruso son las que permiten que se mate a civiles inocentes en Ucrania cuando los misiles de Putin impactan en centros comerciales. Las sociedades pantalla que ocultan las actividades de los conglomerados empresariales chinos son las que permiten que mueran menores en las minas de cobalto en el Congo. Las compañías offshore hacen posible todos estos horrores y le quitan a la sociedad el derecho de exigir rendición de cuentas a los poderosos. Sin rendición de cuentas, la sociedad no puede funcionar bien.
Los Panama Papers parecen tener más relevancia ahora que nunca debido a la agresión rusa contra Ucrania. Por ejemplo, uno de los más viejos y cercanos amigos de Vladimir Putin, el violonchelista Sergei Roldugin, fue sancionado internacionalmente a finales del pasado febrero. La razón principal es que su nombre fue encontrado en los Panama Papers. Los documentos mostraban que Roldugin parece haber sido el testaferro de su poderoso amigo Vladimir Putin y que posee millones, al menos sobre el papel. ¿Está satisfecho por este giro inesperado en los acontecimientos?
Estoy contento al ver cómo Roldugin ha sido sancionado. Es genial.
¿Tiene miedo de que Rusia busque venganza?
Es un riesgo con el que vivo. El Gobierno ruso ha manifestado que quiere verme muerto. Antes de que se restringiera en diversos lugares la difusión de las noticias de Russia Today, debido al ataque de Rusia contra Ucrania, emitió un docudrama sobre los Panama Papers en dos capítulos, en cuyas escenas iniciales aparecía el personaje John Doe, herido en la cabeza, tras haber sido torturado. Inmediatamente después se ve un barco de dibujos animados que navega por su sangre, como si fuera el Canal de Panamá. Aunque fueron unas imágenes estrambóticas y de mal gusto, el mensaje no era sutil. Ya hemos visto cómo otras personas ligadas a cuentas offshore y sometidas a procesos judiciales por tributación irregular recurren al asesinato. Lo hemos visto en los casos de los periodistas Daphne Caruana Galizia y Ján Kuciak. Sus muertes me afligieron profundamente. Hago un llamamiento a la Unión Europea para que haga justicia con Daphne, Ján y sus familias, y para que establezca el estado de derecho en Malta, una de las jurisdicciones que usó Mossack Fonseca.
En 2017, la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA por sus siglas en alemán) obtuvo un montón de documentación de Mossack Fonseca, también procedente de una fuente anónima.
Sí, fui yo. Desde el principio quería trabajar con las autoridades, porque me parecía obvio que era necesario para iniciar investigaciones por los delitos descritos en los Panama Papers. Más que ningún otro gobierno, el alemán me aseguró que garantizaría la seguridad de mi familia y la mía. Pasado un tiempo, llegamos a alcanzar un acuerdo que parecía justo. Desafortunadamente, poco después, el Gobierno alemán violó ese pacto. A mi entender, eso puso en riesgo mi vida. Siento decir que no recomiendo a nadie que confíe en las garantías que ofrece el Estado alemán.
Algunos artículos periodísticos informaron de que usted fue recompensado con cinco millones de euros. ¿Por qué está descontento con la BKA (4)?
Hubo tres problemas fundamentales. En primer lugar, sentí que una vez que la BKA obtuvo los datos, me dejaron solo y no me procuraron ningún tipo de protección. Esa desprotección era imprudente porque la amenaza sobre mi seguridad, lejos de menguar, se acrecentaba con el tiempo. Poco tiempo después, y a plena luz del día, hubo un asesinato en Berlín que se vinculó a una operación del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB). Pude haber sido yo la víctima. Segundo, el Gobierno alemán no cumplió con el acuerdo económico, lo que me provocó más problemas que pusieron en riesgo mi seguridad. En tercer lugar, la BKA ha desaprovechado constantemente la oportunidad de analizar datos del mundo offshore más allá de los Panama Papers, lo que es realmente escandaloso.
Entonces, ¿usted piensa que las autoridades alemanas no han hecho lo suficiente para garantizar su seguridad?
Quiero ser justo con ellos. Me ofrecieron unas pequeñas medidas de seguridad, pero éste es el tipo de situación en el que un solo error produce consecuencias desastrosas e irreversibles. Por una serie de razones, nunca me sentí cómodo con su planteamiento general, especialmente según iba pasando el tiempo. Si de verdad el Gobierno alemán hubiera apreciado la relevancia de los Panama Papers, estoy seguro de que habría manejado la situación de modo diferente.
¿Qué solicitó exactamente a la BKA? ¿Ser un testigo protegido? ¿Una identidad nueva? ¿Más dinero?
Sólo puedo decir que no cumplieron con el acuerdo económico que habíamos pactado.
La policía alemana ha compartido los documentos de Mossack Fonseca con docenas de países, pero han limitado esa colaboración a entregar datos que afectaban a los ciudadanos del país correspondiente. Parece lógico pensar que las informaciones sobre los oligarcas fueron únicamente entregadas a las autoridades rusas, a menos que existieran investigaciones abiertas en otros países. Resulta una situación un tanto absurda, dado que esos hombres han sido recientemente sancionados internacionalmente como respuesta a la invasión rusa de Ucrania.
Por desgracia, los gobiernos de Alemania y Estados Unidos nunca han mostrado un especial interés por los Panama Papers. Sus investigaciones se centran en los yates. Francamente, los yates no son importantes más allá de su valor simbólico. Las sociedades offshore y los trusts (fideicomisos) sí que importan de verdad. Las sanciones son una buena herramienta, pero hay otras. Por ejemplo, Estados Unidos podría hacer redadas policiales en las oficinas de los facilitadores de sociedades offshore que actúan en su territorio para mandar el mensaje de que este tipo de actividades ya no es admisible. Sería fácil para ellos hacerlo, pero no ha ocurrido.
La elite rusa suele ocultar quién es el verdadero propietario de sus casas de lujo, sus yates, sus aviones privados y otros activos bajo complejas estructuras offshore. ¿Cómo se puede poner freno a esto?
Creo que durante mucho tiempo, Occidente vio a Vladimir Putin como un incordio, pero sólo como alguien molesto al que se podía tener bajo control mediante incentivos económicos. Resulta obvio que eso no ha funcionado. Es cierto que desenmarañar los enigmas del mundo offshore exigiría un esfuerzo extraordinario, una especie de Proyecto Manhattan contemporáneo [proyecto liderado por Estados Unidos durante la Segunda Guerra mundial para desarrollar las primeras armas nucleares]. La capacidad computacional para llevarlo a cabo existe. La cuestión es si existe la voluntad política para hacerlo. No veo ninguna evidencia de que la haya.
En su opinión, ¿por qué no ha habido hasta ahora ningún gran denunciante ruso que haya filtrado grandes cantidades de información?
Al requisito necesario de contar con una buena dosis de valentía, hay que sumarle que se debe disfrutar de cierto grado de libertad para convertirse en un denunciante. Es necesario que alguien tenga la voluntad de escuchar y de que haya cierto deseo de cambiar las cosas. Aparte del hecho de que Putin asesina y encarcela a los valientes, es muy difícil disfrutar de ese tipo de libertad en un lugar como Rusia.
Edward Snowden está atrapado en Rusia. Aunque se muestra crítico con el Gobierno de Putin por sus niveles de corrupción, Snowden no puede abandonar el país porque tendría que enfrentarse a un juicio en Estados Unidos.
Snowden es sólo una pieza del rompecabezas en la guerra de desinformación que Rusia lleva practicando contra Estados Unidos durante la mayor parte del último siglo. Si la inteligencia estadounidense tiene evidencias incriminatorias en su contra, que las haga públicas y así todos podremos verlas. Si no las tiene, el presidente Biden debería perdonarlo y permitir su regreso a casa. Así de simple.
¿Cuán satisfecho está usted con las consecuencias de la filtración?
Me siento gratamente asombrado por el resultado de los Panama Papers. Lo que ICIJ logró no tiene precedentes. Me siento extremadamente feliz, incluso orgulloso, de que se hayan acometido grandes reformas legislativas gracias a los Panama Papers. El hecho de que después haya habido colaboraciones periodísticas en una escala similar también es un triunfo. Tristemente, no es suficiente. Nunca pensé que publicar los datos de un despacho de abogados fuera a resolver la corrupción en el mundo y mucho menos cambiar la naturaleza humana. Pero lo políticos deberían actuar.
Necesitamos que la información de los registros mercantiles sea pública y accesible en todas las jurisdicciones, desde Islas Vírgenes Británicas hasta Anguila, pasando por Seychelles, Labuán o Delaware, ahora mismo, sin esperar más. Y si oyes cierta resistencia a hacerlo, entonces estas oyendo a un político que debería dejar su cargo.
Desde 2016, miles de historias de los Panama Papers se han publicado. ¿Piensa que hay alguna aún que el mundo necesita ver publicada?
Todavía quedan muchas historias por contar. Una que me viene a la mente es la de un trust que firma cheques de gerencia que fue creado por un despacho de abogados colombianos para el beneficio de un cártel de narcotraficantes. En las operaciones de esa estructura offshore colabora un banco estadounidense que permitió el uso directo de su cuenta corresponsal en un banco de Panamá. Los nombres de los receptores de los cheques se escribían con máquina de escribir. Nos quedaríamos cortos si calificáramos estas operaciones como inhabituales. Perfectamente podrían haber emitido cheques con una señal de alarma roja y no habría pasado nada tampoco.
En una ocasión, Edward Snowden mencionó su caso y dijo que el suyo era el mejor escenario posible para un denunciante. Usted provocó un gran impacto mundial, pero sigue siendo un desconocido y es libre. ¿Es así como ve su papel en toda esta historia?
Me considero increíblemente afortunado porque todo haya funcionado bien, aún sabiendo que nada es perfecto. Mantenerme en el anonimato tiene el beneficio obvio de que garantiza relativamente mi seguridad, aunque también tiene un coste. No me ha sido posible sacar a la luz pública la filtración del mismo modo que lo hizo Edward Snowden cuando reveló los pinchazos telefónicos de la NSA. Por supuesto, hasta cierto punto, él lo ha pagado con su falta de libertad. Siempre hay contrapartidas.
¿Qué le ha enseñado su filtración sobre la denuncia de irregularidades?
Aunque quizá sea excepcional, diría que lo más importante es que mi caso ejemplifica cómo es posible marcar la diferencia y aún así seguir llevando una buena vida. Pero exige mucho esfuerzo y un montón de suerte ir un paso por delante del resto.
¿Qué le recomendaría usted a los potenciales denunciantes?
Les diría que contar la verdad sobre asuntos sensibles nunca resulta fácil. Un factor infravalorado es lo difícil que es mantener la cabeza fría. Tanto si estás hablando con periodistas o con autoridades gubernamentales, estate preparado para que todo se mueva lentamente. Es fundamental respirar profundo y encontrar otras cosas en las que pensar de vez en cuando.
Si usted pudiera volver al pasado, ¿volvería a filtrar los documentos?
Sí, sin pestañear.
(1) NYT declinó hacer comentarios sobre este asunto.
(2) WSJ declinó hacer comentarios sobre este asunto.
(3) Der Spiegel se puso en contacto con Wikileaks, pero no obtuvo respuesta alguna.
(4) La BKA declinó hacer comentarios sobre estas acusaciones.
Traducción del inglés por Marcos García Rey