La renuncia del gobierno de Líbano abre este martes una fase de negociaciones y debates para encontrar quien tome las riendas en un país donde la ira resuena a una semana de la trágica explosión que devastó el puerto de Beirut.
La tragedia del 4 de agosto alimentó el enojo de la opinión pública, todavía en shock por la explosión que mató a 160 personas y dejó 6 mil heridos en una ciudad en la cual barrios enteros son apenas campos de ruinas tambaleantes.
Desde el otoño de 2019, el país es escenario de un levantamiento popular inédito, en el que miles de libaneses salen a las calles para denunciar las dificultades económicas que no hacen más que empeorar y a una clase política sin cambios desde decenas de años, acusada de corrupción e incompetencia.
Para apaciguar las calles tras la explosión, el gobierno de Hassan Diab presentó su renuncia el lunes. Pero a una semana exacta de la tragedia del puerto, los libaneses exigen ver a los responsables ante la Justicia y piden que se les rindan cuentas por la negligencia del Estado.
“La república se desmorona”, tituló el martes el diario francófono L’Orient-Le jour.
“El apocalipsis del 4 de agosto fue la manifestación más dura y severa del mal funcionamiento de las instituciones y del aparato estatal”, dijo el diario en su editorial.
Nombrado a fines de enero, el gobierno de Diab estaba formado por un solo campo político, el del movimiento chiita de Hezbolá y sus aliados.
El gobierno se hará cargo de los asuntos corrientes hasta que se nombre su sucesor.
Diab había sido criticado durante varios meses por su incapacidad para responder a la crisis económica, la depreciación histórica de la libra libanesa, la escasez de combustible y la hiperinflación.