El papa Francisco deseó que el Jubileo que comenzó este martes con la apertura de la Puerta Santa dé esperanza a los países abrumados por las deudas y profanados por la guerra, en su homilía de la Misa del Gallo celebrada en la basílica de San Pedro.
“En esta noche, la puerta de la esperanza se ha abierto de par en par al mundo; en esta noche, Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza para ti!”, dijo el papa Francisco, que agregó que “Dios perdona siempre y lo perdona todo”.
Francisco abrió antes de celebrar la Misa del Gallo la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, un gesto que ocurre solo en ocasión del Jubileo, y por la que pasarán los cerca 32 millones de peregrinos que se esperan en este Año Santo para ganar la indulgencia, el perdón de los pecados.
Tras la apertura de la puerta, para lo que golpeó varias veces con el puño y no empujó como era habitual, Francisco entró en silla de ruedas en completo silencio a la basílica mientras fuera de la plaza se escuchaban las campanas de San Pedro y se colocó como en los últimos años por sus problemas de movilidad en un lado del altar mientras celebraba la misa el cardenal Giovanni Battista Re, decano del colegio cardenalicio.
El #PapaFrancisco ha abierto la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el #Vaticano, marcando el inicio del Jubileo Ordinario de 2025. El Pontífice se detuvo en oración y tras él, los ministros y representantes del Pueblo de Dios la atravesaron. https://t.co/2NIiiQJy5M pic.twitter.com/5bK6pGlKL7
— Vatican News (@vaticannews_es) December 24, 2024
En la plaza de San Pedro se congregaron cerca de 20,000 personas y unas 6,000 en el interior de la basílica para seguir este acto de inicio del Jubileo, tras acceder entre imponentes medidas de seguridad por pasillos establecidos y detectores de metales.
En su homilía, el papa deseó que este sea un Jubileo de esperanza “para nuestra madre tierra, desfigurada por la lógica del beneficio; que llegue a serlo para los países más pobres, abrumados por deudas injustas; que llegue a serlo para todos aquellos que son prisioneros de viejas y nuevas esclavitudes”.
Y afirmó que “todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado”.
Y también, agrego, “en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia”.
Y recordó en uno de los pasajes de la homilía: “Pensemos en las guerras, en los niños ametrallados, en las bombas en las escuelas”.
Pidió que en este Jubileo “nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios; el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia”.