El Reino Unido cortó definitivamente este jueves, una hora antes de la medianoche, sus lazos con la Unión Europea (UE) poniendo fin a 48 años de agitada relación, para convertirse en un país “libre” que emprende un futuro en solitario repleto de desafíos.
“Cuando el sol salga mañana en 2021 (...) el Reino Unido será libre de hacer las cosas de manera diferente, y si es necesario mejor, que nuestros amigos de la UE (...) libre para hacer acuerdos comerciales en todo el mundo y libre para impulsar nuestra ambición”, afirmó el primer ministro Boris Johnson en un mensaje de fin de año más centrado en el coronavirus que en el Brexit.
A las 23h00 (locales y GMT), medianoche en gran parte de la Europa continental, el país abandonó definitivamente la unión aduanera de la UE.
Debido a la pandemia no hubo festejos. Solo lo que algunos consideran un discreto guiño: el Big Ben, la inmensa campana situada en una torre del Parlamento británico, en restauración desde 2017, que salió excepcionalmente de su silencio para tocar las campanadas de Nochevieja, sonó también una hora antes en el marco de las pruebas destinadas a comprobar su mecanismo.
Con esta histórica salida, que pasó “en Downing Street con su familia”, el carismático y controvertido Johnson se apunta una importante victoria personal tras haber tomado las riendas de este caótico proceso en julio de 2019.
Su ejecutivo incluso evitó un sobresalto de última hora, logrando el jueves un acuerdo con el gobierno español para mantener abierta la frontera con Gibraltar: el pequeño enclave británico en el extremo sur de la península Ibérica se integrará en la zona Schengen de libre circulación de personas.
Tras años de caos y enfrentamiento político, el Reino Unido salió oficialmente de la UE el pasado 31 de enero, poniendo en práctica lo que los británicos decidieron por 52% de votos en el referéndum de junio de 2016.
Pero, durante once meses el país estuvo en un “período de transición” durante el cual permaneció en la unión aduanera y el mercado único mientras discutía su futura relación con los 27.
La negociación, que en varias ocasiones pareció destinada al fracaso, acabó dando frutos el 24 de diciembre: Londres y Bruselas cerraron el tratado de libre comercio más completo y exhaustivo posible en un plazo récord de diez meses.
Con él, la UE ofrece un acceso inédito sin aranceles ni cuotas a su inmenso mercado de 450 millones de consumidores a cambio del compromiso británico de respetar normas que evolucionarán con el tiempo en materia de medioambiente, derechos laborales y fiscales, para evitar toda competencia desleal.
Se evitó así el caos en las fronteras británicas, que sus puertos se viesen bloqueados por los camiones sometidos a pesados trámites aduaneros y que la escasez de productos se sumase a la tristeza de un tercer confinamiento provocado por un fuerte resurgimiento del coronavirus.
Sin embargo, pese al acuerdo, la burocracia aumentará y en Dover, principal puerto británico en el canal de la Mancha, se mezclaban los sentimientos de esperanza e inquietud.
“Será mejor, debemos gobernarnos nosotros mismos y ser nuestros propios jefes”, dijo a la AFP Maureen Martin, una inglesa jubilada, mientras Kirk Hughes, empleado informático, reconocía sentirse “un poco nervioso” ante la potenciales perturbaciones.
Los desafíos son ahora considerables para el gobierno de Johnson.
Ha prometido dar al Reino Unido un nuevo lugar en el mundo, pero está a punto de perder un poderoso aliado con la salida de Donald Trump, partidario del Brexit que será reemplazado en la Casa Blanca por el demócrata Joe Biden, más europeísta.
A nivel nacional, el ejecutivo conservador deberá esforzarse por reunificar a los británicos, divididos por un Brexit contra el que habían votando tanto Escocia como Irlanda del Norte.
“Dejamos un asiento vacío en la mesa de Europa” pero “no estará vacío mucho tiempo”, amenazó el diputado independentista escocés Ian Blackford, cuyo partido, el SNP, exige un nuevo referéndum de autodeterminación, tras el perdido en 2014, con la esperanza de poder reintegrar la UE como Estado independiente.
Desde su entrada en 1973 en la Comunidad Económica Europea, la relación de los británicos con el bloque ha estado marcada por los conflictos.
Más interesado por la integración económica que política, Londres rechazó en 1985 participar en los acuerdos de Schengen y en 1993 en la moneda única. Y pidió contribuir menos al presupuesto común.
Ahora la UE pierde definitivamente a su primer miembro y con él 66 millones de habitantes y una economía de 2.85 billones de dólares. Y gana el temor a que otros populistas se vean tentados con seguir el ejemplo.
Pero, libre de los frenos británicos, podrá seguir trabajando en su proyecto de mayor integración política.
“Ha sido un largo camino. Es el momento de dejar atrás el Brexit. Nuestro futuro se construye en Europa”, afirmó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.