A través de las redes sociales, Elena Koval estaba acostumbrada a ver imágenes y videos de los paseos de sus amigos y familiares. Ahora, la mayoría de los mensajes son de condolencias o de quienes buscan a personas desaparecidas a causa de la invasión rusa a Ucrania.
Para esta ucraniana, la guerra que estalló el 24 de febrero de 2022 en su país no es algo nuevo, según cuenta en una entrevista con La Prensa, desde un sitio seguro y alejado, por el momento, de esta ofensiva militar.
Aquí vale la pena hacer referencia a la guerra del Donbás, que constituye una serie de enfrentamientos armados ocurridos en las regiones del este de dicho país a partir del 6 de abril de 2014, como reacción contraria a la Revolución de la Dignidad, y que se produjeron tras las protestas prorrusas. Estas manifestaciones se intensificaron tras la adhesión de Crimea a Rusia. La escalada desembocó en un conflicto armado entre las fuerzas independentistas de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y el gobierno de Ucrania. Se calcula que este conflicto ha dejado más de 14 mil muertos desde 2014 y 1.5 millones de desplazados internos.
Originaria de Donetsk y a raíz del estallido de hace ocho años, Koval tomó la decisión de partir a un nuevo rumbo. “Ya no era seguro estar en Donetsk. No había acceso a medicamentos, educación, servicios hospitalarios”, cuenta Koval, quien es madre de una niña de nueve años de edad.
Junto a su hija y su padre se trasladaron entonces a Kiev, la capital ucraniana, en busca de un mayor bienestar. “En Kiev, todos estos años fueron perfectos. Teníamos, sueños, educación. Teníamos todo para vivir como personas felices”, relata. Hasta aquel 24 de febrero cuando dio inicio la invasión rusa de Ucrania, que ha dejado ya miles de muertos y millones de desplazados.
Koval se encuentra hoy día, junto a su hija y su padre, en Truskavets, una ciudad en el oeste de Ucrania, cerca de la frontera con Polonia. Reconoce que su caso es una “excepción” a la crisis vivida por muchos ucranianos, ya que pudo huir durante los días iniciales al conflicto, solo con lo necesario.
“Aquí es más seguro, no un 100%, pero por lo menos podemos estar aquí, vivir y trabajar”, cuenta esta especialista informática quien, desde Truskavets, hace teletrabajo. Ella habla tres idiomas: ruso, ucraniano e inglés.
Precisamente el presidente Vladimir Putin justificó la ofensiva militar rusa contra Ucrania acusándolo, entre otras causas, de haber organizado un genocidio de la población rusoparlante.
Sin embargo, “toda mi vida he hablado ruso, nadie nunca se quejó de eso. En Ucrania puedes hablar libremente cualquier idioma, nadie te culpa por ello”, expresa. De igual forma, tiene acceso a todas las redes sociales.
Desde Truskavets ha tratado de organizarse, lo más que puede, dentro de las circunstancias actuales. “No me puedo quejar, ahora tenemos mejores condiciones [...] Han matado a niños, a mujeres, hay personas que no tienen acceso a agua ni comida y mueren”, dice Koval, quien trata de contener unas lágrimas en la conversación, pero que es algo inevitable.
Cuenta que su hija ha escuchado de cerca explosiones. A su corta edad ha entendido que “podíamos morir en cualquier momento”, señala. Actualmente la menor se encuentra “estresada”, lo que se evidencia en sus problemas para dormir, relata. La pequeña también lamenta que no haya llevado consigo sus patines, pues le gusta mucha esta actividad.
´SOMOS PACÍFICOS´
“Ucrania tiene una gran mano de obra, somos pacíficos, no tenemos el arsenal de armas que tienen los rusos”, señala Koval, al referirse a esta guerra que ya cumple 40 días. “No tenemos cohetes armas, bombas solo tenemos hombres y mujeres valientes”, agrega.
Indica que el pueblo está tratando de ayudarse unos a otros. De hecho, tiene muchos amigos que son voluntarios, “pero la situación es peligrosa”, expresa.
Los rusos “pensaron que nuestra gente iba a apoyarlos, que iban a ser bien recibidos, pero tenemos nuestros propios sueños, nos gusta la libertad, podemos decidir”, enfatiza.
Durante la conversación con La Prensa, Koval también tuvo palabras para el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, quien –según dice– antes de esta guerra no gozaba de tanta credibilidad.
Sin embargo, su “valiente decisión” de quedarse en Kiev lo cambió todo. Él trata de hacer lo posible por el pueblo, nos dio esperanzas, dice.
En cinco semanas de guerra, más de cuatro millones de ucranianos se vieron obligados a huir de su país, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados es el organismo de las Naciones Unidas, un éxodo de refugiados que no se había visto en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Por lo pronto, Koval ha decidido quedarse por un tiempo en Truskavets, pero espera que la guerra acabe y volver a su hogar para ayudar a su pueblo porque “hay muchos daños”.
“Nuestra gente es maravillosa, estamos pensado en cómo poder apoyarlos”, enfatiza.