Los enemigos del Vaticano, al banquillo

Los enemigos del Vaticano, al banquillo


Este domingo el pontificado de Francisco cumple tres años. Un aniversario que estará marcado por la continuación del juicio contra los dos periodistas italianos, Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi, que desvelaron en sus libros –Via Crucis y Avaricia— los entresijos corruptos que ensucian las cuentas y negocios de la Santa Sede y que ponen en duda el voto de pobreza de algunos hombres de la Iglesia católica.

Los reporteros están acusados de filtración y divulgación de documentos de las finanzas de la Sede Apostólica considerados secretos. Su imputación ha generado una ola de reproches hacia el Vaticano, desde varias asociaciones de prensa, al considerar que no se está protegiendo la libertad de prensa. La Santa Sede no ha firmado la declaración universal de Derechos Humanos, lo que hace que el proceso esté lejos de cumplir las garantías jurídicas propias de un Estado de derecho.

Las autoridades vaticanas también procesaron por el mismo delito al sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda, que el pontífice argentino colocó en 2013 al frente de la Cosea —el organismo que debía limpiar las finanzas del Vaticano—; su secretario personal, Nicola Maio, y la relacionista pública italiana Francesca Chaouqui.

Los cinco se sientan este sábado en el banquillo de los acusados de tribunal del Vaticano en una audiencia a puertas cerradas y sin periodistas en la que los magistrados deberán decidir sobre el material incautado que será usado en el proceso. El lunes y martes declararán los testigos, entre los que están cardenales de primera fila como el secretario de Estado, Pietro Parolin.

Los últimos derroteros de este caso parecían sacados de la serie estadounidense El pájaro canta hasta morir, por el alto contenido de lujuria entre el cura español y la joven italiana. En la memoria defensiva depositada ante el tribunal, Vallejo Balda confiesa que en diciembre de 2014, en un hotel de Florencia, sucumbió ante las seducciones de Chaouqui y acabó perdiendo su virginidad con ella, algo de lo que se arrepiente.

Los mensajes intercambiados entre ambos y filtrados por la prensa italiana demuestran que su relación venía de lejos. “¿Estás deprimido? Folla, que se te pasa”, le escribía amigablemente ella. La intimidad entre ambos parecía funcionar bien. Ella le escribió un día: “Ahora que vas a San Sosti [localidad de la región Calabria], mi madre te llevará donde Silvana... Es perfecta y es mi prima”. Chaouqui insiste: “Tiene 36 años, el martes viene a tu casa para follar”.

A nadie se le escapa que las historias sexuales son la perfecta cortina de humo cuando se quieren encubrir otras cuestiones. De hecho, para muchos analistas el escándalo del embrollo financiero en la administración del patrimonio de la Santa Sede heredado por Francisco fue intencionadamente silenciado por el ruido mediático que provocó este turbio asunto de cama.

La documentación publicada por los libros no destapa nada que Francisco y sus colaboradores no supieran ya, pero dibuja un oscuro escenario que se aleja de la idea de la Iglesia “pobre y para los pobres” que tanto predica Jorge Mario Bergoglio.

En cualquier caso, el papa —que cuando era cardenal de Buenos Aires viajaba en metro y se cocinaba sus alimentos— habrá digerido a duras penas que las donaciones de caridad se despilfarran sin escrúpulos; que el Vaticano, centro del catolicismo, tiene en propiedad casas por un valor total que supera los $4 mil millones y que con frecuencia son alquiladas a personas del jet-set de Roma por precios irrisorios; que es de los pocos en la curia que vive en un apartamento de 50 metros cuadrados, ya que la mayor parte de cardenales prefiere espacios más grandes, de entre 300 y 400 metros cuadrados; que el coro de la Capilla Sixtina gasta más de $1.5 millones al año; que los gastos de la Guardia Suiza casi rondan los $6 millones al año; que se hicieron cuantiosas inversiones en Exxon y Down Chemical, multinacionales que contaminan, o que para crear santos se han pagado a la Santa Sede cifras astronómicas, creando clases y pedigrí entre las personas que suben a los altares.

En mitad de la tormenta, la reforma del Papa para limpiar la denostada Curia Romana se abre paso en la sombra con importantes gestos. El último, esta misma semana. La Congregación para las Causas de los Santos aprobó —bajo el impulso de Bergoglio— un nuevo sistema de tarifas destinado precisamente a evitar los abusos en los procesos de canonización y a erradicar las prácticas corruptas propias de la fábrica millonaria de santos.

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