Entre el maltrato y la angustia, haitianos son deportados desde Texas

Entre el maltrato y la angustia, haitianos son deportados desde Texas
Migrantes haitianos sigue cruzando la frontera entre México y Estados Unidos por el Río Grande. AFP


El líder de la mayoría del Senado estadounidense, el demócrata Chuck Schumer, instó este martes al presidente Joe Biden a poner fin a las deportaciones masivas de migrantes haitianos, calificando esta política de actitudes “detestables y xenófobas” propias de la administración del exmandatario Donald Trump.

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“Insto al presidente Biden (...) a poner fin inmediatamente a estas expulsiones y a terminar con esta política del Título 42 en nuestra frontera sur. No podemos continuar con estas políticas detestables y xenófobas de Trump que ignoran nuestras leyes de refugiados”, dijo Schumer en el pleno del Senado.

Los agentes de la patrulla fronteriza de Estados Unidos se esfuerzan por frenar la afluencia masiva de inmigrantes indocumentados, miles de ellos procedentes de Haití, en una crisis creciente para el gobierno de Biden.

La Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de Estados Unidos ha dicho que la “mayoría” de los inmigrantes indocumentados serán expulsados en virtud de la política gubernamental del Título 42 que restringe la inmigración debido a la pandemia de Covid-19.

La crisis se intensificó después de que unas imágenes del fotógrafo de la AFP Paul Ratje, que se difundieron rápidamente en las redes sociales, mostraran a unos jinetes blandiendo sus largas riendas para amenazar a los migrantes y empujarlos hacia el río.

El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos se comprometió a investigar las denuncias de abusos a migrantes haitianos por parte de los agentes a caballo de la patrulla fronteriza en Texas.

“Todos hemos visto estas horribles imágenes procedentes de nuestra frontera sur, con solicitantes de asilo haitianos, que simplemente buscan escapar de la tiranía (...) siendo recibidos en nuestras puertas con una [indignidad] inimaginable”, añadió Schumer. Algunas imágenes mostraban a los migrantes siendo golpeados con látigos y otras formas de violencia física.

“Las imágenes revuelven el estómago”, sostuvo Schumer.

Patrullas ecuestres fueron desplegadas el domingo cerca del río Bravo, donde miles de migrantes, en su mayoría haitianos, acampaban con la esperanza de ser autorizados a entrar a Estados Unidos.

Entre el maltrato y la angustia, haitianos son deportados desde Texas
Un haitiano es detenido por funcionarios de inmigración mexicanos en Ciudad Acuña, estado de Coahuila, México. AFP

Agotadas por meses de travesía por Centroamérica y México, las familias haitianas expulsadas en masa de Texas deben lidiar con la ira por el trato sufrido allí y la angustia de vivir nuevamente en su país bajo la amenaza de la violencia de pandillas.

Estados Unidos había suspendido las expulsiones de migrantes haitianos en situación irregular tras el terremoto que asoló buena parte del país caribeño el 14 de agosto, pero la concentración en pocos días de más de 15 mil migrantes, la mayoría haitianos, bajo un puente en Texas llevó a cambiar las pautas.

En menos de dos horas, tres vuelos salidos de Texas aterrizaron en el aeropuerto de Puerto Príncipe el domingo, una afluencia inédita que resultó un desafío para las autoridades aeroportuarias haitianas.

“Biden sabe lo que está haciendo, pero no le importa. Nos trata a nosotros y a nuestros hijos peor que a las bestias”, gritó una mujer entre lágrimas al bajar del autobús que la recogió en la pista.

Algunos hombres accedieron a relatar las condiciones del centro que gestiona la agencia migratoria estadounidense cerca del puente en la pequeña localidad fronteriza de Del Río, bajo el cual habían pasado varias noches tras atravesar el Río Bravo desde Ciudad Acuña, en México.

“No teníamos camas para dormir, dormíamos solo con una fina sábana de plástico para cubrirnos, en un espacio con demasiado aire acondicionado, y dormíamos en el piso de concreto”, cuenta Garry Momplaisir, quien pasó cinco días en el lugar.

“No podíamos ducharnos. Había baños, pero no había lugar para lavarnos”, agrega este hombre de 26 años de edad, que fue expulsado con su esposa y su hija de 5 años.

Mientras avanzaba el proceso de registro por parte de las autoridades haitianas a su llegada, muchos padres aprovechaban la espera para asear a sus hijos más pequeños en los baños de las instalaciones.

Según los registros de los tres vuelos a los que accedió AFP, casi la mitad de los 327 haitianos expulsados por Estados Unidos el domingo eran menores de 5 años de edad y todos nacieron fuera de Haití.

Antes de llegar a la frontera mexicano-estadounidense, estos haitianos habían vivido durante varios años en Chile y Brasil, adonde habían emigrado entre 2016 y 2017.

“En Santiago, tenía un pequeño negocio, mi esposo trabajaba. Logramos ahorrar dinero, esto es lo que nos permitió viajar hasta Estados Unidos”, explica una mujer que se identifica como Jeanne, tras negarse a dar su nombre real.

Con Maël, su hijo de tres años con pasaporte chileno, Jeanne y su esposo cruzaron en dos meses Suramérica, una ruta migratoria considerada por organizaciones humanitarias como de las más peligrosas y que incluye la inhóspita selva del Darién.

“Es una cosa inexplicable. Nadie puede realmente transmitir lo que es este horror”, suspira esta madre haitiana, también con las lágrimas a flor de piel. “Si hubiera sabido por lo que iba a pasar, nunca hubiera hecho este viaje”.

La pareja dice que gastó $7,000 para llegar a México y $2,000 más para alcanzar la frontera de Texas.

Al igual que otras familias expulsadas a Puerto Príncipe el domingo, creyeron erróneamente que podrían beneficiarse de la extensión del estatus migratorio especial, el TPS.

En efecto, la administración Biden extendió a los haitianos la vigencia del TPS, destinado a ciudadanos de países peligrosos o afectados por desastres naturales, pero solo a los que se hallaban en suelo estadounidense antes del 29 de julio.

Jeanne había abandonado Haití tras acabar sus estudios de administración de empresas en 2016. “Si hubiera podido encontrar trabajo, nunca me hubiera ido. Ahora la situación en el país ha empeorado mucho”, dice.

Su madre reside en el extranjero, por lo que ella irá con su pequeño y su marido a vivir con sus suegros en un distrito en los suburbios de Puerto Príncipe totalmente controlado por una pandilla desde principios de año.

“Imagínense: unos hombres pudieron entrar a la casa del presidente y matarlo en su habitación. ¿Y yo? No puedo estar tranquila”, se lamenta la mujer de 28 años, recordando el asesinato de Jovenel Moïse, ultimado por un comando armado el 7 de julio, lo que abonó una tragedia más a la ya crítica situación social y política del país.



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