Residentes conmocionados de Buffalo, estado de Nueva York, se congregaron el domingo en vigilias y servicios religiosos para llorar a las 10 personas asesinadas a tiros por un presunto adolescente supremacista blanco en un acto descrito por las autoridades como “terrorismo doméstico, puro y simple”.
El tirador, identificado como Payton Gendron, de 18 años, fue arrestado en la escena de la tragedia, una tienda de comestibles en un vecindario de mayoría negra, después de que la policía respondiera a llamadas de emergencia.
Gendron había conducido hasta Buffalo, al borde del lago Erie -en la frontera con Canadá- desde su ciudad natal de Conklin, a más de 320 kilómetros de distancia, dijo la policía.
El joven fue procesado el sábado por la noche por un solo cargo de asesinato en primer grado y detenido sin derecho a fianza, informó la oficina del fiscal de distrito del condado de Erie.
Vestía chaleco antibalas, portaba un rifle de asalto, según el Departamento de Policía local, que precisó que de los 10 muertos y tres heridos, 11 eran de raza negra. Además, Gendron llevaba un casco equipado con cámara para transmitir su crimen en vivo por internet.
El presidente Joe Biden se pronunció este domingo sobre el hecho en un servicio de homenaje a los policías estadounidenses caídos en servicio: “Todos debemos trabajar juntos para abordar el odio. que sigue siendo una mancha en el alma de Estados Unidos”, dijo .
El sábado había deplorado el ataque calificándolo de “terrorismo doméstico” y un zarpazo de “una repugnante ideología de nacionalismo blanco”.
Los residentes se reunieron afuera de la tienda para la vigilia, mientras que la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, la fiscal general del estado, Letitia James, y el alcalde de Buffalo, Byron Brown, participaron de un oficio en la Iglesia Bautista True Bethel de la ciudad.
Con ánimos que iban del enojo a la tristeza, los oradores denunciaron esta última erupción de violencia racista y la fácil disponibilidad de armas de alto poder, algo que se ha convertido en una escena tristemente familiar en todo Estados Unidos.
Hochul, ella misma nativa de Buffalo, describió el crimen como una “ejecución al estilo militar” (dijo que el tirador portaba un rifle semiautomático de asalto AR-15) y subrayó que los mensajes racistas se “esparcían como un reguero de pólvora”.
Así, la gobernadora pidió a los funcionarios de los dos partidos políticos en el Congreso que “se aseguren de que estas personas regresen a sus agujeros y permanezcan allí”.
Hablando para la cadena televisiva ABC, describió a las redes sociales como “instrumentos de este mal” y dijo que permitían que los temas racistas “se propagaran como un virus”.
El ataque reflotó recuerdos de algunos de los peores ataques racistas en la historia reciente del país, incluido el asesinato de nueve feligreses en una iglesia negra en Carolina del Sur por un joven blanco en 2015, y el ataque de un hombre blanco en Texas en 2019 que cobró 23 vidas, la mayoría de ellos hispanos.
El tirador disparó a cuatro personas en el estacionamiento de la tienda, antes de ingresar a ella. Tres de ellas murieron.
Entre los muertos dentro de la tienda se encontraba un oficial de policía jubilado que trabajaba como guardia de seguridad armado. Pudo disparar varios tiros al agresor antes de recibir un disparo, señalaron los voceros policiales.
Cuando llegaron los agentes, el atacante se puso el arma en el cuello amenazando con dispararse, pero finalmente lo disuadieron y se rindió.
Las víctimas fueron clientes comunes y trabajadores de tiendas.
Una, según una publicación en la red Twitter, era una “madre, abuela y misionera” de 77 años a la que “le encantaba cantar, bailar y estar con la familia” y que durante 25 años había montado una despensa semanal para alimentar a los pobres.
En una vigilia dominical en la iglesia Elim Christian Fellowship de Buffalo, el pastor T. Anthony Bronner instó tanto a la oración como a la acción política en respuesta al ataque.
“Algunos de nosotros estamos muy enojados esta mañana”, dijo el pastor, pero “respondemos con nuestra oración, y respondemos de pie”.
El tiroteo está siendo investigado como un “crimen de odio” y un “caso de extremismo violento por motivos raciales”, declaró a periodistas Stephen Belongia, agente especial a cargo de la oficina de campo del FBI en Buffalo.
Medios locales vincularon al tirador con un manifiesto de 180 páginas que describía una ideología supremacista blanca y presentaba un plan para apuntar a un vecindario principalmente conformado por negros.
Además de mencionar el tiroteo en la iglesia de Carolina del Sur, el atacante aseguró que se había “inspirado” en el hombre armado que mató a 51 personas en una mezquita de Nueva Zelanda en marzo de 2019.
Un arma semiautomática utilizada en el tiroteo del sábado también tenía escrito un epíteto racial en el caño, según el diario local The Buffalo News, citando a un funcionario local.
Si el atacante es declarado culpable, enfrentaría una pena máxima de cadena perpetua sin libertad condicional.
En una videollamada a la Iglesia Bautista True Bethel, el senador por Nueva York Charles Schumer calificó al racismo como “el veneno de Estados Unidos” y sostuvo tajante: “Debemos abordar el flagelo de la violencia armada y finalmente prohibir las armas de guerra en nuestras calles”.
Pero frente a un fuerte cabildeo a favor de las armas, los esfuerzos anteriores del Congreso estadounidense para endurecer las leyes en este ámbito generalmente se han quedado cortos, incluso después de algunos de los tiroteos más trágicos.
Estados Unidos sufrió 19,350 homicidios con armas de fuego en 2020, casi un 35% más que en 2019, según datos recientes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.