La democracia brasileña dio un salto a lo desconocido con el lanzamiento de un procedimiento de destitucióncontra la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, aunque nadie prevé una salida rápida de la crisis cualquiera sea el ganador de la apuesta.
Si Rousseff es destituida, será reemplazada por el vicepresidente centrista Michel Temer, quien completaría el mandato hasta fines de 2018. Pero el periodo que se abre requerirá difíciles consensos para sacar al país de la recesión y restaurar la confianza en las instituciones, minada por los escándalos de corrupción.
Rousseff llamó el jueves a "un gran pacto", sin mayores precisiones.
"El panorama es muy nebuloso (...), esta crisis no se acaba con un cambio de personas", que de todos modos "seguirán expuestas a los próximos escándalos", dijo a la AFP Edson Sardinha, director ejecutivo del portal de informaciones parlamentarias Congresso em Foco.
Y la economista jefa de la consultora XP Investimentos, Zeina Latif, se resigna y admite que "no se pueden esperar milagros".
Con una popularidad bajo mínimos, Rousseff nombró ministro jefe de gabinete a su predecesor Luiz Inácio Lula da Silva para articular los apoyos en la cámara y movilizar a las diezmadas bases del Partido de los Trabajadores (PT).
El nombramiento fue bloqueado por la justicia, que investiga su presunta implicación en el escándalo de Petrobras, pero el líder histórico de la izquierda multiplica sus contactos en un hotel de Brasilia y nadie puede augurar que haya perdido la batalla.
Si salva a Rousseff, y la justicia lo confirma como ministro, se convertiría en el hombre fuerte del gobierno y su primera misión consistiría en tratar de apaciguar a los mercados, que piden medidas de austeridad, y a los grandes sectores industriales y del agronegocio que apoyan abiertamente el procedimiento de destitución.
Ribamar Oliveira, de Valor, considera poco probable que Lula "pueda adoptar cualquier medida que contraríe a las organizaciones y movimientos sociales que salieron a la calle para apoyar a Dilma". En ese caso, solo podrá preverse una "mayor volatilidad en el mercado".
Según Edson Sardinha, Rousseff, aunque supere la destitución, "no va a tener condiciones de gobernar", porque "su base aliada va a seguir dividida" y la oposición no le hará ninguna concesión.
Sin contar que su frágil coalición estaría permanentemente expuesta a nuevas revelaciones de la operación Lava Jato, que investiga la red de corrupción de Petrobras.
La volatilidad de las alianzas y las investigaciones de la Lava Jato podrían ser también un problema para Temer.
La Corte Suprema instó a la Cámara de Diputados a abrirle a Temer un proceso de destitución por causas similares a las de Rousseff (manipulación de las cuentas públicas) y la campaña de ambos se halla bajo el foco de la justicia electoral, por sospechas de que recibió dinero de las redes de corrupción de Petrobras.
De probarse esa acusación, deberían convocarse nuevas elecciones. El nombre del veterano constitucionalista, de 75 años, fue además citado en conexión con el caso Petrobras, aunque no hubo hasta el momento ninguna investigación abierta en su contra.
Pero Temer, que en caso de elecciones obtendría apenas un 2% de los votos, según las encuestas, podría convertir a sus propias debilidades en un argumento convincente para ganar apoyos, sobre todo en torno a una agenda económica, dijo Latif a la AFP, en una entrevista telefónica desde Sao Paulo.