La guerra de Colombia contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias duró 52 años, y en ese país las fotografías del conflicto armado tienen un nombre: el de Jesús Abad Colorado. Él –lo dicen sus colegas– tomó las fotos más impactantes de los años de dolor que finalmente ven ahora un final esperanzador.
Jesús Abad Colorado no es fotógrafo solamente porque le gusta la fotografía. Su historia empezó antes de que él naciera, con una foto que él no tomó. O mejor dicho, con la historia detrás de esa foto. Porque la foto era de sus abuelos: una tradicional foto familiar en blanco y negro de los abuelos viendo fija y seriamente a la cámara. Una turba entró a la casa, mató al abuelo y degolló al hijo menor. La abuela decidió no pudo probar más bocado y a los cuatro meses murió.
La violencia ha seguido siendo protagonista en su familia. Un primo murió secuestrado por las Farc (murió en cautiverio pese a que la familia pagó por el rescate), otro primo fue desaparecido por el Ejército (nunca aparecieron sus restos), una prima fue asesinada por las Farc y él mismo fue secuestrado dos veces: en 1997 por las Farc por una semana, y en 2000 por el ELN por tres días. Pero para él, detrás del dolor que hay en sus imágenes y sus experiencias tanto personales como familiares, está la esperanza. Él sabía que algún día llegaría lo que finalmente está llegando.
LOS COLORES
La gran mayoría de las fotos de Abad son en blanco y negro, porque para él la fotografía a color agrede y juega con el escándalo y el morbo. “El blanco y negro juega más con la ética y la memoria. Es más respetuoso ante el dolor, le da un carácter documental y de guardar silencio y reflexionar”. Para Abad, es importante poder entrelazar la ética y la estética para lograr una reflexión en quien ve sus imágenes.
No es un fotógrafo de técnicas. Trabaja de forma manual su cámara, como si fuera una cámara antigua: él define diafragma y velocidad y sus fotos no tienen edición. Lo que el ojo ve es lo que sale. No sabe trabajar con luces de estudio. Sabe usar Photoshop solo para aclarar imágenes y limpiarlas.
LOS OJOS DEL ALMA
Abad es siempre el último fotógrafo en irse de las escenas que fotografía. Es, explica, su “forma de acompañar”. Él no va con el afán periodístico de publicar de primero, porque trabaja como independiente. Va y conoce el nombre de todas las personas que aparecen en las imágenes que toma. “Para ver el rostro y la crueldad de la guerra no hay que ver los cuerpos: hay que mirar el rostro, los ojos y el dolor de los vivos. En la guerra hay rostros y nombres”. Por eso, cuenta, trabaja muy solo: para construir confianza. Para transmitir que es un ser humano solidario que busca reflejar a las víctimas.
Jesús Abad tiene otra particularidad: ha montado exposiciones en Suiza, Estados Unidos, Canadá, España, Cuba, México, Alemania y Francia y ha dictado exposiciones en varios lados del mundo (entre ellos Harvard), y nunca ha mostrado fotografías de generales ni de comandantes. Los mostrará solo haciendo la paz, dice, “porque antes tergiversaron el dolor”. Él prefiere mostrar fotografías de civiles, por estar más cercanos a las víctimas y por haberlos visto sufrir y llorar. Por tener hijos y querer vivir en paz. Por ser los que siempre han perdido.
Abad no tiene una foto favorita. “He visto juntos los cuerpos de 80 personas, pero también el cuerpo de una maestra, o el de un líder indígena, y eso es como si le mataran el alma a una comunidad. El dolor no lo mido por la cantidad, sino por lo que representa”.
Después de ciertos trabajos este fotógrafo de 49 años ha permanecido sin tomar fotos dos o tres meses, porque ha quedado muy afectado, pero jamás ha dejado la cámara del todo.
Su trabajo refleja la humanidad que proyecta él como persona. “Yo nunca, frente a un combatiente, soldado o paramilitar, voy a buscar un ángulo perverso. Todo lo contrario: busco el que le recuerde que antes de ser combatiente es una persona. Por eso busco el ángulo más digno. Para que en algún momento pueda regresar”.
Y es que pese a haber sido víctima él y sus familiares, asegura que en su casa no le enseñaron a odiar. “Me enseñaron a ser solidario y a tener afecto por los otros. Y eso es lo que tenemos que hacer en Colombia: recuperar la confianza en los demás. Los que más apoyan la paz son los que más han vivido la guerra. Los que más cómodo han vivido son los que menos la apoyan”.
Con una Colombia en paz, Abad asegura que seguirá caminando, ahora dedicado a ver la belleza que antes no tenía tiempo para retratar.
Perfil de Jesús Abad Coronado
Empezó a estudiar periodismo con la idea de escribir, pero su idea se frustró cuando cursaba primer año de universidad (en 1987) porque la extrema derecha y el narcotráfico, cuenta, mataron a 20 universitarios de su universidad (la Universidad de Antioquia) por hablar de justicia social. Eso le dio terror y prefirió empezar a hablar a través de la imagen.
Su primera cámara fue una Contax. Se la regaló en 1988 su hermana mayor. Le duró dos años y no pudo volver a arreglarla. Empezó fotografiando bautizos, matrimonios y eventos sociales para mantenerse.
Su primer y único trabajo formal fue de 1992 a 2001 en el periódico de Medellín El Colombiano. Hasta 2004 colaboró en la revista Cromos, aunque también ha publicado en El Espectador, en Semana, en El Tiempo y medios internacionales, entre otros.
Desde hace 15 años es independiente.