Lisboa recupera este lunes su normalidad tras acoger durante una semana la visita del papa Francisco y de más de un millón de peregrinos por la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que ha congregado del 1 al 6 de agosto la mayor concentración católica tras la pandemia del coronavirus.
Los fieles, que alcanzaron el millón y medio de personas en la clausura de este fin de semana, han provocado largas colas en el Aeropuerto Humberto Delgado para volver a sus países de origen.
Apenas queda rastro de ellos en las calles de Lisboa, fácilmente reconocibles estos últimos días por sus camisetas, mochilas, banderas y cánticos.
Los transportes públicos, que sufrieron desvíos y cierres por seguridad en el centro de la ciudad, han vuelto a sus servicios habituales.
La organización ha comenzado a retirar los palcos y escenarios utilizados durante la JMJ, así como las pantallas y altavoces gigantes instalados para retransmitir las ceremonias.
Asimismo, hoy se retiran los controles documentales en las fronteras portuguesas para entrar en el país que fueron repuestos el 22 de julio con motivo de la Jornada.
El papa, que volvió este domingo a Roma, ha oficiado durante estos días varias ceremonias multitudinarias, se ha reunido con víctimas de abusos, representantes de otras religiones, jóvenes y enfermos, y se ha desplazado al santuario de Fátima.
Al cierre de la JMJ, las autoridades portuguesas han celebrado los niveles de participación en este macroevento católico.
“Es una cosa nunca vista en Portugal”, una “locura”, resumió este domingo el presidente luso, Marcelo Rebelo de Sousa, mientras que el primer ministro, António Costa, destacó el impacto “inmaterial” del evento.