Los hospitales británicos, “en pie de guerra” frente a la propagación de la variante Ómicron, se organizan para abrir miles de camas provisionales sin saber aún cómo el aumento de casos afectará a las unidades de cuidados intensivos.
El Reino Unido, que registró cerca de 148,500 muertes a causa de la pandemia, supera cada día sus propios récords de contagios de la Covid-19. El jueves por ejemplo, las autoridades informaron de más de 189,000 casos.
Aunque el gobierno insiste por ahora en que Ómicron parece provocar síntomas menos severos que la variante Delta, por primera vez desde marzo el número de pacientes hospitalizados por covid-19 se acercaba este jueves a los 12,000.
Para poder hacer frente al “peor escenario”, el Servicio Nacional de Salud (NHS), anunció el jueves la construcción de estructuras temporales para alojar a un centenar de pacientes respectivamente en ocho hospitales, que deberán estar operativos esta semana.
Los hospitales también deberán identificar “espacios como gimnasios o centros educativos que puedan reconvertirse para alojar a pacientes” y crear hasta 4,000 camas adicionales.
En el Hospital St. George, en el barrio londinense de Tooting, un grupo de trabajadores trataba el jueves de levantar una estructura de acero frente al edificio de ladrillo, según constató un fotógrafo de la AFP.
“El NHS está ahora en pie de guerra”, dijo el director médico del servicio de salud, Stephen Powis, aunque “espera” que las estructuras no sean necesarias.
“Todavía no sabemos exactamente cuántas personas que han contraído el virus necesitarán tratamiento hospitalario, pero dado el número de infecciones, no podemos esperar a saberlo antes de actuar”, explicó.
Durante la primera ola, el NHS construyó enormes hospitales de campaña en palacios de congresos o estadios, pero habían sido de poca utilidad, sobre todo por la falta de personal especializado.
Esta vez en cambio, se eligieron instalaciones más pequeñas y cercanas a los hospitales.
A diferencia de las autoridades de Escocia, Gales e Irlanda del Norte, el gobierno de Boris Johnson ha decidido no imponer nuevas restricciones antes de Año Nuevo en Inglaterra.
El primer ministro dejó abiertos los pubs y las discotecas y pidió a los ciudadanos precaución durante las vacaciones. En vez de apostar por los cierres, aceleró la campaña de refuerzo, con una tercera dosis administrada al 57,5% de los mayores de 12 años.
Para justificar la decisión de no imponer más restricciones, Boris Johnson, que se enfrenta a la oposición de una parte de su bancada, se basa en estudios que indican un menor riesgo de hospitalización con Ómicron que con la variante Delta.
El inmunólogo John Bell, de la Universidad de Oxford, relativizó también la amenaza el martes en la BBC, subrayando los beneficios de la vacunación: “Las horribles escenas de hace un año - unidades de cuidados intensivos llenas, muchas muertes prematuras - son ya cosa del pasado”, dijo.
Pero los científicos temen que, pese a todo, se produzca una oleada importante de ingresos en los hospitales debido al gran número de contagios.
La situación se ha deteriorado en los últimos días, sobre todo en Londres, aunque las cifras del invierno pasado, con casi 40,000 pacientes hospitalizados, difieren mucho de las actuales.
Más allá de la situación en los hospitales, el espectacular nivel de circulación del virus perturba el funcionamiento del país.
La compañía ferroviaria Southern ha cancelado todos sus trenes en la estación Victoria de Londres hasta el 10 de enero. Los bomberos y las ambulancias informan de dificultades para prestar sus servicios.
Lo mismo ocurre con el propio NHS, lo que plantea dudas sobre el funcionamiento de las nuevas camas provisionales.