Las familias ucranianas evacuadas de la ciudad sitiada de Mariúpol describen el “infierno” que han dejado atrás, los cadáveres que se acumulan en las calles y las frías noches en los sótanos para protegerse de las bombas, con temperaturas bajo cero.
Mientras las fuerzas rusas bombardeaban la ciudad, cuentan que tuvieron que derretir nieve para beber agua mientras escaseaba la comida y no había suministro eléctrico.
“Dispararon tantos cohetes”, recuerda Tamara Kavunenko, de 58 años, en declaraciones a la AFP. Es parte de los 4 mil 300 habitantes de Mariúpol que escaparon esta semana hacia Zaporiyia, en el centro de Ucrania.
“Cuando llegó la nieve, la recolectamos y la derretimos para el agua. Cuando no, hervimos agua del río para beberla”, dice.
“En las calles están los cuerpos de muchos civiles muertos”, agrega, antes de sentenciar: “Ya no es Mariúpol. Es el infierno”.
Más de 2 mil personas han muerto hasta ahora en la ciudad portuaria, un objetivo estratégico clave para Moscú, según las autoridades ucranianas.
El jueves, Ucrania acusó a Rusia de bombardear un teatro donde se habían refugiado cientos de civiles, pese a que se había escrito la palabra “niños” en la parte delantera y trasera del edificio, según imágenes satelitales captadas el 14 de marzo por la empresa privada Maxar.
‘Olor en el aire’
Cerca de 6 mil 500 vehículos salieron de la ciudad los últimos dos días, dijo en Telegram Vadim Boychenko, el alcalde de Mariúpol, en la madrugada del jueves.
En medio de apagones de las telecomunicaciones, muchos de ellos escaparon.
En un circo de la era soviétiva en Zaporiyia, un grupo de voluntarios de la Cruz Roja espera a los evacuados. Zapatos y mantas para niños cubren el suelo.
Dima, con las manos negras de suciedad, cuenta a la AFP que no se ha limpiado en dos semanas. En su tercer intento, llegó el martes a Zaporiyia con su mujer y dos hijos, explica a la AFP.
Para alimentar a los niños y a sus abuelos, explica que tuvo que saquear tiendas en busca de comida.
“Vivíamos bajo tierra y si hacía -4º era una buena temperatura”, dice, mientras alza su pierna para mostrar que lleva tres pantalones para tener calor.
“A veces, había cuerpos en la calle durante tres días”, recuerda. “El olor está en el aire y no quieres que tus hijos lo huelan”, agrega.
Daria, que también huyó de Mariúpol, dijo que durante 10 días, vivió en el sótano de su edificio con su bebé. “Se ponía peor cada día”, cuenta, mientras sostiene a su hija. “Estábamos sin luz, sin agua, sin gas, sin medios para existir. Era imposible comprar cosas”, agrega.