El marido de la reina Isabel II, el príncipe Felipe, de 99 años de edad, que había sido hospitalizado recientemente y sometido a una intervención cardíaca con éxito, falleció el viernes, anunció el Palacio de Buckingham.
“Con profundo dolor, su majestad la reina anuncia la muerte de su amado esposo, su alteza real el príncipe Felipe, duque de Edimburgo”, afirmó un comunicado.
“Su alteza real ha fallecido en paz esta mañana en el Castillo de Windsor”, precisó.
The Royal Family join with people around the world in mourning his loss.
— The Royal Family (@RoyalFamily) April 9, 2021
Further announcements will be made in due course.
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En junio cumpliría 100 años de edad.
A principios de marzo pasado, bajo una fuerte expectación mediática, fue trasladado del pequeño y elegante King Edward VII, situado en el barrio londinense de Marylebone, al gran hospital público St. Bartholomew que, según su página web, posee el mayor departamento especializado en enfermedades cardiovasculares de Europa.
Allí fue sometido a una operación quirúrgica “para tratar una enfermedad cardíaca preexistente”.
SIETE DÉCADAS JUNTOS
Felipe de Edimburgo pasó más de siete décadas a la sombra de su esposa, con gran lealtad y una propensión a mostrarse poco respetuoso de lo políticamente correcto.
“Es mejor desaparecer que alcanzar la fecha de caducidad”, había dicho hace unos años con su particular sentido del humor.
Si su esposa, que llegó al trono en 1952, batió todos los récords de longevidad como monarca, Felipe fue el consorte que más años ostentó ese honor. Lo era desde 2009, cuando superó a Carlota, la esposa de Jorge III.
“Es mi roca. Ha sido mi fuerza y mi sostén”, dijo una vez la reina, poco proclive a hacer demostraciones de cariño en público.
En 2017 se retiró de las actividades públicas tras haber participado en más de 22 mil actos oficiales, pero su principal valor fue ser “el único hombre del mundo en tratar a la reina como un ser humano, de igual a igual”, explicó una vez Lord Charteris, exsecretario privado de la monarca.
#Infografía Fechas destacadas de la vida del príncipe Felipe, marido de la reina Isabel, fallecido el 9 de abril a los 99 años #AFP pic.twitter.com/iMRFhGpGa6
— Agence France-Presse (@AFPespanol) April 9, 2021
Alto y tieso, siempre detrás de la reina como exige el protocolo, Felipe asumió con mejor o peor disposición su papel de secundario.
Según admitió, le hicieron falta años de aprendizaje para encontrar su lugar a la sombra de Isabel II y en el corazón de los británicos, pero luego disfrutó de un alto índice de popularidad, al igual que su esposa.
A menudo intentó salirse con la suya, pero acabó entrando en razón.
Como en enero de 2019, cuando un accidente de tráfico reveló que seguía conduciendo a los 97 años. Pese a las críticas, volvió a tomar el volante dos días después y sin llevar el cinturón de seguridad. Pero tres semanas más tarde cedía a la presión y entregaba su permiso de conducir.
Una tribu de Vanuatu llegó a venerarlo como una divinidad ligada a los espíritus del volcán Yasur.
Su temperamento fue efectivamente volcánico, sin ninguna consideración por lo políticamente correcto, aunque en los últimos años se calmó.
“¿Habéis logrado que no os comieran?”, preguntó a un joven británico que venía de viajar por Papúa Nueva Guinea en 1998.
“Vosotros tenéis mosquitos, yo tengo periodistas”, dijo en Dominica en 1966. Luego compararía a los periodistas con los monos de Gibraltar.
En otra ocasión, un niño le confesó que quería ser astronauta y el duque le respondió que estaba demasiado gordo para volar.
Cuando se le preguntó si le gustaría visitar la Unión Soviética, dijo: “Me encantaría visitar Rusia, aunque esos cabrones asesinaron a la mitad de mi familia” (en alusión a la suerte de los Romanov).
Su entorno le oyó maldecir mil veces su suerte, gruñir contra la pérdida de valores o contra las locuras de sus cuatro hijos en los años 1980, y hasta contra “los malditos chuchos” de la reina, siempre pegándosele a las piernas.
“La gente tiene la impresión de que al príncipe Felipe no le importa nada lo que piensen de él y tienen razón”, dijo el exprimer ministro Tony Blair en sus memorias.
SUS ORÍGENES ALEMANES
De ascendencia alemana, el duque nació príncipe de Grecia y Dinamarca, el 10 de junio de 1921 en la isla griega de Corfú. Era el quinto hijo de Alicia de Battenberg y Andrés de Grecia. La familia huyó meses después, cuando se proclamó la república helénica y se refugió cerca de París.
Su padre era asiduo de los casinos de Montecarlo. La madre, depresiva, ingresó en un convento. Felipe tenía 10 años de edad. Dejado en manos de parientes lejanos, frecuentó colegios en Francia, Alemania y Gran Bretaña hasta terminar en un austero internado escocés.
Ingresó luego en la Marina Real británica y participó activamente en los combates durante la Segunda Guerra Mundial en el océano Índico y el Atlántico.
Era un apuesto joven de 18 años cuando conoció a Isabel antes de la guerra. Lilibet, como la apodaba su madre, tenía 13 años y se enamoró. Se casaron ocho años más tarde, el 20 de noviembre de 1947. Felipe, nombrado duque de Edimburgo, tuvo que renunciar a sus títulos de nobleza anteriores y a su religión ortodoxa.
En febrero de 1952, la muerte prematura de su suegro, el rey Jorge VI, marcó el fin de su carrera de oficial en la Marina e inauguró la de príncipe consorte que le siguió el resto de su vida.