El primer ministro Boris Johnson, cuya popularidad no deja de caer, se veía de nuevo en aprietos el martes debido a otro escándalo por una multitudinaria fiesta en los jardines de Downing Street en pleno confinamiento, que la policía dijo investigar.
En mayo de 2020 -dos meses después de declarado el confinamiento por el coronavirus, que llevó al propio Johnson a ser hospitalizado en abril y dejó a 67 millones de británicos sin interacciones sociales- solo se permitía ver a una persona, al aire libre y respetando dos metros de distancia.
Pero, en un email filtrado ahora a la prensa, el secretario particular del primer ministro, Martin Reynolds, invitó a un centenar de empleados a “disfrutar del buen tiempo” tomando “unas copas con distancia social” el 20 de mayo en los jardines de Downing Street.
“Traigan sus propias bebidas”, decía el mensaje, que reaviva un escándalo que el controvertido líder conservador esperaba apagado.
Según varios medios, tanto él como su esposa Carrie, que poco antes había dado a luz al primer hijo de la pareja, asistieron a la fiesta.
La policía londinense “es consciente” de las acusaciones de estas “presuntas infracciones de las regulaciones de protección sanitaria en Downing Street el 20 de mayo de 2020 y está en contacto con la oficina del gabinete” al respecto, afirmó.
En aquella época las autoridades multaban a quienes se saltaban las reglas y podían imputar a los reincidentes.
No es la primera vez que se acusa al gobierno de infringir sus propias restricciones, que provocaron una muy grave recesión económica y causaron trastornos psicológicos a muchos británicos. La prensa ha publicado revelaciones sobre nueve eventos de este tipo entre mayo y diciembre de 2020.
El último, una multitudinaria fiesta de Navidad, llevó a la portavoz del primer ministro, Allegra Stratton, a renunciar entre sollozos hace un mes y a 54% de británicos a considerar que Johnson debía dimitir.
Entre ellos figuran numerosos diputados de su propio Partido Conservador, un centenar de los cuales se rebeló poco después contra el gobierno en una histórica votación sobre nuevas restricciones.
Johnson, que dijo haber recibido garantías de que “siempre se respetaron las reglas”, encargó una investigación interna a la alta funcionaria Sue Gray, que aún no publicó sus resultados.
Y a ella se limitó a referirse, con una sonrisa incómoda, cuando antes de esta nueva filtración se le preguntó sobre su propia presencia en los encuentros.
El martes, el portavoz del primer ministro se negó a comentar al respecto pero afirmó que Reynolds sigue en su puesto y conserva la confianza de Johnson.
Este “no solo sabía de las fiestas en Downing Street, sino que asistió. Deje de mentir al público británico. Es hora de confesar de una vez”, le urgió el líder de la oposición, el laborista Keir Starmer, en Twitter.
Su partido exigió una comparecencia parlamentaria para dar explicaciones, pero Johnson delegó en Michael Ellis, un miembro de segundo rango del gobierno, que se limitó otra vez a referirse a la investigación en curso bajo los abucheos de los diputados.
Por su parte, Jonathan Evans, director del comité independiente que asesora a los primeros ministros en materia de ética, consideró que las últimas acusaciones muestran “descuido” en el respeto de las normas.
“La gente se preocupa y siente que (...) las personas a las que se paga por desempeñar funciones públicas, deberían estar a la altura”, afirmó.
Como Hannah Brady, portavoz de una asociación de familiares del víctimas del covid-19, que se ha cobrado más de 150,000 vidas en el Reino Unido, quien se declaró “enferma” al pensar que los empleados de Downing Street “hacían una fiesta” pocos días después de la muerte de su padre, cuando ella no podría ni ver a sus allegados.
Sumada a otros escándalos de corrupción y amiguismo, esta podría ser la gota que colme la paciencia de los conservadores, que tendrían que lanzar una moción de censura interna si quieren hacer caer a su líder.