“Mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, las armas no; no importa la proveniencia, circulan con una libertad jactanciosa y casi absoluta en tantas partes del mundo”.
Esta es la injusta paradoja contra la que clamó el papa Francisco durante su visita a la sede del Programa Mundial de Alimentos (World Food Program) esta mañana en Roma, Italia. Es la primera vez que el máximo representante de la Iglesia Católica pisa las instalaciones de esta agencia internacional dedicada a la lucha contra el hambre en el mundo. El año pasado por estas fechas acudió a la FAO (la organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas).
Jorge Mario Bergoglio volvió a pronunciar un duro discurso sobre uno de los temas que más le preocupan: el hambre en el mundo. Para el pontífice “es necesario ‘desnaturalizar’ la miseria y dejar de asumirla como un dato más de la realidad” porque “la miseria tiene rostro”.
“Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene rostro de jóvenes y ancianos. Tiene rostro en la falta de posibilidades y de trabajo de muchas personas, tiene rostro de migraciones forzadas, casas vacías o destruidas”, manifestó. De este modo, hizo un llamamiento a no “naturalizar” el hambre de tantos y a desburocratizar el hambre. “Las burocracias mueven expedientes; la compasión, en cambio, se juega por las personas”, señaló.
Por otro lado, denunció con crudeza la “preponderancia inusitada” que han adquirido en los debates “las guerras y las amenazas de conflictos” y señaló que esto ha arrinconado totalmente “otras maneras de solucionar las cuestiones en pugna”.
“De este modo, son las guerras las que se nutren y no las personas. En algunos casos la misma hambre se utiliza como arma de guerra”, agregó.
Asimismo aludió al consumismo como una de las causas que induce a acostumbrase a lo “superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento”. Consciente de que cada año se desperdician 1.3 toneladas de alimentos, clamó que ese desperdicio “es como si se robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre”.
“La falta de alimentos no es algo natural, no es un dato ni obvio, ni evidente. Que hoy en pleno siglo XXI muchas personas sufran este flagelo, se debe a una egoísta y mala distribución de recursos, a una ‘mercantilización’ de los alimentos”, denunció de igual manera.
Finalmente, con una frase que es igualmente válida para cualquier organización, Bergoglio recordó a los embajadores de los Estados miembros que “la credibilidad de una institución no se fundamenta en sus declaraciones, sino en las acciones realizadas por sus miembros”.