El Gobierno de Colombia y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmaron ayer el cese al fuego bilateral, un histórico pacto que marca el fin de la confrontación armada más antigua del hemisferio y los deja a un paso de un acuerdo final de paz.
El pacto, firmado en La Habana ante el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y varios presidentes de América Latina, estableció los procedimientos para que los rebeldes se concentren temporalmente en una veintena de zonas y entreguen las armas a la ONU en un plazo de seis meses tras el acuerdo definitivo como parte de su transición a la política.
“Que este sea el último día de la guerra”, dijo el máximo líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, antes de comenzar su discurso emocionado y con voz temblorosa tras la firma.
“No solamente se acordó el fin de las confrontaciones, sino que también se definió un cronograma preciso para que las FARC dejen las armas para siempre. Esto significa ni más ni menos el fin de las FARC como grupo armado”, dijo Santos desde La Habana, donde asistió a la firma del acuerdo.
“La paz se hizo posible, la paz es posible, ahora vamos a construirla”, aseguró el mandatario colombiano, tras estrechar la mano del líder guerrillero.
El anuncio fue hecho por los delegados de los países garantes, Cuba y Noruega, en presencia de Ban Ki-moon, y los presidentes de México, Chile, Cuba, Venezuela, entre otras personalidades de la región.
El pacto, denominado Fin del Conflicto, incluye garantías de seguridad y la lucha contra las organizaciones criminales sucesoras del paramilitarismo, y la persecución de conductas criminales que amenacen la implementación de los pactos.
“Tengo 76 años, viví esta guerra durante toda mi vida, nunca pensé que llegara el momento en el que estos ‘carajos’ firmaran la paz”, dijo con los ojos llorosos Graciela Pataquiva, una profesora pensionada.
En Bogotá no faltaron el baile, los abrazos, las sonrisas, los rezos ecuménicos y las lágrimas. Se escucharon canciones y gritos de “¡Viva la paz!”.
HISTÓRICA FIRMA POR LA PAZ
Ayer fue un día histórico. Uno que millones de colombianos jamás pensaron que verían. Tras casi cuatro años de negociaciones, el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmaron el cese al fuego bilateral y definitivo.
Aunque ese no es el último acuerdo de la agenda, sí se trata del más importante, histórico y significativo, porque en él las FARC, el grupo guerrillero más poderoso y antiguo de América, se compromete a dejar las armas por siempre y convertirse en un movimiento político.
Se trata, pues, del principio del fin de una guerra de 52 años que ha dejado 260 mil muertos, 45 mil desaparecidos y 6.9 millones de desplazados.
En el salón de protocolo de El Laguito, en La Habana, frente a las delegaciones de varios países, políticos, empresarios y periodistas, se dejaron claros los puntos de mayor expectativa y discusión durante la negociación, que empezó en noviembre de 2012: las zonas de concentración donde se ubicarán los más de 6 mil guerrilleros una vez se conviertan en desmovilizados y las reglas bajo las cuales se deberán regir en adelante, así como el proceso mediante el cual los ilegales dejarán las armas y el destino final de las mismas.
CONCENTRACIÓN PACÍFICA
El documento, firmado por el presidente Juan Manuel Santos y el máximo jefe de las FARC, Jorge Londoño (alias Timoleón Jiménez, alias Timochenko), establece que los miembros de la guerrilla se ubicarán en 23 zonas veredales y 8 campamentos que tendrán condiciones especiales, como el acompañamiento de la fuerza pública. En este punto ambas partes cedieron, pues en un principio las FARC pedían por lo menos 80 zonas de concentración y el Gobierno cedía solo 9.
¿En qué radica la diferencia entre una zona veredal y un campamento? En la cantidad de guerrilleros que hospedarán, la ubicación y el tamaño. Los campamentos serán más pequeños que las zonas.
En estos espacios no se usará uniforme y habrá un monitoreo entre la fuerza pública, las FARC y las Naciones Unidas, que a su vez monitoreará la comunidad internacional. Los desmovilizados podrán salir y entrar para fines del proceso, pero vestidos de civil y sin armas. Asimismo, como parte del acuerdo, las FARC podrán designar a 60 de sus hombres para recorrer el país en labores de pedagogía.
Además, los guerrilleros de las FARC que estén detenidos en cárceles colombianas podrán recibir una amnistía y ser llevados a las zonas de concentración. Es en estos espacios donde se prepararán para reinsertarse a la sociedad.
Es por eso que ahí también podrán capacitarse en educación primaria, secundaria o técnica, “de acuerdo a sus propios intereses, jornadas de cedulación y demás actividades de preparación para la reincorporación”, establece el acuerdo de 28 páginas.
MONUMENTO DE ARMAS
En cuanto a las armas, las FARC deberán limpiar y descontaminar los territorios afectados con municiones sin explotar, explosivos y minas antipersonales.
La dejación deberá darse en dos tiempos, “denominados control de armamento y dejación de las armas, que integran los siguientes procedimientos técnicos: registro, identificación, monitoreo y verificación de la tenencia, recolección, almacenamiento, extracción y disposición final”, explica el acuerdo. Esta parte del proceso, que deberá darse en un plazo de 180 días, la encabezarían las Naciones Unidas.
El acuerdo establece que las armas serán luego amontonadas y fundidas para hacer tres monumentos en las sedes de Naciones Unidas en Nueva York, Colombia y Cuba.
LOS DISCURSOS, EN POCAS PALABRAS
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, destacó que hay generaciones enteras que no han vivido un solo día de paz. Resaltó que si bien es cierto que aún subsisten otros fenómenos de violencia y delincuencia, como el ELN y las bandas criminales asociadas al narcotráfico, “este acuerdo significa terminar la guerra con la organización guerrillera más grande y más antigua”.
El mandatario se refirió a los temas que más inquietud han generado durante las negociaciones: la impunidad y la participación política de las FARC. Sobre lo primero, aclaró que habrá justicia para las víctimas pues “los máximos responsables de crímenes atroces serán juzgados y sancionados”.
Y sobre lo segundo, dijo que “los acuerdos de participación política nos llevarán a una democracia fortalecida donde todos quepamos; donde todos podamos opinar, disentir, construir. Donde las ideas se defiendan con la razón y jamás con las armas” y que “no estamos de acuerdo, y seguramente jamás lo estaremos, con su visión política y económica para el país, pero lo que se reconoce hoy es la posibilidad de disentir y de tener posiciones opuestas sin necesidad de enfrentarse por medios violentos”.
En tanto, Timochenko aseguró que las FARC ven la paz “más cerca que nunca” y que será “la mejor oportunidad que tendrá nuestro país para enrumbarse hacia la justicia social y el progreso”. Sobre la política dijo que está “claro que las FARC haremos política” pues esa es su “razón de ser”, pero lo harán “por medios legales y pacíficos” y que las Fuerzas Armadas fueron sus adversarias, pero “en adelante tenemos que ser fuerzas aliadas por el bien de Colombia”.
EL PLEBISCITO
Una de las sorpresas de ayer fue la aceptación por parte de las FARC del plebiscito como la fórmula para que la población acepte los acuerdos finales. Hasta ayer, lo rechazaban con el argumento de que había sido decidido unilateralmente por el Gobierno, aunque tampoco habían propuesto un mecanismo distinto. Ayer alegaron que aceptarían el fallo de la Corte Constitucional, que aunque no se ha definido finalmente, en un primer paso va en esa vía.
QUÉ QUEDA PENDIENTE
La agenda acordada entre las FARC y el gobierno de Santos tenía seis grandes aristas. El “fin del conflicto”, acordado ayer, era la quinta. La última, que es el mecanismo de refrendación del acuerdo final, está pendiente por negociarse.
Sin embargo, aún quedan otros puntos de las aristas anteriores en los que el Gobierno y las FARC deben ponerse de acuerdo. Entre ellos, la situación de los prisioneros de las FARC, la financiación del postconflicto y el mecanismo de verificación de los acuerdos.