Daryelis Denise Sáez Batista vive en Israel desde hace cinco años y es maestra de preescolar. Llegó de visita, pero conoció a David Heiblum, se casó con él y se quedó viviendo allá. Con él vivió el ataque terrorista de Hamás a Israel el 7 de octubre… y hoy cuenta su experiencia.
¿Dónde estaban la madrugada del sábado 7 de octubre, el día que el grupo terrorista Hamás atacó Israel?
En el Kibutz Kezofim, donde vivíamos. Ese día íbamos a volar cometas en señal de paz por la celebración de Simjat Torá. Pero no alcanzamos ni a bañarnos. Escuchamos explosiones y disparos. No eran alertas de misiles… eran explosiones y disparos. Nuestra mascota estaba afuera de la casa. Pero sabe abrir la puerta… y la abrió y entró a la casa. Cerramos la puerta con llave, vimos por la ventana y ahí estaban los terroristas. Con t-shirt negro, bandana negra, como soldados... Y nos metimos de una vez al cuarto de refugio. Tenía miedo, adrenalina, tristeza, angustia, desesperación. Muchas emociones juntas.
De ahí no salimos hasta el domingo en la tarde, que fue cuando tomamos la decisión de ir a la cocina rápido a buscar algo de comer. Agarramos agua, pan pita, atún y aceitunas y volvimos a escondernos. Y lo hicimos aprovechando que el tanque de guerra que teníamos aparcado detrás de la casa hizo ruido y así no se darían cuenta que abrimos la puerta del cuarto de refugio, que suena cuando se abre. Al día siguiente David vio por la ventana a soldados hablando en hebreo y les habló en voz baja para no asustarlos. Ellos le preguntaron si había terroristas en la casa, porque muchos de ellos quedaron escondidos en las casas de los israelíes. Les contestamos que no y abrimos la puerta. El perro ladró y salió a hacer sus necesidades por primera vez en tres días. No había ladrado en tres días, como si entendiera todo y supiera el peligro que su ladrido hubiera representado para nosotros.
¿Qué hicieron en ese momento?
Los soldados nos dijeron que teníamos un minuto para empacar todo. Yo solo alcancé a llevarme mi celular y un cargador. Ni siquiera el pasaporte ni la cédula. Yo tenía la misma ropa del viernes y no había podido ni bañarme. Cuando salimos todavía había ataques terroristas y alarmas de misiles. Los soldados nos decían: “miren a su izquierda, miren a su derecha, por favor ayúdennos”. Dos veces sonaron las alarmas y tuvimos que agacharnos en el piso. Vimos cuerpos de personas en la calle, caravanas de carros con los cadáveres de las personas que trataron de huir de la fiesta en la que se dio el primer ataque. Ese lugar quedaba apenas a 10 o 15 minutos de nuestro kibutz.
¿Dónde los llevaron?
A un refugio que por seguridad no podemos detallar. Y cuando llegamos ahí nos enteramos de todo lo que había pasado y de los tantos conocidos que habían muerto o estaban secuestrados. Como Shlomo Mansour, de 85 años y sobreviviente del Holocausto, fundador de nuestra comunidad, que está secuestrado y no se sabe si sigue vivo. Murió una amiga mía del trabajo, que trabajaba conmigo todos los días… Ella y su esposo estaban en su refugio y les tiraron una granada. También mataron a otra maestra de la escuela donde yo trabajo. Mataron a 12 personas de mi kibutz y además a seis tailandeses que trabajaban con la tierra. A mi esposo le mataron a varios amigos, y no pudo ni siquiera ir a sus entierros. ¿Cómo te explicas que al que viste ayer ya no está? Y los terroristas sabían todo. Llegaron vestidos de soldados, hablando un hebreo perfecto, acompañados de los que estaban trabajando en la construcción de las nuevas casas… se acercaban a las casas a evacuar a la gente y la gente pensó que eran soldados. Abrían las puertas y los mataban o los secuestraban.
A todo esto, ¿pudieron comunicarse con sus familiares? ¿Sabían ellos de ustedes?
A las 8:00am del sábado ya se había ido la red móvil. Los terroristas ya la habían tumbado. No nos podíamos comunicar con nadie. Pero antes de que eso pasara, cuando vi terroristas y misiles, yo le escribí a mi mamá, a mi papá y a mi hermana. Les mandé la foto de mi pasaporte y la de mi cédula israelí y les dije que si algo me pasaba por favor hablaran con el embajador de Israel en Panamá. Y en mis estados de Whatsapp me despedí. Le pedí a quienes me leyeran que si llegaba a fallecer por favor abrazaran a mi familia y que si sobrevivía sería un milagro.
¿Qué te respondieron tus padres?
No me contestaron nada porque, por el cambio de horario, estaban durmiendo. Cuando mi mamá se enteró de lo que había pasado, pensó que yo estaba secuestrada, porque no tuvo más noticias mías. La embajadora de Panamá en Israel llamó a mi mamá y le dijo que ella podía rescatarme a mí porque era panameña, pero no a David. Y ella le dijo que si no podía rescatarnos a ambos, que nos dejaran a los dos allá.
¿Y ahora, tu familia quiere que vuelvas a Panamá?
Mi familia entiende que mi vida está allá. Y nosotros queremos volver a vivir donde vivíamos y hacer nuestra familia ahí. ¿Por qué tenemos que vivir bajo constantes amenazas? Queremos que haya seguridad, que se acabe la guerra, que Hamás desaparezca y se entienda que Israel existe y tiene que seguir existiendo.
Tu esposo y tú han estado en Costa Rica, Guatemala y El Salvador contando su experiencia. ¿Quién organiza esos viajes?
La Organización Sionista Judía de Israel. Y el mensaje es que esta es una guerra entre el bien y el mal. Y es bien triste que haya gente que todavía no vea esto como es. Israel es el centro de todas las religiones. Esto puede pasar en cualquier otro país si siguen apoyando a Hamás. Y en Panamá, recuerden lo afortunados que todavía son.
Hay quienes alegan que el gobierno israelí debe negociar la liberación de los rehenes. ¿Cuál es tu posición al respecto?
No se puede hacer un trato con alguien que viola tratos. Ya acordamos un cese al fuego y lo incumplieron. Llegaron a asesinar de la manera más brutal a personas inocentes. ¿Cese al fuego?