Popeye, una vida de sangre y fábula al servicio de Pablo Escobar en Colombia



Locuaz, fabulador, criminal confeso, Popeye decía sentirse fascinado por el “olor a sangre”. El sicario del extinto Pablo Escobar creó un personaje que vendió libros, se hizo youtuber e inspiró a Netflix pero, sobre todo, sembró dolor en la época más oscura del narcotráfico en Colombia.

Jhon Jairo Velásquez, su nombre de pila, murió este jueves a los 57 años, a raíz de un cáncer de estómago. Falleció custodiado por agentes carcelarios en el Instituto Nacional Cancerológico en Bogotá.

Sin pestañear, el personaje que creó Netflix basado en su autobiografía Sobreviviendo a Pablo Escobar, mató de dos tiros de revolver a un hombre maniatado en el suelo antes de subir a un avión cargado de cocaína.

Ficción y realidad se mezclaron en la vida de uno de los últimos sicarios que sobrevivió a la muerte del gran capo colombiano de las drogas, abatido por la policía en diciembre de 1993.

El mundo del crimen lo dio a conocer como Popeye –por un sobresaliente mentón que luego se operó– y él se transformó en una suerte de publicista del mal, el hombre que mataba y narraba a sangre fría los crímenes de su patrón.

En una entrevista con la AFP en 2015, Velásquez se jactó de haber asesinado con sus propias manos a “por lo menos 250 personas, quizás 300”.

Entonces, con un ramo de flores en las manos y de rodillas frente a la tumba de Escobar, se presentó como un criminal arrepentido.

Pero testimonios de policías que lo persiguieron, de familiares de Escobar y de sus víctimas cuentan otra historia: la de un “gatillero” –pistolero– que infló su historia para alcanzar la celebridad.

Él hizo “la apología al delito, al crimen y la barbarie que aún vivimos en nuestras calles”, dijo a la AFP Carlos Zuluaga, hijo de un magistrado que fue asesinado por ordenar la captura de Escobar.

Nacido en el pueblo de Yarumal (noroeste) en 1962, de padre comerciante, Popeye aseguraba haber crecido en un “entorno violento”, “fascinado con el olor a sangre”.

Según contó en sus memorias, hizo cursos en la Marina y la Policía antes de convertirse en uno de los cercanos a Escobar.

En 1992, con 30 años, abandonó al capo para someterse a la justicia. Pasó 23 años en prisión. Entre sus confesiones está la de haber suministrado el arma con la que mataron al candidato liberal a la presidencia Luis Carlos Galán en 1989.

También dijo haber disparado contra el procurador Carlos Hoyos, asesinado en 1988, y participado en el secuestro del conservador Andrés Pastrana, quien a la postre fue elegido presidente (1998-2002).

En la cárcel, Popeye ofreció explosivos testimonios que lo mostraban como el jefe de sicarios de Escobar.

Llegó a sostener que Raúl Castro era el contacto de Escobar en Cuba; y que su jefe financió la toma del palacio de justicia por la extinta guerrilla del M-19, en 1985, donde murió casi un centenar de rebeldes, jueces y civiles.

La escritora Maritza Wills, quien relató la vida del sicario, dijo a la revista Soho que la mentira fue “la base de su personalidad”. “Gran parte de los manuscritos que me enviaba a través de terceros refleja una historia un día y al otro día una versión complemente diferente”.


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