El Papa Francisco invitó a reconocer en los inmigrantes “obligados a dejar su tierra” a María y José en su huida a Belén ciudad en la que se generó -según dijo- “una pequeña abertura para aquellos que han perdido su tierra, su patria, sus sueños” con el nacimiento de Cristo.
Francisco hizo estas consideraciones en el discurso que pronunció durante la celebración de la Misa del Gallo en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el primero de los ritos litúrgicos de la que es su quinta Navidad como pontífice.
En su homilía reivindicó a los que hoy en día sobreviven a los “Herodes de turno” que para imponer su poder y acrecentar sus riquezas “no tienen ningún problema en cobrar sangre inocente”. Para el Bergoglio Dios está presente en “en el visitante indiscreto tantas veces irreconocible, que camina por nuestras ciudades, en nuestros barrios, viajando en nuestros metros, golpeando nuestras puertas”.
“Navidad es tiempo para transformar la fuerza del miedo en fuerza de la caridad, en fuerza para una nueva imaginación de la caridad. La caridad que no se conforma, ni naturaliza la injusticia, sino que se anima, en medio de tensiones y conflictos, a ser «casa del pan», tierra de hospitalidad”, manifestó durante la Misa de Nochebuena, que conmemora para los católicos el nacimiento de Jesús.
De esta forma, el pontífice comparó la huida de José y María con la que emprenden cada día los inmigrantes que como ellos van “cargados” con las incertidumbres y peligros propios que deben afrontar los que “se ven obligadas a marchar”. Y especificó: “En ellos, vemos las huellas de millones de personas que no eligen irse, sino que son obligados a separarse de los suyos, que son expulsados de su tierra”.
Finalmente señaló que Jesús “en su pobreza y pequeñez denuncia y manifiesta que el verdadero poder y la auténtica libertad es la que cubre y socorre la fragilidad del más débil”. Bajo esta óptica instó a los cristianos hacerse “centinelas de tantos que han sucumbido bajo el peso de esa desolación que nace al encontrar tantas puertas cerradas”. En definitiva, a no tener miedo “de tomar en brazos, alzar y abrazar al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo o al preso”.
Y concluyó: “En este Niño, Dios nos hace protagonistas de su hospitalidad. Conmovidos por la alegría del don, pequeño Niño de Belén, te pedimos que tu llanto despierte nuestra indiferencia, abra nuestros ojos ante el que sufre. Que tu ternura despierte nuestra sensibilidad y nos mueva a sabernos invitados a reconocerte en todos aquellos que llegan a nuestras ciudades, a nuestras historias, a nuestras vidas. Que tu ternura revolucionaria nos convenza a sentirnos invitados, a hacernos cargo de la esperanza y de la ternura de nuestros pueblos”.
A la Misa de Nochebuena, que comenzó a las 21.30 hora, asistieron cerca de 10 mil personas que permanecieron tanto en el interior de la basílica como en la Plaza de San Pedro. Antes de entrar a la basílica fueron obligados a pasar diversos controles policiales. La celebración, como es habitual, se inició con la procesión de Francisco hacia el altar mayor al son del canto de la "Kalenda", que en latín recorre desde la Creación hasta la noche en la que nació Jesús.