A punto de cumplirse 20 años de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, que significaron el fin de su régimen en Afganistán, los talibanes intentan consolidar de nuevo su poder en el país, donde se reanudaron los vuelos de evacuación de ciudadanos.
El jueves un avión con un centenar de extranjeros y afganos a bordo aterrizó en Doha y este viernes otro vuelo llevó a 158 pasajeros en dirección a Catar.
En la tripulación del segundo avión, que aterrizó en Doha alrededor de las 20H00 (17H00 GMT), había numerosos extranjeros, como estadounidenses, alemanes, canadienses, holandeses o belgas.
Las personas evacuadas el jueves fueron las primeras que pudieron salir del país desde el fin de las evacuaciones masivas y caóticas, en las que se marcharon 123,000 personas en dos semanas, justo antes de que las tropas extranjeras concluyeran su retirada de Afganistán.
En esos últimos días, marcados por el sangriento atentado del grupo Estado Islámico en el aeropuerto, el ejército estadounidense reivindicó haber frustrado una nueva acción yihadista.
Pero según un video publicado por el New York Times, el blanco de ese ataque estadounidense no habrían sido combatientes del EI, sino un trabajador humanitario.
Esta reanudación de los vuelos concreta una promesa que según el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, hicieron los talibanes a interlocutores extranjeros: que las personas que quieran dejar el país, puedan hacerlo.
Este viernes, hubo afganos que acudieron a la zona del aeropuerto con la esperanza de poder subirse a un avión.
“Si no puedo marcharme, mátame y ya”, decía una mujer acompañada por sus hijos a los talibanes que le cortaban el paso.
“Yo soy talibán y no mato a la gente. No comprendo a las personas. ¿Por qué no se quedan y trabajan? Esto es de locos”, respondió el responsable talibán a la entrada del aeropuerto.
No se sabe cómo el movimiento islamista, que anunció esta semana la composición de su gobierno, recordará el sábado el vigésimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, que marcaron el inicio de la ofensiva norteamericana que puso fin a su gobierno (1996-2001).
Informaciones no confirmadas apuntan a que los talibanes organizarán una ceremonia de toma de posesión del nuevo gobierno, que provoca recelo en la comunidad internacional, que no lo considera representativo de la sociedad afgana ya que está compuesto únicamente por talibanes hombres de la etnia pastún.
En Estados Unidos, el aniversario tendrá un regusto amargo ya que el país perdió unos 2,500 soldados en 20 años de presencia militar en Afganistán y gastó unos 2 billones de dólares en el país, que finalmente volvió a manos de quienes habían echado del poder en 2001 en cuestión de semanas.
En la memoria de muchos afganos, el 11 de septiembre de 2001 se recuerda vinculado a la muerte de Ahmad Shá Masud, héroe de la resistencia durante la invasión de la Unión Soviética en los años 1980 y contra los talibanes, asesinado por Al Qaeda el 9 de septiembre de 2001.
Al cabo de unos días, los afganos se enteraron de que Al Qaeda y su líder, Osama bin Laden, quien vivía escondido en su propio país, habían organizado los atentados.
Los estadounidenses culparon a los talibanes, en el poder desde 1996, de haber protegido a Al Qaeda.
“No pensé que Estados Unidos atacaría Afganistán en represalia” por lo ocurrido, recuerda Abdul Rahman, un exfuncionario. “Para mí, Estados Unidos era muy lejano”.
Frente a la negativa de los talibanes a entregar a Bin Laden, Estados Unidos invadió Afganistán al frente de una coalición y en pocas semanas derrocó al régimen islamista.
“Buscaron una excusa para venir a Afganistán. Era una excusa para ocupar esta tierra”, acusa Abdul Samad, bibliotecario de Kandahar (sur).
En una entrevista con la AFP, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió a la comunidad internacional que mantenga el diálogo con los islamistas, subrayando que hay que evitar un “colapso económico” y la muerte de millones de personas.
“Debemos mantener un diálogo con los talibanes, en el que afirmemos directamente nuestros principios, un diálogo con un sentimiento de solidaridad con el pueblo afgano”, dijo.
“Nuestro deber es extender nuestra solidaridad a un pueblo que sufre mucho, y en el que millones y millones corren el riesgo de morir de hambre”, añadió Guterres.
Las conversaciones son imprescindibles “si queremos que Afganistán no sea un centro de terrorismo, si queremos que las mujeres y las niñas no pierdan todos los derechos adquiridos durante el periodo anterior, si queremos que los diferentes grupos étnicos puedan sentirse representados”, insistió.
Según un sondeo telefónico del Programa Alimentario Mundial (PAM), realizado el 21 de agosto, el 93% de las familias afganas no tienen suficiente comida.
La Unesco también alertó ante una “catástrofe generacional” en materia de educación en Afganistán, puesto que los “inmensos progresos” logrados en esta materia desde 2001 están “en peligro” tras el regreso al poder de los talibanes.