Un hombre con voluntad de cambio

Un hombre con voluntad de cambio


Mijaíl Gorbachov pasará a la historia como el hombre que facilitó el fin de la guerra fría y abrió la puerta a la posibilidad de una Rusia democrática que, a su vez, sirviera de ejemplo a las nacientes democracias que surgían en los países que formaban parte de la cortina de hierro.

Mientras que en occidente se le recuerda con admiración por protagonizar el deshielo de las relaciones diplomáticas entre la Unión Soviética y Estados Unidos -evitando así un final trágico para el mundo que en ese entonces se encontraba temeroso de una eventual carrera armamentista- en la Rusia actual lo recuerdan con recelo.

Sobre todo por el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que él firmó como último presidente del bloque y que condujo después a la frenética década de los años 1990 marcada por una apertura de Rusia hacia el sistema democrático y la economía de mercado además de los particulares exabruptos del entonces mandatario ruso Boris Yeltsin.

La madera de líder que tenía Gorbachov la notó por primera vez el que se convertiría en el secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) Yuri Andrópov entre 1982 y 1984 quién, de acuerdo con versiones de medios locales citadas por la agencia rusa Sputnik, calificó al futuro líder de la URSS como alguien “excepcionalmente bien educado y joven” cuando fungía su rol de primer secretario del Comité Regional del PCUS en la ciudad de Stavrópol. En 1979 se convierte en candidato a miembro del Politburó del partido, donde se tomaban las decisiones más importantes.

Pero es el 11 de marzo de 1985 cuando es electo como el secretario general del Comité Central del PCUS y reelecto en ese mismo cargo el 6 de marzo de 1986. Según Sputnik, los medios soviéticos de la época recogían el sentir de la población sobre Gorbachov que se expresaba en la esperanza de lo que estaba por venir ya que alguien relativamente joven -se volvió líder de la URSS a los 54 años- iba a tomar las riendas en un mandato que se vislumbraba a largo plazo.

El profesor de Relaciones Internacionales e Historia de la Universidad de Florida State Panamá, Adolfo Leyva, describió a Gorbachov como “un hombre muy mesurado, muy racional quién tuvo la suerte de casarse con una gran esposa estudiante de filosofía, Raisa Titarenko, quién también influyó en su esposo”.

“Es un hombre que va ascendiendo a través de los diferentes niveles para llegar a donde llegó porque era un hombre constructivo y era una persona dedicada en lo que hacía. En este caso, él quería aportar al avance de la Unión Soviética y aquellos que estaban por encima de él notaron su capacidad y sus habilidades por lo que fue ascendiendo hasta llegar a la posición que llegó”, reflexionó.

Leyva aseguró que Gorbachov se dio cuenta que el sistema económico de la URSS no podía entrar en competición con el capitalismo y la libre empresa que se practicaban en Occidente.

A partir de su mandato, Gorbachov introdujo dos conceptos con los cuáles la URSS sería asociada en el último tramo de su existencia: la perestroika (reformas económicas) y la glásnost (apertura del sistema político y las libertades civiles). Con esto se abría la posibilidad a la propiedad privada y a elecciones democráticas en varias ciudades así como el establecimiento de una prensa independiente que pudiese cuestionar al gobierno sin represalia alguna.

“Gorbachov no quería eliminar ni acabar con el sistema comunista. Su idea era hacerlo más humano y más responsable de cara al pueblo. Yo diría también que buscaba hacerlo menos represivo. Ante la apertura, la población pedía más reformas y tenía ganas de expresarse más deseando mayores cambios”, comentó.

Leyva indicó que las reformas de Gorbachov dejaron ver a los demás países satélites de la URSS en Europa del Este que estaban en frente de un reformista que “no iba a mandar los tanques para reprimir el cambio político” tal como sucedió anteriormente con la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 mientras que, por otra parte, buscó redirigir los recursos económicos de la Unión Soviética hacia una mayor inversión para satisfacer las necesidades de sus propios ciudadanos cortando progresivamente el apoyo económico a países aliados como Cuba.

Mientras la URSS se abría a lo interno, el líder de una de las potencias geopolíticas más importantes del siglo XX fue determinante por aquellas decisiones que conllevarían a una pacificación global como lo fue la suscripción en 1987 de un acuerdo con el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan para reducir el tamaño de sus respectivos arsenales nucleares o la aceptación del fracaso que resultó ser la invasión soviética de Afganistán de 1979 con la retirada de las tropas del país surasiático diez años más tarde.

Gorbachov nunca perdió la sencillez ni el sentido del humor y, con ellos, su apertura a las conversaciones difíciles que luego conducirían a aquellos cambios trascendentales en la historia contemporánea mundial. Por ejemplo, Reagan comentó después de suscribir el acuerdo de reducción de armas nucleares con Gorbachov que él siempre sentía que los Estados Unidos y la Unión Soviética debieron haber sido los mejores amigos desde hace mucho tiempo, reseñó entonces el diario The New York Times.

En el interín, y en medio del fragor de las discusiones entre los mandatarios de ambas potencias, surgió una profunda amistad entre las esposas de Reagan y el líder soviético, Nancy Reagan y Raisa Gorbachev, quiénes tomaban el té en Islandia mientras sus esposos dialogaban el destino de la paz mundial en Reikiavik.

El terremoto que supuso sus decisiones a lo interno de la URSS supuso el motivo por el cuál varios miembros de la línea dura del PCUS llevaron a cabo un golpe de Estado entre el 19 y el 21 de agosto de 1991 secuestrando a Gorbachov en su residencia de vacaciones. El golpe fracasó y el Día de Navidad de 1991 firmó el decreto que formalizó el fin del bloque.

Él firmó el documento con una pluma Mont Blanc que se encontraba en el bolsillo del entonces presidente de CNN Dan Johnson prestándosela a Gorbachov después de que se le secara la tinta a aquel bolígrafo con el que inicialmente buscó certificar un gesto que marcaría el inicio de una nueva etapa.

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