Trashumancias, el primer libro del poeta Héctor Collado, acaba de cumplir 40 años. Tal vez parece baladí celebrar el cumpleaños de un libro, pero también es la excusa para que hablemos del valor de la poesía y de los poetas; esa especie de semidioses creadores, pero legítimamente humanos.
Héctor Miguel Collado, quien nació en Panamá en 1960, es poeta, narrador, cuentacuentos y animador de lectura. Ganador de los concursos más importantes de poesía, entre ellos el Premio Nacional Literario Ricardo Miró, el cual ha ganado en 1990 y en 2004 con los poemarios En casa de la madre y Artefactos, respectivamente.
Licenciado en humanidades con especialización en español por la Universidad de Panamá, Collado es uno de los poetas más representativos de su generación. Además de escritor, ha sido editor, tallerista, promotor de lectura y narrador oral y ha ocupado cargos importantes como jefe del Departamento de Letras en el antiguo Instituto Nacional de Cultura. Hoy es el vigilante del Memorial Rogelio Sinán de la Universidad Tecnológica de Panamá, del cual es el curador y coordinador de la Dirección de Difusión Cultural de esta casa de estudios.
Autor de los libros de poesía El genio de la tormenta (1983), En casa de la madre (1990), Poemas abstractos para una mujer concreta (1993), Entre mártires y poetas (1999), Toque de diana (2001), Estaciones del agua —libro de Camila— (2003) y Artefactos (2005). En cuento: Cuentos de precaristas, indigentes y damnificados (2004), Fábulas cotidianas (2004), Contiendas (2008) y Ni cortos ni perezosos (2012). Cuentos y poesía infantiles: Poemas de sol y lluvia (2004), De trompos y rayuelas (2002), Caminos de tinta (2014) y Para darle cuerda al sol (2018).
Collado empezó a escribir a finales de los 70. A principios de los 80 comenzaría a publicar con timidez sus primeros poemas. El año 1982 fue espléndido para el poeta, quien ganaría varios premios literarios el mismo año: el Torneo de Poesía de Verano que organizaba el Instituto Nacional de Cultura, con el poemario Días de lluvia; el Concurso Municipal de Poesía León A. Soto, con el poemario Bélica, y con el libro Trashumancias ganaría el Premio Ipel que organiza el Ministerio de Trabajo. Aparte de estos logros, el poeta Collado se graduaría de secundaria en la escuela nocturna y sería papá por primera vez; nacía su hijo Hemil.
El primer libro de Héctor Collado acaba de cumplir 40 años. Tal vez parece baladí celebrar el cumpleaños de un libro, pero también es la excusa para que hablemos del valor de la poesía y de los poetas.
La década de los 80 fue testigo de una generación de poetas a la que perteneció Collado. Algunos de ellos son Consuelo Tomas, Moisés Pascual, Pablo Menacho, Rafael Ruiloba, Pedro Correa Vásquez y Gustavo Batista; estos dos últimos fallecieron. Todos han dejado una huella importante en el corpus de la literatura panameña. Fue una generación bastante productiva en términos de creación y gestión cultural desde diferentes medios que han quedado documentados.
Trashumancias es un cuaderno concebido entre pausas y prisas de la juventud, como afirma su autor, pero maduro por su contenido reflexivo y su unidad temática. La obra se imprimió el 7 de julio de 1982 en los talleres de Impretex, S.A., bajo el sello de la Editorial Signos. Se tiraron mil ejemplares y algunos sobrantes. El formato era pequeño y las páginas, de papel periódico. Para la época, esa cantidad de libros era un desafío en términos de ventas; sin embargo, el libro se vendió sin problemas pese a su humilde edición. Collado tenía 22 años de edad.
Trashumancias tiene un generoso y profético prólogo de Enrique Jaramillo Levi, que vaticinaba el nacimiento de un gran poeta: “Collado es muy joven, le falta quizás sosiego espiritual para calmar su efervescencia. Madurez poética tiene. Profunda y genuina. (…) Héctor Miguel Collado es poeta. Sin remedio. No tiene escapatoria posible. Está condenado. Pero por la poesía habrá de salvarse el mundo, qué duda cabe ya en estos tiempos de naufragio en los que hacen falta el aire y la luz”.
Jaramillo Levi no se equivocó: Héctor Collado estaba condenado a ser poeta. Creador de una poesía que nos hace falta y que nos purifica el cuerpo (¿o lo corrompe?) cuando leemos: “Aquí, contigo, en ti / sobre tu cuerpo escribo, / trazo increíbles garabatos / con la vara del recuerdo”. Una poesía frágil y violenta como la memoria: “Con las sílabas de mi carne / describo descabellados actos / aprendidos de memoria / a flor de calle / y apenas alcanzo a descubrir / el infierno que arde en tu boca”.
Trashumancias es un libro que elogia a la palabra: “La palabra es una flor seca, / raíz quemada, brazo inconforme lanzando piedras. // La palabra / padece de silencio, miente / o permanece dormida / en los párpados blancos de los libros / o en la pulpa indigna de los poetas”. Trashumancias es un racimo de esperanza, agua fresca que calma la ansiedad, versos que nos recuerdan que “hay que vivir, darle forma a los días”. Porque estamos ante días y horas que solo dejan un rastro de ruinas y cenizas, pero que la humanidad de la poesía puede salvar.
El autor es escritor

