Tal parece es la propuesta del imperialismo estadounidense frente a los diarios La Estrella de Panamá y El Siglo. Esto constituye un golpe artero a la soberanía nacional, si se tiene en cuenta que la actitud de fuerza desplegada por el embajador de Estados Unidos en Panamá, a través de desafortunados planteamientos, deja claramente expresado su intervencionismo y la posible clausura de los diarios del grupo GESE, por una llamada Lista Clinton y la aparición de uno de sus dueños en ella. El comportamiento del embajador John Feeley nos retrotrae a las primeras décadas del siglo XIX, cuando promulgaron la Doctrina Monroe, cuya unilateral e interesada interpretación (entre muchas otras) hizo, en el mensaje anual dirigido al Congreso, el 6 de diciembre de 1904, el presidente Teodoro Roosevelt. Se trataba de lo que denominó la política del “Big Stick” o del “Gran Garrote”. El recado enviado era que si los países vecinos actuaban con “orden”, “seriedad” y con “corrección”, no debían temer a la interferencia de Estados Unidos. Obvio que eran ellos lo que determinaban cuál era el “orden”, la “seriedad” y la “corrección”.
Desde luego en el caso de los periódicos La Estrella de Panamá y El Siglo, a pesar de estar excluidos de la ominosa Lista Clinton, son ellos, Estados Unidos, los que determinan la suerte que han de correr estas lumbreras periodísticas. No cabe duda de que están interviniendo en el país, afectando la soberanía nacional y, por supuesto, la libre manifestación de las ideas, porque sin esa libertad de expresión, como decía el autor italiano Curzio Malaparte: “Cualquiera puede gobernar una nación”.
La Estrella de Panamá, fundada el 24 de febrero de 1849 (tras 28 años de habernos independizado de España) es parte de la memoria histórica de Panamá. Diríamos una parte del patrimonio histórico-cultural del país que debe ser preservada. En cualquier otro lugar del mundo sería un baluarte de la conciencia nacional, que debe defenderse con todas las fuerzas propias del decoro y la dignidad. El patrimonio de un país es sagrado. El deber de la población y del Gobierno es servir de blasón ante cualquier ignominia que los afecte y estar presto a la lucha por salvarlo.
En esta confrontación, ya planteada, una parte importante la tiene el Gobierno Nacional, que debió liderarla con altivez, puesto que un golpe a estos medios es un durísimo porrazo al país, pero también a la actual dirigencia política del Estado.
Los gobernantes deben entender que la dignidad nacional está por encima de los intereses políticos y económicos. Y que es importante el juzgamiento que ha de hacer la historia, que puede terminar con una condena, si no se hace lo necesario y lo conveniente.
Si el imperio estadounidense logra, con la aquiescencia del Gobierno, apagar esas lumbreras del periodismo istmeño. sencillamente perdió el país.