Puesto que el papa Francisco no responde nunca a quienes le atacan o critican, me permito responder a su carta, interrumpiendo un momento mi trabajo en la preparación de esa Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), cuya celebración en Panamá parece molestarle tanto.
No voy, por supuesto, a defender los abusos sexuales ni a entrar en viejas polémicas sobre la Inquisición o los aspectos negativos de la institución eclesial. Pero tampoco puedo permanecer callado ante el tono y el contenido de su artículo, que, intentando denigrar a la Iglesia y la religión, termina denigrando al autor y al medio que lo publica. Que, curiosamente, al día siguiente invitaba en su editorial a vivir estos días desde la tolerancia, el respeto y el pluralismo.
Usted se declara ateo y tiene todo el derecho a hacerlo. Lo extraño es que pareciera querer colocarse en el lugar de ese Dios en que no cree. Como poseedor absoluto de la verdad, capaz de juzgar e incluso condenar, de predecir el futuro y de señalar la senda correcta a la humanidad, de dogmatizar sobre todos los temas habidos y por haber, incluso religiosos.
No es mi intención invitarle a que se acerque a Dios, la religión o la Iglesia católica. Pero sí me atrevo a aconsejarle –ya que usted también nos aconseja a los creyentes e incluso al papa– que se acerque a algunas personas bien preparadas, objetivas, honestas, no fanatizadas, sean creyentes o no, para reflexionar sobre algunos temas.
Busque por favor a alguien (o lea sus obras) que sea un buen historiador y filósofo, para informarse de la relación entre el ateísmo de Nieztshe, Hitler, el nazismo y el Holocausto. O entre el ateísmo marxista y sus consecuencias, y su costo en dolor y vidas humanas. Y repase la lista de sabios, científicos, investigadores que fueron creyentes e incluso ministros de la Iglesia.
Busque o lea a especialistas en lo que usted considera “fábulas bíblicas pueriles”, ignorando el avance actual de las ciencias bíblicas, el método histórico-crítico y las numerosas y documentadas publicaciones sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, desde todos los campos, culturas y creencias. Ningún escrito ha sido investigado tan profunda y científicamente.
Busque o lea a especialistas sobre la relación entre ciencia y fe. ¿En qué mundo vive, doctor? Entérese de que hoy ningún científico serio suscribe la afirmación de Shopenhauer sobre la religión, ni ningún verdadero creyente está contra la ciencia.
Pero, eso sí, documéntese también sobre los horrores (experimentos, proyectos, muertes) que en nombre de la ciencia se han cometido y siguen cometiendo. Y también –hay datos fácilmente accesibles– sobre los errores, negligencias, violaciones y abusos sexuales cometidos por profesionales de la medicina. Lo que no justifica rechazar la ciencia ni la medicina ni estigmatizar a todos los profesionales.
Y, por favor, busque cómo superar lo que parece una fobia fanática antirreligiosa que le impide ser objetivo en estos temas.
Y acérquese en estos días a los jóvenes, creo que no le vendría mal.
El autor es creyente