No me gustan las cifras redondas que solo sirven para justificar prejuicios: cien días de gobierno no dan para entrar en ninguna evaluación ni objetiva ni práctica. Cien días son solo los primeros de cinco años durante los cuales no debemos quitarles el ojo de encima a los funcionarios públicos, desde el Presidente hasta el último secretario.
Estos cien días sí que sirven para recoger y compartir sensaciones que se van quedando en la piel ciudadana sin que estas empañen una eventual reflexión, más adelante en el tiempo, de los hechos del actual Gobierno que preside Nito Cortizo.
Tengo la sensación de que el Ministerio de Cultura avanza. Se están proponiendo importantes iniciativas en materia de promoción y distribución de la cultura, además de abordar grandes proyectos sobre patrimonio, como la restauración del castillo de San Lorenzo, que es todo un acierto.
También siento que la impunidad se hace fuerte en las instituciones. Se roba el dinero, se falta a la verdad, se aplican dobles raseros y no ocurre nada. Dios no solo es panameño, sino también el que, por una gracia suya, pone a políticos corruptos al frente de circuitos a lo largo y ancho de nuestro territorio. Tengo la sensación de que a más de uno le va a flaquear la fe.
Pero sin duda, la sensación que más me apremia, es la de que poco importa todo lo que ocurre. Mientras nos dé la plata para el celular y se clasifique la “sele” para el siguiente mundial, estamos hechos. La poca sensibilidad ética y civil está haciendo estragos entre nosotros. Pero son solo sensaciones, no me hagan caso.
Cien días después, toca seguir atentos, en un estado de sano entusiasmo crítico que contribuya a la mejora de nuestra democracia. Que el gobierno le siga echando ganas, que nosotros les echaremos un ojo, esperando que los días que vienen sean de recuperación de la fe en nuestra democracia y sus instituciones.
El autor es escritor