SOCIEDAD

El Colón de la violencia

La sociedad colonense atraviesa por un momento –de muy larga duración– de violencia que pareciera evolucionar hacia niveles insospechados. Con toda la crisis que hubo al principio en la ciudad, creada a mediados del siglo XIX, Eusebio A. Morales dijo que: “Como se ve, la ciudad a pesar de todos sus horrores y peligros tenía una compensación... Las circunstancias habían hecho que aquel lugar insalubre, feo y monótono, fuera a un tiempo asiento de un gran comercio y centro intelectual muy digno de ser tomado en cuenta. Fue allí donde Antonio Olivo Pino, estadista y poeta de alto vuelo, concibió su poema a la Raza Latina”.

En Colón vivió Justo Arosemena, el más grande teórico de la nacionalidad, y muchos otros que le dieron a ese lugar del país una especial connotación. La ciudad, muy a pesar de haber sido concebida y creada por los estadounidenses, y con una población muy heterogénea que desde temprano hizo acto de presencia para la construcción del ferrocarril y del Canal, constituyó una razón del ser colonense que llevó a situar a esa provincia en un sitial preferencial en el país.

Allá había fábricas de muebles, de calzados, producción de gas, para uso residencial, y una planta de hielo; se producían salchichas, mantequilla, helados, jabones, escobas, maletas y colchones; se embotellaban cervezas para el país y para el exterior, y también había dos fábricas de licores.

Como señalara Max Salabarría: “Las nuevas generaciones no lo saben, pero antes de 1960 los fines de semana venía gente de Panamá a comprar cosas (telas, por ejemplo) y no regresaban a la capital sin antes pasar por alguna de las panaderías colonenses y llevarse su bolsa de pan ‘micha’, acabado de sacar del horno. Y más atrás, entre los años 1886 y 1895, existió en Colón una panadería que suministraba pan a la capital. El dueño era un señor de apellido Estrais”.

Ese Colón descrito fue evolucionando, particularmente con una juventud que tuvo la conciencia de hacer grande a la patria chica. Quedan para el recuerdo las jornadas de lucha de un movimiento estudiantil que se expresó, con valentía y con mucho pundonor. Estábamos en presencia de una juventud comprometida que entendió desde temprano que el decoro y la honradez era lo primordial. Así, también, correspondió una sociedad con una escala axiológica nítidamente concebida, en que más que lo material, el buen nombre era lo importante.

El cambio ha generado a una juventud en manos del materialismo, unido a fallidos gobiernos, a políticas desacertadas, a una educación retrasada y a una familia en crisis. No hemos tenido la capacidad de conectar a la juventud con la historia gloriosa que explica el porqué somos sociedad. Tampoco hemos tenido la entereza de mostrar todo el aporte hecho al país.

De manera que la tarea queda por hacer y pronto, ya que tenemos una sociedad secuestrada por una violencia que gana cada vez más espacio, con el peligro que se conozca más a Colón por esto, y no por sus aportes al país.


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