La JMJ es, para mí, un evento intrascendente y retrógrado. Inculcar misticismo a la juventud contemporánea va en detrimento del progreso científico por el que toda nación debería transitar en este siglo XXI. Desconfío, además, del liderazgo moral de la Iglesia católica, una institución machista y homofóbica, profundamente salpicada por escándalos de pederastia, que ha interferido con la impostergable necesidad de ofrecer educación integral en sexualidad a niños y adolescentes. Una jornada de ingenio juvenil o de ética ecuménica, por ejemplo, sería más provechosa.
Tampoco creo que será un acontecimiento de gran impacto económico.
Recibir una súbita inyección demográfica de más de 300 mil personas en una capital de 1 millón de habitantes, provocará sendos trastornos en transporte, seguridad y salud.
Como especialista en enfermedades infecciosas, debo advertir sobre la potencial ocurrencia de peligros sanitarios y ofrecer consejos técnicos a las autoridades para intentar minimizar esos riesgos.
En concentraciones humanas de tal magnitud, la aparición de intoxicaciones gastrointestinales o brotes de diarrea causada por norovirus, E. coli toxigénica, salmonela y shigella es relativamente frecuente.
Se requerirá mucha agua potable, por lo que el IDAAN tendrá que evitar sus habituales cortes. Los puestos ambulatorios de comida tendrán que inspeccionarse a cabalidad. Una campaña educativa de lavado de manos será crucial. Los centros de salud y las policlínicas deberán prepararse.
Otra preocupación es la importación de microbios, endémicos en otros países, que favorecería la reemergencia de infecciones que ya no existen en nuestro territorio (sarampión, rubéola, difteria, fiebre amarilla, cólera y hasta poliomielitis) o la propagación de bacterias resistentes a múltiples antibióticos. Según la procedencia de los jóvenes, podríamos experimentar casos de enfermedad meningocócica (de muy baja incidencia acá) o empeorar nuestras estadísticas de dengue, zika, chikungunya, parotiditis, varicela y tosferina. Se debe instruir a los visitantes, desde ahora, para que tengan sus vacunas al día (por región de origen) e informar que su entrada sería prohibida ante incumplimiento. Habrá que tener disposición inmediata de vacunas antimeningocócicas (contra cepas A, B, C, W, Y) para controlar rápidamente un brote de esta terrible patología. Estas calamidades ya han ocurrido en citas religiosas o deportivas masivas (Int J Infect Dis 2016; 47:46).
Aunque suene a blasfemia para los organizadores, podrán acontecer infecciones de transmisión sexual (VIH, sífilis, gonorrea, clamidia, herpes, HPV) y hasta embarazos “accidentales”. Encuestas mundiales indican que 50% y 80% de adolescentes mayores de 15 y 18 años, respectivamente, ha practicado relaciones sexuales. El sexo oral, sin protección, es tan peligroso como el vaginal o anal. Un acceso fácil y gratuito de condones sería una correcta medida preventiva, al igual que la supervisión por consumo de alcohol y drogas alucinógenas.
El Minsa debe velar por la salud pública de nuestra población, independientemente de creencias particulares. No quisiera que el principal legado de la JMJ sea una tragedia médica. Estamos a tiempo.
El autor es médico