La despedida de la selección ha sido un evento refrescante. Nuestros 23 guerreros y el Bolillo Gómez llevan la esperanza de 4 millones de panameños de escuchar el himno nacional en uno de los eventos deportivos más importantes del mundo, y seguramente el más emocionante.
Este logro nos ha hecho soñar con la posibilidad de equipararnos a grandes potencias deportivas que tienen tradición de fútbol e, incluso, hemos visto otras potencias que este año, a pesar de su preparación, no lograron clasificar y Panamá sí. Con todas nuestras debilidades y la falta de inversión deportiva, estaremos allí en Rusia 2018, junto a Brasil, Alemania, España y otros 28 países, compitiendo para ganar la Copa del Mundo.
Pero sigamos soñando. Si hoy logramos ir al Mundial, una gran victoria aunque no ganemos un partido, ¿a dónde podríamos llegar con una verdadera inversión en el fútbol? Imaginémonos lo que podríamos lograr si entrenamos desde pequeños a nuestros jugadores, organizando eventos deportivos desde los barrios, invirtiendo en becas para los jóvenes que destacan para que además tengan una educación privilegiada mientras nos regalan momentos de alegría como los que hoy vivimos.
¿Es posible? Por supuesto que sí, y no solo en el fútbol. Con todas nuestras falencias, los panameños hemos destacado en boxeo, béisbol, baloncesto, salto largo y otros deportes; y podríamos destacar en tantas otras competencias internacionales deportivas, culturales, científicas y académicas como nos lo propongamos. Y en el proceso, le daríamos oportunidades a tantos jóvenes panameños de desarrollar su pleno potencial.
Pero cuando analizamos la realidad de nuestro deporte, por un lado vemos a una entidad como Pandeportes luchando con un pobre presupuesto anual y, por el otro, federaciones deportivas lideradas por políticos, generalmente diputados, que no usan el deporte para ayudar a los jóvenes, sino para perpetuar prácticas clientelistas que los mantienen en el poder, drenando el presupuesto del Estado y enriqueciéndose sin enfrentar las consecuencias. Cuando vemos proyectos deportivos inconclusos nos damos cuenta de cómo la corrupción no solo nos roba el dinero de nuestros impuestos, sino que también nos roba la oportunidad de desarrollarnos, de vivir en una sociedad en la que cada panameño alcance su potencial, en la que podamos verdaderamente construir un país que crezca y se desarrolle.
Cada vez que leamos otra noticia de corrupción, de otro diputado que no rinda cuentas, otra auditoría que no se realice, otra federación deportiva liderada por un diputado o candidato, otra audiencia suspendida, otra licitación que gane una empresa corrupta, otra denuncia que no se admita por falta de “prueba idónea”, sepamos que lo que nos roban no son solo millones, sino la oportunidad de levantar la Copa del Mundo.
La autora es miembro de Movin