Se acaba de realizar la primera edición genética exitosa en un embrión humano dentro de Estados Unidos (Nature 2017, agosto 2). Mediante una fabulosa herramienta científica se removió, antes de la implantación uterina, el gen Mybpc3, que está asociado al desarrollo de una cardiomiopatía hipertrófica grave que puede provocar muerte súbita en edades tempranas de la vida. Esta anomalía congénita ocurre en el 0.2% de todos los recién nacidos (1 de cada 500). Se estima que existen más de 10 mil enfermedades hereditarias ligadas a un error genético único que podrían ser prevenidas con esta poderosa tecnología molecular. El próximo trabajo de estos pioneros investigadores será intentar borrar el gen BRCA, vinculado a una forma muy maligna de cáncer mamario.
Usando un abordaje similar, otro grupo de científicos procura corregir el defecto genético que da origen a infantes con anemia falciforme (hemoglobina SS), cuando ambos padres poseen la tara genética recesiva.
En un futuro relativamente cercano, la estrategia servirá para curar otros trastornos de causa genética conocida (Corea de Huntington, síndrome de Down, hemofilia, por ejemplo). Otras extraordinarias posibilidades serían la reprogramación de nuestras células para que corten el genoma del VIH y la inserción de genes en mosquitos para inducir resistencia a los arbovirus transmisibles.
La metodología Crispr/Cas9 se puede utilizar para editar el genoma de cualquier célula. Actúa como una especie de tijera molecular capaz de cortar una porción de ADN de manera precisa y controlada, lo que permite modificar su secuencia, eliminando o agregando nuevo material genético.
Las siglas Crispr provienen de Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats (Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente interespaciadas), mientras que la abreviatura Cas9 denota Crispr associated system (sistema asociado a Crispr), una serie de enzimas reparadoras llamadas endonucleasas.
La ingeniosa modalidad comenzó a forjarse en 1987, cuando investigadores japoneses encontraron que algunas bacterias poseían un mecanismo enzimático para defenderse de las infecciones víricas, muy similar al hallado por científicos españoles en procariotas del género Archea unos años después. Estas enzimas tienen la facultad de distinguir entre genes bacterianos y genes virales y, al hacerlo, destruyen el componente extraño de origen viral. Recientemente, una variante de este sistema de defensa microbiano ha sido identificado en cepas bacterianas de Prevotella y Francisella, al que se ha acuñado como Crispr-Cpf1. Estas novedosas enzimas son más pequeñas, eficientes y menos propensas a sufrir mutaciones o actuar en genes erróneos.
La potencial aplicación en medicina de esta tecnología se inició hace cinco años, cuando científicos de las universidades de Umea (Suecia) y Berkeley (California) publicaron un trabajo (Science 2012; 337:816) que demostraba cómo convertir esa maquinaria microbiana natural en una herramienta de edición “programable”, que seccionaba cualquier cadena de ADN in vitro. Ellos lograron programar el sistema para que se dirigiera a una posición específica de un ADN cualquiera (no solo vírico) y lo talara. El experimento incluía el diseño de una molécula de ARN guía, que luego se insertaba en una célula. Una vez dentro reconocía el sitio exacto del genoma donde la enzima Cas9 o Cpf1 debería cortar. El proceso de editar un genoma se basa en dos etapas. La hebra de ARN guía es específica para una secuencia determinada de ADN y que, por reglas de complementariedad de nucleótidos, se hibridiza en espejo al segmento que se pretende reparar. La endonucleasa seleccionada, entonces, es transportada por el ARN guía al sitio donde se desea romper un enlace en la cadena de los ácidos nucleicos del ADN.
Posteriormente, se activan dos mecanismos naturales de reparación de ese ADN fragmentado, acuñados como indel (inserción-deleción), que primero provocan un hueco en la cadena y después insertan la secuencia anhelada exactamente en el sitio original de corte. Las posibilidades son casi inimaginables. Con Crispr/Cas9 y Crispr/Cpf1 se inaugura una nueva era de ingeniería genética en la que se puede editar, corregir y alterar el genoma de cualquier célula de una forma fácil, rápida, barata y, sobre todo, altamente rigurosa.
Aunque esta tecnología es todavía incipiente, por ahora solo practicada para subsanar defectos genéticos puntuales asociados a relevantes padecimientos hereditarios, y bastante lejana a poder crear fetos a la carta, urge la necesidad de establecer normas éticas claras para la realización de investigación básica y preclínica de edición genética en humanos, valorando cuidadosamente la información que se obtenga sobre la seguridad y eficacia del innovador procedimiento. Nuestro país debe invertir en ciencia. Tenemos numerosos investigadores jóvenes ávidos de generar sapiencia en beneficio de la humanidad. Logremos que a Panamá se le conozca como un hub de investigación y no como un centro de corrupción.
La mente humana es realmente fascinante. Según su nivel de complejidad, puede ir desde la invención de deidades para apaciguar miedos, ofrecer esperanzas de inmortalidad y adoctrinar a las masas, hasta el descubrimiento de estrategias experimentales avanzadas para enmendar pifias biológicas aleatorias de la naturaleza.
Hablando en sentido metafórico, lo que no quiso o no supo hacer un tal Dios, el hombre de ciencia está ahí para lograr hazañas inimaginables. La evolución de nuestra especie es imparable. Pronto dejaremos atrás al Homo sapiens para dar paso al Homo deus. Subamos al tren darwinista antes de quedar muy rezagados…
El autor es médico