¿Cuba libre?

¿Cuba libre?


Los mejores amigos de la dictadura cubana son, en este momento, el papa Francisco y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Ambos líderes han decidido, por distintas razones, cooperar y aliarse con el régimen que por más de medio siglo ha reprimido y censurado a millones de cubanos.

Cuba, que tiene como política de estado la constante violación a los derechos humanos, está del lado equivocado de la historia. Y el papa y Obama decidieron pararse al lado del dictador Raúl Castro. Quizás Obama y el papa son mucho más listos que nosotros y lo hacen con el objetivo de democratizar y humanizar la isla a través de más contactos. Pero si ese es el objetivo, se lo tienen muy calladito.

El presidente Obama tiene planeado viajar a Cuba a finales de marzo. Será su momento tipo Nixon. El expresidente Richard Nixon –con la invaluable ayuda de su ajedrecista planetario Henry Kissinger– viajó a China en 1972 y abrió al gigante asiático al resto del mundo. Con ese gesto, Nixon no convirtió a China en una democracia, de la misma manera en que el viaje de Obama tampoco impondrá en la isla la libertad de prensa, elecciones multipartidistas y la liberación de los presos políticos. Pero, sin duda, la estrategia a largo plazo tiene que ser mucho más ambiciosa que abrir dos embajadas.

Espero, de verdad, entrevistar a Obama dentro de unos años y que me diga que su plan secreto siempre fue la democratización de Cuba y que, a pesar de las duras críticas del momento, tuvo razón con su política de apertura. No hay nada más triste que ver a un dictador morir en su cama y no en la cárcel (como ocurrió con Augusto Pinochet en Chile y Francisco Franco en España).

En cuanto al papa Francisco, el pontífice ha sido una verdadera desilusión para los que quieren un cambio en Cuba. Ha ido dos veces a la isla y las dos veces ha tratado a Raúl y a Fidel como si fueran dos legítimos gobernantes (y no los despiadados matones y tiranos que son). Qué frustrante es oír que el papa le llama presidente a un dictador.

Durante su visita el pasado septiembre, fue vergonzoso ver cómo arrestaron frente a sus ojos a un disidente cubano que se quiso acercar y el papa Francisco no hizo absolutamente nada por protegerlo. El joven terminó en el piso sometido por los “segurosos” (miembros de la seguridad del Estado vestidos de civil). El papa en Cuba rehusó reunirse con disidentes –como las Damas de Blanco– y con periodistas independientes –como Yoani Sánchez.

El papa que tan fuerte habló en Estados Unidos –contra el maltrato a los inmigrantes y los abusos del sistema capitalista– no se atreve a hacer la misma crítica social en América Latina. Me parece incomprensible que en su reciente visita a México el papa no tuvo tiempo para reunirse con las víctimas de sacerdotes pederastas ni con los familiares de los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa. En cambio, sí se reunió con gobernadores de estados donde matan periodistas –como en Veracruz– y donde se toleran los feminicidios –como en el estado de México.

El papa conoce perfectamente el drama de los desaparecidos durante la dictadura militar en Argentina. Lo sufrió en carne propia. Entonces, ¿por qué dio todo tipo de excusas para medio explicar que él no haría lo moralmente correcto en México? ¿Y la solidaridad?

Regresando al tema de Cuba, el papa y el presidente Obama pueden hacer muchísimo para promover una transición democrática en la isla. Pero, sus imágenes dándole la mano al dictador en turno son un duro golpe para los que se han pasado la vida luchando para vivir sin miedo.

Me encantaría ir a Cuba durante el próximo viaje de Obama. Pero el Gobierno cubano me ha prohibido la entrada desde 1998, cuando fue el papa Juan Pablo II. No les gustó que en ese entonces entrevistara a disidentes y a periodistas independientes.

Si es cierto que Cuba se está abriendo al mundo, lo primero que podría hacer el régimen cubano es quitar las restricciones sobre corresponsales extranjeros y no tratar de imponer su agenda en la prensa mundial. Quisiera ver cómo ha cambiado Cuba y si sus autoridades son ahora más tolerantes. Pero me temo que, otra vez, tendré que ver lo que pasa en Cuba por televisión y por el internet.

¿Cuba libre? En cualquier bar del mundo se sabe que eso es una mentirita.

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