No son los primeros ni serán los últimos, seguro. La semana pasada se presentaron en Madrid, por partida doble, cinco cuentistas panameños: Ela Urriola, Gonzalo Menéndez, Olga de Obaldía, Eduardo Jaspe y Marco Ponce, buscando acercar al público español a la literatura panameña.
El mérito se encuentra no solo en la buena literatura que practican (vayan a buscar sus libros y los leen), sino en la disposición de poner su patrimonio al servicio de la difusión de las letras panameñas, labor en la que debería estar implicado el gobierno central, más allá del INAC o del terrible Meduca. Allí están porque han decidido invertir en esta gran necesidad literaria.
Muchos se rasgan las vestiduras al oír hablar de los “Papeles de Panamá” (y más si escuchas a periodistas panameños hablar de Panama papers”, qué absurdo), pero nadie hace nada para que se lean los verdaderos “papeles”, ni dentro ni fuera de nuestro país, que si aprendiera a leer, otro gallo nos cantaría para estas elecciones.
En un país donde tantas vocaciones literarias hay, tenemos que hacer dos cosas: difundir la buena literatura y señalar la mala. Adolecemos de un aparato crítico, editorial y de distribución que empuja la literatura panameña por la senda de la desigualdad e indignidad editorial: si tienes plata, publicas, no si tienes talento. Y así, señores, es muy difícil ser artista en cualquier ámbito.
Pero nuestros cinco escritores tienen talento y una obra bien construida casi todos ellos. Ojalá este viaje haya servido para consolidar lazos, seguir tendiendo puentes y visibilizando la literatura y cultura panameñas. Me consta, por ellos y por muchos escritores que predicamos nuestras letras allí donde vamos, que seguiremos trabajando.
Madrid ya sabe un poquito más a Panamá, y en el aire vibran los acentos de nuestras letras. Han gustado más de lo que nos parece y seguirán preguntando por nuestros libros, por nuestras historias, seguro: el talento siempre encuentra por donde salir, no se puede estar quieto.
El autor es escritor